jueves, 17 de octubre de 2024

Callar y que hable el viento…

Se hace difícil leer los labios del silencio,
y contener la respiración ante tu mirada.
Tus manos pequeñas no me sostienen
y me caigo agitando banderas blancas.
Mostrando los dientes digo que muero
por vos y enviudo con tu mirada.
Pasos al costado, lluvia en la ventana,
triunfar es llegar al fin de una ilusión
como aquel viejo y gastado refrán.
 
Un verso voy a escribirte cuando esté triste,
dopando las endorfinas que generan este amor.
Siempre con miedo en el corazón,
el espejo me devuelve una mirada de desesperación.
Cada encuentro sabe a despedida
y entre mis te quiero
y tus nos vemos,
mi futuro se baña en melancolía.
 
En esta noche miles cenando y compartiendo,
afuera, soldados rindiéndose
en esta guerra contra el olvido.
Lágrimas se desparraman
y no sé si vale la pena sufrir por vidas ajenas.
 
Y me pierdo día a día por ahí,
coleccionando todo lo que perdí.
Me bato a duelo los domingos,
sin padrinos, ni pistolas,
mirando lo que el tiempo hizo conmigo
solo, frente al espejo que ladra y muerde.
 
¿Qué dirán los vecinos viéndome
deambular como un zombi borracho?
Si me vieras llorando en los rincones
con tu ausencia abrazándome.
Muerdo el polvo del olvido,
gritando que soy un Cyrano de cartón
que se enreda cada vez que hablan de vos.

jueves, 10 de octubre de 2024

Albricias…

La fiesta y las risas se apagaron,
entre lágrimas, dolor y diclofenac.
Muebles por el mar tragados
y un corazón cansado de naufragar.

Ella en la bahía y yo en las sierras
convirtiéndonos en camaradas del olvido,
agitando banderas blancas,
aprendiendo a olvidar lo aprendido.
 
¿Te despertaste a la mañana
diciendo otra vez vos acá?
Merced de las torpezas
propias de un enamorado,
la edad, almohada y espejos
son los peores enemigos.
 
Yendo a buscar un tesoro,
nada vale más que un beso,
ante tanta tristeza en la ciudad.
Pierdo el hígado de un cachetazo
siguiendo un arcoíris
que llega a ningún lugar.
 
En este laberinto fijo rumbo,
el iceberg frente a la proa;
aguantando, nos esforzamos
ante los vientos del azar.
 
Y se va bajando el telón,
como recién llegados
a este nuevo principio del fin,
que vino por vos y por mí.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Buenos Aires...

Refugio de dos caminos que no se cruzan,
algo que cambia y no es lo que esperaba.
Esto pasa siempre que ando pensando
en dejar de pensar, allá dónde
nadie dice nada y todos hablan.
 
Buenos Aires se quedó con
un pedazo de mi corazón,
pero cada vez que toca volver,
no voy a recuperarlo.
 
Guardo en mis pulmones,
cual tesoro un poco de tu aire,
buscando de alguna manera
no pensarte, olvidarte.
 
Con el eterno temor de regresar,
de haber olvidado todo,
pero me encuentro con lo que dejé,
a pesar del correr del tiempo.
 
Bailo este tango con mi pasado,
las esquinas, el invierno cruel.
Tu perfume, bares y empedrado,
me pierdo en vos Buenos Aires.
 
Aquellos vientos, trajeron estas tempestades
y aunque te busque en mil ciudades
siempre escondida estás,
en el fondo de la mirada, Buenos Aires.
 
Allá, donde el progreso llega
demasiado tarde.
Allá donde está todo y no hay nada.
Allá, lejos, donde siempre,
allá estará siempre Buenos Aires.

martes, 24 de septiembre de 2024

Temporada mala…

La memoria está clavada en mi cabeza,
con los sentimientos no hay nada que entender.
¿Por qué sigo teniendo esperanzas?
por fabricar ilusiones prisioneras de realidades.
 
Esta vez te pedí que me dijeras
cuál es el final de esta canción.
Serás una presencia en la soledad,
como si nunca me hubiera ido.
 
Serás otra vez la razón para escribir
y se despierta un deseo al pensar en vos.
Doscientas cincuenta y seis noches y sigue aquí
y ese adiós atravesado en mis bolsillos.
 
No quiero oírte decir más nada,
andá, sólo quiero oír de vos.
Todo fuego se vuelve cenizas,
mientras me desnudo en silencio.
 
Cuando quieras desaparecer del mundo
y no entiendas porqué suceden las cosas así,
mirá en un rincón de tu alma y
agasapado me hallarás alentándote a seguir.
Y si locas penas te invaden,
confundiendo tu corazón,
sé que siempre serás fuerte
para reponerte y dar lo mejor.
 
Nos mentimos diciendo que
creíamos nuestras mentiras.
Los pensamientos se presentan
y discuten, buscando una señal.
Cuando entra el vino, el secreto sale,
ya me cansé de aquel disfraz.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Siempre seguir…

En esta nueva temporada
de risas que no divierten
y tristezas que se acomodan
en mis insomnios y madrugadas,
va el cuarto desvelo de la semana
y son las seis de la mañana otra vez,
tendrías que verme…
 
Este invierno, llegó para quedarse,
quizás sea mejor dejar que
el viento sea quién hable.
¿Qué te trajo de nuevo acá?
a esta nueva desilusión,
a este adiós a mano armada.
 
Y Marga me dice que hay que seguir:
juntando los centavos,
pidiendo cartas, guiñando un ojo.
Me dice que hay que seguir:
jugando con los dados,
mirando bien el paño,
pero siempre seguir.
 
Y este dolor no es negocio,
se apilan los sinsabores
como platos sucios,
como cicatrices que no se ven.
Sin ganas de nada,
yendo siempre al pasto,
descorchando por descorchar.
 
Y vagando el invierno,
me vé llorar por los rincones,
mirando esta herida
que no deja de sangrar.
Matando aquel orgullo
por ese beso que no llegará jamás.
 
Y Marga me dice que hay que seguir:
cortando clavos,
viendo los naipes, cargando balas.
Me dice que hay que seguir:
apostando piedra, papel o tijera,
mirando la ruleta,
pero siempre seguir.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Dibujando la noche II...



Había vuelto de trabajar, tarde, como todos los viernes. Al llegar, toqué su timbre rodeado de otros en ese marco de bronce. Me hacía la idea de una batalla naval, casillero “C”, piso 9. Tardó un poco en bajar, pero allí estaba, con su sonrisa. El cansancio tenia su aliciente en aquel gesto tan esperado. La máquina elevadora nos llevó a la novena cumbre y ella abrió la puerta, dejándome pasar. Desde mi ubicación observé un lienzo blanco y virgen que dominaba la centralidad de aquel ambiente.
Irina con su rostro suave, se tiró inmediatamente en el sofá grís que daba a la ventana, recostada sobre su lado derecho, sin mediar palabra alguna. Su expresión era relajada, pero con un toque de melancolía o introspección en su mirada. Sus grandes ojos claros y azules, se entrecerraron ligeramente, como si estuviera pensativa o descansando, buscando un mejor momento. Sus pestañas sutiles pero definidas, complementaban aquella escena.
Me detuve un segundo a apreciar aquella imagen, su cabello castaño claro, liso, de textura fina, y peinado de manera sencilla, cayendo hacia adelante y cubriendo una parte de su frente y oreja derecha. Su pelo dividido con una raya al costado, y el largo suficiente para llegar cerca de su hombro me encantaba. El ángulo en el que se había recostado hacía que su cabello se viera algo desordenado, pero de manera natural.
Instantes después, su postura cambió un poco apoyándose sobre su codo derecho, con la mano parcialmente cerrada frente a su boca, tocándola levemente. Su remera negra sin mangas dejaba ver su hombro y eso me gustaba mucho.
—Iru ¿Querés que prepare algo de comer? -pregunté, tratando de sacarme de encima lo atontado.
—Ajam.. -respondió sin cambiar de posición.
Me saqué la corbata y colgué el saco en un perchero que estaba al lado de la puerta. Me desabroché el botón del cuello de la camisa y me dirigí a la heladera. El panorama fue desolador al ver lo poco que había.
Me dispuse a realizar un soliloquio sobre mi día, el trabajo y lo que debía estudiar al día siguiente, mientras ella se levantó, aparentemente sin escuchar lo que decía. Encendió un cigarrillo, tomó la paleta y comenzó a poblarla con colores de la infinidad de pomos que tenía sobre una pequeña mesa.
Desde mi ubicación era imposible ver lo que hacía, sólo veía como fumaba y con distintos pinceles intervenía aquel lienzo que estaba de espaldas a mi. No quise invadir aquel instante de inspiración, por lo que me dediqué a hacer dos omelettes de jamón y queso con una ensalada de lechuga y tomate. Luego descorché un vino y serví una copa para ella y otra para mí. Para que no se sintiera invadida, se la dejé apoyada en la mesa pequeña donde tenía los pomos de pintura.
—Gracias -me dijo con una sonrisa.
Le acaricié la cara y volví a la preparación de la ensalada, mientras caminaba, le di un sorbo a aquel Shiraz-Bonarda cosecha 2009. Luego cenamos. Inmediatamente, volvió a lo suyo.
—¿Por qué siempre usas trajes grises? -me preguntó mientras me miraba.
—¿Siempre? Sólo tengo dos, el otro es negro, uno es beige y después queda el que es medio verdoso -respondí con una sonrisa.
—Pero el gris de hoy es tu favorito ¿No? -insistió mientras miraba el saco colgado.
—Si, es probable… si… ahora que lo decís, si, es mi favorito -respondí dubitativo, sin dejar de hacer lo mío.
—El hombre de traje gris… -agregó, encendiendo otro cigarrillo y tomando un poco de vino.
—Como la canción de Sabina -agregué.
Mientras seguía inmersa en su mundo, yo no dejaba de pensar en todo lo que debía hacer el fin de semana. Por un momento, me acerqué a la ventana de la cocina y miré al horizonte. El ruido de la calle iba disminuyendo y la sucesión infinita de edificios iba apagando de a poco sus luces.
Todos van a descansar, pensé.
Aproveché para ir al baño y al regresar, sonaba un disco de Silvio Rodríguez. Pasé por su lado sin mirar aquel lienzo. Algo me lo impedía, una voz interna me sugería que no cayera en la tentación. Después de todo era su momento, su arte, su creación; y conociéndome, terminaría sugiriendo algo o realizando alguna apreciación. Luego quedé hipnotizado con el brillo de aquel filamento de tungsteno que brindaba incandescencia demandando 40 Watt. Me tiré en el sillón, a fumar y beber vino, pero el sueño me ganó la pulseada.  
Amanecí abrazado a ella. Miré la hora y se me estaba haciendo tarde para ir a estudiar. La idea de cruzar la ciudad a toda velocidad un sábado por la mañana no me gustaba mucho.
—Me pego una ducha y me voy Iru ¿Me hacés un café? -le pregunté mientras le di un beso en el cuello.
—Buen día -respondió con una sonrisa- Dale, ya lo preparo.
Cuando salí, tenía el café preparado y un regalo sobre la mesa.
—Espero que te guste -me dijo mientras me abrazó y me dio un beso – No lo abras hasta llegar a tu casa.
—Pero no me voy a aguantar tanto tiempo -le respondí sorprendido.
Apuré el café y nos despedimos con uno de los besos más hermosos que me dieron jamás. Sus labios finos y dulces, me hicieron olvidarme de todo por un instante.
Al llegar a casa, luego del largo día, no podía creer lo que veía. Era la primera vez que me habían retratado… era la primera vez que era arte… tiempo después me regaló una canción que de alguna forma marcó mi vida, pero eso se los contaré en otra ocasión.

martes, 27 de agosto de 2024

Disfrazado de olvidar...

Tu sonrisa se convirtió en mi guarida,
refugio seguro de los días crueles.
Con cada día más heridas y menos tiempo,
pero en el fondo de mi pecho una voz susurra
por lo que nunca existió y jamás olvidaré.
Y así, en tus noches obscuras y
de frío siempre te voy a querer.
Cuando la ansiedad dice presente y
los días se vuelven grises,
piensa en mí y en algún lado estaré.
 
Vos, mi sueño y mi desvelo,
ese nudo en la garganta.
Aquel escalofrío que me invade
cuando pronuncian tu nombre.
Vos, mi recuerdo más bello,
mi travesía jamás concretada.
Mi utopía más contada,
la luz que evapora la escarcha.
 
No existe en la bahía, ni en mi país
princesa alguna, pero si bien se mira
existe una entre cualquiera,
mi musa preferida, mi tinta china,
mi papel en blanco donde fantasear.
Y acá va este poema que cual testamento
da cuenta de mi amor unilateral,
qué cual trago ya pasó,
disfrazándose de olvidar.
 
Cuando llueva en la mirada y
de la tristeza quieras huir,
pronuncia bajito mi nombre
y sola volverás a reír.
Y mientras papeles les ganen a piedras,
cual regalo de un poeta,
yo juego a olvidarme,
mientras el mundo avanza 
y el frío de tu ausencia me invade.

miércoles, 21 de agosto de 2024

El coleccionista de llaves II…

Una tarde, mientras Daniel estaba en un parque viendo a unos patos, se le acercó una persona que se presentó como Roberto. Tras la presentación y una breve introducción, Roberto le mostró una llave muy extraña. Daniel la observó con particular atención, ya que nunca había visto una llave igual.
La llave tenía un diseño inusual, casi imposible de clasificar. Su cuerpo era de un material que parecía una mezcla entre bronce y algo más ligero, con una pátina que le daba un aspecto antiguo, pero con detalles modernos. El vástago de la llave tenía curvas intrincadas y símbolos grabados que no reconocía. La cabeza de la llave era grande y redonda, con un agujero en el centro, rodeado por inscripciones en un idioma que Daniel no podía identificar.
Roberto le dijo que se la regalaba, ya que no tenía sentido tener una llave que no servía de nada. Daniel aceptó aquella llave, agradeciendo el gesto y tras llegar a su casa comenzó a estudiarla con detenimiento y gran atención. Colocó la llave en su mesa de trabajo y encendió su lámpara, enfocándola directamente sobre el misterioso objeto. A medida que la luz iluminaba los detalles, Daniel se sumergió en su análisis. Utilizó una lupa para observar de cerca las inscripciones y los grabados. Intentó identificar el material de la llave, pero no pudo determinarlo con exactitud. Parecía un metal, pero tenía una textura y un peso inusuales.
Decidió tomar algunas fotografías de la llave desde diferentes ángulos y envió las imágenes a algunos de sus colegas coleccionistas y expertos en metalurgia, esperando obtener alguna pista sobre su origen. Mientras esperaba respuestas, continuó investigando por su cuenta, consultando sus libros y recursos en internet. La intriga que sentía hacia esa llave crecía con cada minuto. Daniel se dio cuenta de que, a pesar de todas las llaves que había visto y estudiado a lo largo de su vida, esta era verdaderamente única. Sentía que había algo especial en ella, algo que le faltaba descubrir.
En los días siguientes, comenzó a recibir respuestas de sus colegas. Todos coincidían en que nunca habían visto una llave semejante. Algunos sugirieron que podría ser una pieza ceremonial o una obra de arte más que una llave funcional. Otros pensaban que podría ser una llave de algún tipo de caja fuerte o mecanismo perdido en el tiempo. Uno de sus amigos, un experto en simbología antigua, le sugirió que las inscripciones podrían ser una forma arcaica de un idioma olvidado. Esto llevó a Daniel a explorar más a fondo el significado de los símbolos. Con cada pista que encontraba, sentía que se acercaba más a desentrañar el misterio de la llave.
Finalmente, después de semanas de investigación, Daniel tuvo un sueño extraño. En el sueño, se encontraba en una antigua biblioteca llena de libros y pergaminos. Entre las sombras, vio un libro con una portada dorada que tenía el mismo símbolo que la llave. Despertó con una sensación de claridad y propósito.
Decidido a seguir la pista de su sueño, Daniel comenzó a buscar bibliotecas antiguas y colecciones privadas que pudieran tener información sobre la llave. Esta búsqueda lo llevó a recorrer varios lugares y a conocer a personas fascinantes, cada una de las cuales añadía una pieza más al rompecabezas. La llave, que en un principio parecía no servir de nada, abrió para Daniel no una puerta física, sino una serie de puertas hacia nuevos conocimientos y aventuras. Su viaje en busca del origen y el propósito de aquella llave se convirtió en la mayor aventura de su vida, demostrando que incluso las cosas más misteriosas y aparentemente inútiles pueden tener un significado profundo y transformador.
Los años pasaron y el misterio continuaba. Cada vez que iba al parque, Daniel intentaba buscar a Roberto por las cercanías, pero el resultado era fútil. Así, el enigma de la llave se mantuvo en su vida durante muchos años. Con el tiempo, Daniel envejeció. Su pasión por las llaves seguía intacta, pero ya no tenía la misma energía para buscar respuestas. Una tarde, mientras se encontraba sentado en un banco del parque, dándole migas de pan a los patos, una persona mayor, de pelo blanco y rostro perdido, se sentó junto a él.
—¿Todavía no pudo descifrar la llave, verdad? —preguntó el desconocido.
Daniel levantó la vista y observó al hombre con atención.
—¿Usted es Roberto? —repreguntó con un hilo de esperanza en la voz.
El hombre asintió con la cabeza.
—Dediqué mi vida a tratar de entender aquella llave y todo esfuerzo fue vano —respondió Daniel, con una mezcla de resignación y nostalgia.
Roberto lo miró con una sonrisa triste.
—Y siempre lo será, porque esa llave no tiene cerradura. Esa llave fue creada para un propósito que nunca pudo cumplirse.
Daniel frunció el ceño, tratando de comprender.
—¿Qué quiere decir? —indagó.
—Esa llave era para el corazón de una mujer que amaba —explicó Roberto, con la voz quebrada por los recuerdos. —La hice con la esperanza de que, de alguna manera, abriera su corazón para mí. Pero ella nunca correspondió a mis sentimientos.
Daniel quedó en silencio, procesando esas palabras. Entendió que la llave misteriosa, la que había ocupado tanto de su tiempo y pensamiento, era una metáfora de algo mucho más profundo. Roberto continuó hablando.
—Nos conocimos hace muchos años, Daniel. Yo también era un coleccionista, pero me di cuenta de que las llaves más importantes son las que abren corazones, no puertas. Te di esa llave esperando que entendieras que hay cosas más valiosas que cualquier objeto material.
Daniel sintió una mezcla de emociones. La llave que había estudiado con tanto ahínco no era más que un símbolo de algo que había dejado pasar: las conexiones humanas, el amor y la amistad.
—Lamenté no haber podido encontrarte todos estos años —dijo Daniel, con lágrimas en los ojos.
—Y yo lamenté no haberte ayudado a ver antes lo que era realmente importante —respondió Roberto con ternura.
Los dos hombres se quedaron en silencio, mirando a los patos. La revelación había llegado tarde, pero había llegado. Daniel entendió que, aunque había dedicado su vida a las llaves, había olvidado la más importante de todas: la llave que abre al corazón.
Desde aquel día, Daniel encontró un nuevo propósito. Aunque su cuerpo estaba débil y su tiempo era limitado, se dedicó a reconectar con las personas que había dejado de lado en su búsqueda. La llave de Roberto, aunque nunca encontró una cerradura, abrió una puerta en su corazón que había estado cerrada durante demasiado tiempo.

jueves, 15 de agosto de 2024

Perdiendo los últimos trenes…

En tus pupilas me veo vivo.
Ojalá nunca tengamos que elegir
entre el olvido y la memoria,
lo cotidiano y existir.
 
Cuantos besos quedan
en mis ojos al mirar tu boca.
La madrugada arrastra los pies y
aunque yo no quiera mirar,
te espío de lejos y guardo en mi garganta
el relato de este naufragio cruel.
 
Corazón, se acerca la despedida.
Veníamos mal y ella invadió todo con su luz.
Mala suerte, todo es angustia y está roto,
nuevos aires que no llegan, ni atraen.
La mirada otra vez vacía y sin alma,
cicatrices que no se curan, ni se ven.
Colección de fotos y estampas,
latidos apagados de medianoche,
Te quiero lo suficiente como para no olvidarte.
 
Hablame de dolor cuando te veas
obligado a dejar de querer a alguien.
Dejemos que el viento hable en este invierno,
que vaya ocupando cada uno de los rincones.
A cara o ceca con el destino,
todo puede lastimar, el espejo ladra y muerde.
Y a esta despedida a mano armada
por ser un Romeo de cartón,
un Cyrano que acumula cartas y rimas,
se pierde, mientras busca tu balcón.
 
Corazón otra vez nos equivocamos de dirección,
después de dar tantas vueltas, mareados,
llegará el momento de darnos la espalda,
será la marea la que inunde las miradas
y tape los rastros de nuestras pisadas.
Y en andenes vacíos, ya sin esperanza,
nos volveremos fulanos de nadie
mientras perdemos los últimos trenes.

 

miércoles, 7 de agosto de 2024

El coleccionista de llaves I…

La historia de Daniel es la historia de alguien que encontró en un objeto aparentemente sencillo una fuente inagotable de fascinación y conocimiento. Su vida dedicada a las llaves no sólo le permitió abrir puertas físicas, sino también puertas a la historia, a la cultura y a las conexiones humanas.
Desde pequeño, Daniel sintió una curiosidad insaciable por esos pequeños objetos de metal que permitían abrir puertas a nuevos ambientes, dar con tesoros, conocer nuevos y fascinantes mundos y secretos: las llaves. Mientras otros niños se interesaban por juguetes y juegos, Daniel quedaba fascinado ante la vista de una llave, maravillado por la promesa de lo que podría abrir.
A corta edad, comenzó a coleccionar sus primeras llaves. Cada una era un nuevo enigma, un objeto que merecía ser estudiado con detenimiento. Pasaba horas observando sus diseños, explorando la variedad de combinaciones posibles, sus tamaños, y sus formas. No le importaban tanto las cerraduras; su verdadera pasión residía en las llaves mismas.
Las llaves que coleccionaba venían de todas partes. Algunas las encontraba en mercados de antigüedades, otras las recibía como regalos de amigos y familiares que conocían su peculiar afición. Cada llave tenía una historia, un origen, y Daniel se sumergía en la tarea de descubrir todo lo posible sobre ellas. Sus favoritas eran las antiguas, aquellas que habían abierto puertas hace cientos de años, y que ahora sólo guardaban recuerdos.
Con el tiempo, su colección creció exponencialmente. Daniel dedicó una habitación entera de su casa a sus llaves, organizándolas meticulosamente en vitrinas de vidrio. Allí, cada llave tenía su lugar, su etiqueta, y una breve historia que él mismo había escrito. Aquella habitación se convirtió en su santuario, un lugar donde podía perderse durante horas, sumergido en el pasado y en los misterios que cada llave contenía.
Daniel sentía una particular atracción por las llaves que no tenían cerraduras. Para él, esas llaves eran un enigma aún mayor, un misterio sin solución aparente. Pensaba que fueron llaves realizadas para abrir algo que, en definitiva, perdió importancia o que ya no era necesario resguardar. Estas llaves sin destino concreto le fascinaban, pues simbolizaban puertas cerradas para siempre, secretos olvidados, y la naturaleza efímera de las cosas importantes con el paso del tiempo. Así, se volvió un experto en los materiales utilizados para la elaboración de las llaves. Aprendió a identificar y apreciar las sutiles diferencias entre las llaves de madera, acero y bronce. Cada material le contaba una historia, le decía cuál era el fin para el que había sido creada.
Las llaves de madera, por ejemplo, le hablaban de tiempos antiguos, de épocas donde la tecnología aún no había avanzado lo suficiente para utilizar metales de manera común. Estas llaves eran sencillas y toscas, pero llenas de historia y de un encanto rústico. Daniel imaginaba que alguna vez abrieron cofres de tesoros o puertas de casas modestas en pequeñas aldeas.
Las llaves de acero, por otro lado, representaban un avance en la ingeniería y la seguridad. Eran robustas y resistentes, creadas para proteger lo que realmente importaba. Con sus diseños más complejos y precisos, él veía en ellas la evolución de la sociedad y sus crecientes necesidades de protección y privacidad.
Pero las llaves de bronce eran las que más le fascinaban. Estas llaves, a menudo intrincadamente diseñadas y decoradas, eran piezas de arte en sí mismas. El bronce, con su cálido resplandor dorado, le hablaba de épocas de esplendor y riqueza.  Podía pasar horas observando los detalles minuciosos grabados en cada una, imaginando los lugares magníficos y los secretos valiosos que alguna vez resguardaron.
A través de su estudio de los materiales, no sólo aprendió sobre la historia de las llaves, sino también sobre la historia de la humanidad. Cada llave era un testimonio del ingenio y la creatividad humana, de los deseos de proteger y preservar lo valioso. Su colección se convirtió en una crónica tangible de la evolución de las tecnologías de seguridad a lo largo de los siglos.
Daniel compartía su conocimiento y su pasión con otros, organizando talleres y conferencias sobre la historia y la fabricación de las llaves. Enseñaba a otros a apreciar la función de las llaves, sino también su belleza y su significado histórico. Para él, cada llave era una obra de arte y un fragmento de la historia, y a través de su dedicación, hizo que otros también vieran la maravilla en esos pequeños objetos de metal. Y fue así que su colección le trajo satisfacción personal, y también reconocimiento. Pronto, otros coleccionistas y entusiastas comenzaron a buscar su consejo y a admirar su vasta colección. Daniel organizó exposiciones, dio charlas, y escribió artículos sobre su pasión, compartiendo con el mundo su amor por las llaves.

lunes, 29 de julio de 2024

SGB…

El tiempo es testigo de mi amor callado,
sentimiento que crece sin cesar,
porque en la calma de la noche estrellada,
tu recuerdo es un faro, mi guía sin igual.
 
Te quiero lo suficiente como para no olvidarte,
sin querer me entrego sabiendo que en este juego
siempre me va a tocar perder.
Y pregunto por este rescate que me das
¿Cuál es el precio que voy a pagar?
 
El silencio no entiende de penas,
como personas no les alcanzamos a nadie.
Para tener lo que nadie tiene,
tenés que hacer lo que nadie hace,
por eso te quiero y extraño de la manera
más callada que pueda existir.
 
Uno no es dueño de sus emociones
pero si de sus decisiones.
Las emociones son fuente de información,
nadie es más que lo que sueña,
recordar es pasar por el corazón,
y a este disfraz se le piantan las ganas de llorar.
 
Las lágrimas se disfrazan de sueños y
las emociones, desbocadas, se liberan.
En cada rincón donde mi alma se esconde,
buscando refugio en recuerdos que huyen,
donde el tiempo se burla y la pena responde,
te llamo y espero, pero nunca llegás.
 

miércoles, 17 de julio de 2024

Redescubrirte...

Redescubrirte me obliga a redefinirte,
y al hacerlo, solo me encuentro.
Al reinventarte siempre hay
nuevas y vistosas novedades.
En esa búsqueda te espero
donde nunca vas a estar.
 
Redescubrirte hace que te mire,
que me pierda en tus ojos,
que cada nuevo abrazo anhele.
Cada vez que te pienso,
zigzagueo en mil fantasías,
donde estamos como siempre
dónde estamos donde nunca.
 
Redescubrirte vuelven a mis
ojos nuevamente aprendices.
Y en tu plano y en el mío
nos volvemos a desfasar.
Aquello que es inverosímil
no logra una consumación.
Este será mi defecto,
esa será tu decisión.

jueves, 11 de julio de 2024

La pregunta que jamás realicé...

Hacía años que venía llorando en silencio, pensando en lo que es inevitable que suceda. Créanme, cuando me refiero a años, hago referencia a muchos, de verdad. De algún modo intenté forjar una fortaleza que en definitiva jamás existió.
Resisto siempre que puedo, evito llorar. Odio la imagen que representa en mi persona el hecho de hacerlo, pero hoy no me sale. Hoy todo me emociona y conmueve, porque descubro que en todo estás y estuviste vos.
Tantos años compartidos y jamás me atreví a preguntarte por tu pasado, a indagar por tus sufrimientos y dolores; a cuestionar algunos de tus actos y decisiones que te llevaron, de alguna manera, a terminar tus días conmigo. Será para mi siempre un interrogante aquel exilio, tu juventud y los errores que cometiste. Creo que esa era mi manera de sostener alta tu imagen y de no humanizarte tanto, como lo venía haciendo desde hace tiempo.
De pibe me gustaba esa idea de que papá podía arreglar todo, que, con su inteligencia, no había problema que no pudiera abordar. Pero claro, no tenía herramientas para ver a una persona cansada, que necesitaba de siestas para sostener cuatro trabajos y que no pasemos por todo lo que tuviste que pasar en tu infancia.
Volaste alto, desde la selva misionera a la de cemento en Buenos Aires. Lograste todo aquello que te propusiste en tiempos récords y con distinciones. Ese temple que siempre mantuviste, era para muchos inspirador, pero también fue tu condena.
Un corazón tan grande y roto, tarde o temprano se iba a cansar de latir… y me relaja saber que fue en una de esas siestas que tanto necesitabas, con tus perros, en paz.
Anoche, mientras lloraba, miraba algunas viejas fotos tuyas de cuando eras joven… me pregunté: ¿Ya sabrías que ibas a ser mi papá? ¿Te imaginabas que íbamos a terminar acá? ¿Sabías que te ibas a preocupar cuando no supieras dónde estaba, a qué hora volvía o si iba a volver? ¿Sabías que iba a estar triste y que no te lo haría notar para que no te preocuparas?
Inmediatamente me respondí que no, esas fotos eran de lugares que no conozco, y que tampoco sabés en esas instantáneas, que un día pensé en dejar la escuela para ir a trabajar mientras estabas internado, en coma, con tres muertes clínicas y cuatro by pass; no sabías que un día me iba a ir a vivir lejos, dejando afectos, trabajo y familia; mucho menos que me iba a volver un melancólico serial que se la pasaría buscando un sentido a todo aquello que me fascinaba… Pero en definitiva ¿Qué sabías de mi?
En otra foto estábamos en Misiones, en Puerto Iguazú, en el parque de la casa de mi tía, mientras me mirabas ¿Sabías en algún momento que íbamos a tener esas charlas tan dolorosas cuando se rompió esa familia a la que habías apostado? ¿Sabías que ibas a comprar cervezas para tener en la heladera esperando a que vaya a aquel departamento a planchar mis camisas y lavar ropa? ¿Imaginabas que pasaríamos horas hablando de fútbol, viendo partidos y discutiendo de política? ¿Sabías que por mi decisión no ibas a tener nietos? ¿Habrás imaginado esas charlas del futuro? ¿Intuías que iba a terminar escribiendo de vos en este momento?
Veo tus fotos y no dejo de llorar, es como el Arroyo Ventana cuando se desborda y no me deja cruzar hacia el otro lado. Sé que es tarde y a destiempo. Este corazón también está roto y nunca supe expresar mi admiración por vos. A veces, pienso en nuestros últimos viajes, en nuestras charlas, acompañadas de esos mates lavados y feos que hacías, pero que eran perfectos en esos atardeceres que teñían a los trigales de rojos, alfombrando los campos en una fusión, cuasi infinita con aquella línea que corona al mundo.
Lamento mucho que nunca puedas leer mi novela, que tampoco hayas leído mucho de lo que escribí más allá de lo técnico; aunque haya descubierto hace poco que algunas cosas las habías leído a escondidas. Me quedé con las ganas de que me dieras mi título universitario, pero estoy satisfecho de haber brindado y festejado en aquel momento.
Hoy me pregunto si todo aquello que hice, hago, fui o soy, no era para mostrarte que yo también podía ser un poco como vos, obvio que con menos carácter y con más torpezas. Le pregunto a mi cabeza ¿Por qué no fui capaz de abrirme más a vos y de exigirte lo mismo?
Pero jamás lo hice… creo que caí en la cuenta que de algún modo todo lo que hice en mi vida era para caer en una pregunta que jamás realicé.
Me entristece nunca haber tenido el valor de preguntarte: Viejo ¿Estás orgulloso de mi?

martes, 9 de julio de 2024

Éstos días sin vos...

Cuando ando rayado, pensando en todo,
buscando conclusiones en todo este lío,
no te encuentro, ya no estás conmigo.
Practicaste el perdón como designio divino
y acá estoy yo, solo, sin esperanzas.
Ya no tengo nada que dar,
ya no sé qué vale la pena hacer.
Los días que se pasan y
no me gusta ver como se desvanece la vida.
 
Si notas que todo lo veo más obscuro y opaco,
no te enojes, todo es más claro.
Cuando uno pierde a su padre,
pierde las raíces y se desestabiliza todo.
En este metegol acostumbro a perder,
esquivando los charcos de las veredas del destino,
rumbeando a la parada del bondi
que me lleve de nuevo a tu encuentro.
 
Mañanas pálidas y melancólicas,
a vece lluvia y un poco de sol.
Nunca valoro las cosas importantes
de la vida hasta que las pierdo.
Disfrazando con alegría todo este dolor,
en mi laberinto privado no es fácil salir.
A cara o seca con el destino y las tormentas,
mientras la ruleta gira, juego con las cartas sobre la mesa.
 
Con mis orgullos en blanco y negro,
cierro todas las puertas y
juego a ser un enmascarado.
Enfrentando cada noche sin dejar
que algunos recuerdos me envenenen.
Cómo un barco fantasma navego
buscando en la espuma tu imagen.

sábado, 6 de julio de 2024

CRN...

Vuelvo a casa despacito,
conversando con el Sol.
La mirada empapada y sin aliento,
viendo nada más allá del capot.
 
Si a la guerra me mandaran
yo con vos siempre voy.
Si mi vida valiera algo,
es porque siempre estuviste vos.
 
Dejé atrás viejas derrotas,
extraviado con cada quizás.
Extasiado en miradas sin respuestas,
me pierdo y no me vuelvo encontrar
buscando algo tuyo en mi interior.
 
Y día tras día sale el Sol,
impotente por no poder iluminar.
Y tras cada día el corazón
se resiste a olvidar.
 
Tripulando viejos barcos que
hace tiempo abandonaron arenas con huellas,
mudas testigos de un horizonte.
Madrugadas crueles, amigos que lejos están,
a donde vayas estás conmigo siempre.
 
Y en este barco siempre llueve
y nunca aprendí a naufragar.
Cada tango se torna una confesión
y con cada horizonte te salgo a buscar.
 
Que felicidad haberte conocido,
tu mirada ausente me castiga.
No te quedaste con ningún vuelto
enseñándome que es de humanos errar.
 
A veces Gabi, Junca y las abuelas me visitan,
si me ves con la mirada perdida en el vacío,
y con la respiración entrecortada,
no te asustes, ni me asistas, en un rato estoy con vos.

lunes, 1 de julio de 2024

Viejo...

Viejo, nunca me exigiste lo que debía ser, pero si alguien te cuenta de mí, tenés que saberlo… Viejo… soy tu culpa, no en el arte, no en mi profesión, no en la ciencia, no en la música, no en lo que soy, sino en tu ejemplo. Quizás sos el combustible de mi vida. No hay día en que no estés conmigo, no compartimos todo lo que quisiera, pero me sacaste más de una sonrisa de vez en cuando y me hiciste enojar más de una vez.
Egoístamente para los que te queríamos y conocíamos, viendo tus penurias físicas y algunas psíquicas, para los que nos quedamos, la vida te dio un tiempo mayor a lo que la predicción médica decía, que nos sirvió para elaborar una suerte de despedida en vida.
Viejo en mi caso no prefiero eso, quisiera que sea instantáneo, en mi ley, que entiendo que puede llegar a ser la tuya.
Me relaja mi necesidad de saber que a la gente no le gustan que mis escritos no sean más que una lágrima en el mar. No soy especial para nada en este mundo, tal vez por ello las carambolas de la vida nos trajeron hasta aquí.
Siempre quiero sentarme a la mesa con vos, viendo fútbol, tomando vino y comiendo asados, esos que siempre te salieron tan bien.
Hace tiempo que empecé a escribir describiendo lo que veía y con el tiempo a describir de la piel para adentro, ahí donde habitás vos desde siempre, para siempre.

martes, 11 de junio de 2024

Clinofilia…

La madre de los recuerdos es la nostalgia,
un manto suave que envuelve lo vivido.
Fallé en intentar comprender mi mortalidad y en apreciarla,
perdí la esencia de lo eterno en un suspiro perdido.
 
No me vieron llorar de verdad mis viejos,
oculté mis lágrimas tras una máscara de fortaleza,
mis amigos sí y hoy los tengo lejos,
la distancia teje hilos de soledad y tristeza.
 
Quizás nada nos vuelva a unir como en aquel entonces,
pero nos queda el recuerdo, un refugio en la tormenta.
En competencias inacabables, evadiendo la diáfana noche,
cual gladiador me enfrento a eso que me aterra y ata.
 
Estoy tratando de perdonar, quiero perdonar,
deseo liberarme del peso de las sombras.
Muerto de miedo tratando encontrar la paz,
anhelando la calma en medio de las olas.
 
Aunque no es relevante a la verdad,
el destino nos leyó las manos y nos bajó el pulgar.
Gesto decisivo y cruel,
hablo con mi insomnio de vos, en la obscuridad sin par.
 
Tengo miedo a desaparecer en el dolor,
consumido por las llamas del ayer.
Pero en la lucha por la paz, encontraré tu voz,
y en el perdón, juego a renacer. 

domingo, 26 de mayo de 2024

¿Cuál preferís ser?

El amor y la poesía son vecinas, a veces comparten el tendedero de la ropa, por eso, frente al agotador atletismo de la alegría, la tristeza tiene un delicado cansancio. Uno comienza a ir cicatrizando viejas heridas y lo hace sin pasar facturas, haciéndose cargo de los que nos toca.
Nunca tuve la virtud de la belleza y quise compensarlo con la palabra, pero jamás funciona así, aunque Platón compare a la belleza con la palabra, la realidad es que cada uno lidia con las penas escribiendo poesía, tocando el piano o la guitarra, batiendo récords propios, o intentando ser lo mejor que le sale en su trabajo, o relaciones.
Por eso es que no quiero vivir en el país de las maravillas, hace rato lo tengo claro cuando hablo con la almohada, una suerte de charla exitosa con gusto a fracaso, que se torna como una brújula sin aguja, vas quedando desorientado y buscando un camino, pero yendo hacia adelante… la vida es una avenida de una única mano y dirección.
Y así, con el tiempo entendí que no es lo que soy, es quién soy. Un reflejo un poco pálido.
Hay gente que sólo existe y otras que viven. Entre esa gente ¿Cuál preferís ser?

lunes, 8 de abril de 2024

De amores y poesía…

Volcado en tu hombro con
la mirada en el más allá,
narro historias que se
fragmentan como mosaicos
al borde de aquel mar dulce.
 
No vimos al viento,
pero él nos hizo vibrar.
De algún modo me gustó verte
documentar nuestro último día.
 
Caminamos con cordones desatados,
corazones rotos, cansados de mirar atrás.
Como trenes se nos pasan los años
sumando cada año una ausencia más.
 
¿Tuviste una mañana dónde
no tenías más nada que perder?
¡Yo si!
Me la pasé discutiendo con el
espejo el precio de olvidarte.
 
Julietas y Victorias en tu carro
no debieras cargar jamás.
Envío escritos versos en aviones de papel
que en tu balcón se acumulan.
 
Tu mano y la mía ahorcadas,
nuestras sombras pisándose en la terraza,
y un suspiro que grita en silencio:
por suerte tenemos memoria

lunes, 25 de marzo de 2024

El próximo brindis…

Con las suelas ya gastadas
de tanto caminar por
escondernos del viento del ocaso.
Y respirando el polvo
que dejó tu indiferencia,
buscando en mi cama el hueco
que anidó tras tu vuelo.
 
Colecciono fragmentos
de todo lo que rompí.
Y siempre llevo botellas conmigo
para el próximo brindis.
 
Corremos como perros
bajo la imponente lluvia,
bañándonos las ausencias.
Y cruzando aquella tormenta,
agitando banderas blancas
contra el olvido,
mientras la madrugada se arrastra,
andando, sin saber, ni entender.
 
Ya el río barrió con nuestros pasos,
mirá a donde fui a parar
por tropezar otra vez.
Guanteando la noche de este otoño,
sin querer llevo en mi garganta tu nombre.
 
Y así, voy y vuelvo a lugares
a los que no llego sin vos,
para tapar cicatrices,
junto las hojas que cayeron.
El cartucho se va quedando sin balas
y equivocando puertas ando sin consuelo.
 
Hagamos las valijas y huyamos de las sombras,
esta vez no rifemos nuestro corazón.
Mientras colecciono fragmentos
de todo lo que rompí.
Ahora llevo botellas conmigo
para el próximo brindis.

sábado, 17 de febrero de 2024

A solas...

A veces pierdo el tiempo pensando
que hacer una canción es
cómo preparar un cóctel.
Cada vez tardo más en leer un libro
y escéptica la mirada se vuelve.
 
Asique baile señorita,
hágame caso y corra la mesa.
Desmárquese de la rutina,
y ojalá se lleve bien a solas.
 
El individuo es un rompecabezas insoluble,
pero en multitud es una certeza matemática.
Las medias se mantienen constantes
mientras los individuos varían.
 
Uno no escribe invitando a todos,
no se trata de una reunión de consorcio.
Si la rima es predecible,
pierde todo tipo de efecto.
Antes de tirarla a la tribuna,
la gambeta se vuelve fundamental.
 
Asique baile señorita,
tiene permiso, pase por acá.
Bienvenido el fin de semana,
los dejo estar a solas.
 
Se trata de no gastar metáforas
ni realizar asociaciones que perdieron su filo.
La intervención poética es necesaria
sin presumir lo que no se tiene.
 
De la piel para adentro siempre cuesta,
las cosas que conmueven no están afuera
sino bien dentro de nuestros huesos.
Las canciones se disfrutan con whisky
y no agitando desde el auto.
Quizás por eso sea probable
que el deseo siempre esté en fuga.

miércoles, 7 de febrero de 2024

Con los ojos en el cielo, pese a todo...

Verso a verso tiro anzuelos
pensando que una idea va a picar.
Lamento haber sido siempre muy perezoso,
cartoneando ideas al pasar.
 
En el primer round tenés que salir
como sea a imponer condiciones.
Los tipitos geniales pelean con su leyenda,
no es así para los que no lo somos.
Es probable que nos aburra,
incluso lo que más amamos.
Difícilmente podamos hacer algo
mejor que nuestros logros.
 
Con los años, lo que es popular
está en lugares que no frecuentamos.
Si desmalezas el contexto, asoma una melodía
con disonancia en el afán de decir.
La felicidad ya no conmueve,
con suerte nos puede llegar a alegrar.
 
En mis cajones no hay letras,
mucho menos melodías.
Si se secó el pozo de la inspiración,
o mi oficio se terminó,
quedará la memoria sobre el éxito
y un abrazo a aquello que inspiró.
 
La complicidad es un acto de amor,
por eso me gustan las canciones
en sol mayor y mi menor.
Quiero ser más hospitalario
con mis caprichos.
No quiero pasar por esta vida
demasiado en vano.
 
Le saco punta a una idea en mi cabeza
con el sacapuntas de la imaginación.
Ya no alcanzan pequeños retratos
de lo que pasa en un barrio,
a cierta edad uno es más introvertido
y las escrituras son como autopsias.
 
Por eso cuando miro al cielo,
y el desdibujado calendario
llega pronto a su fin,
brotan nuevas lágrimas
por añejas fotografías
y respiro profundo,
sintiendo que de esto se trata vivir.

sábado, 27 de enero de 2024

Entre vos y yo…

Entre vos y yo
mil moradas más,
esperas infinitas,
silencios que no terminan,
entre vos y yo.
 
Entre vos y yo
está el amanecer
también está la Luna,
un abrazo que no termina
entre vos y yo.
 
Por miedo me perdí.
No sé si vale la pena,
no sé hacerlo.
Bandidos mojados,
moscas en la intemperie,
y aquella herida.
 
Entre vos y yo
aquel recuerdo cruel,
una historia nueva,
todo lento termina
entre vos y yo.
 
Entre vos y yo
anzuelos que no pican,
la sal de aquel mar,
se ahonda esta herida,
entre vos y yo.
 
Por miedo te perdí.
No sé si vale la pena,
no supe hacerlo.
Bandidos retirados,
moscas lamiendo heridas,
y aquella despedida.
 
Entre vos y yo,
ya fue,
se fue,
todo termina…
entre vos y yo.
 
Entre vos y yo,
lo ves,
lo sabés,
todo termina…
entre vos y yo.

domingo, 14 de enero de 2024

De tanto andar…

¿Es posible el perdón? ¿Cómo funciona esta compleja interacción entre la indulgencia y el arrepentimiento? La pregunta persiste: ¿Por qué, al perdonar, anhelamos reciprocidad, ya sea en forma de arrepentimiento, cambio de conducta o una disculpa formal? ¿O acaso existe la posibilidad de otorgar el perdón de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio, ni siquiera el reconocimiento? Esta interrogante, arraigada en la filosofía de las relaciones humanas, se entrelaza con la creación poética y la búsqueda de conexión.
En la soledad de la creación poética, el escritor a veces es testigo de un milagro: encontrar a ese lector que comprende las palabras impregnadas de arrepentimiento. "Estaba un día solo en casa, no había nadie y escribí una poesía… y llegó un día en el que encontré a un lector, uno que la leyó y se emocionó, y ahí, desde entonces, ya no estoy solo". Así es como la poesía se convierte en un lazo, tejido con dulzura, miel, amor y sufrimiento, capturando la esencia misma de la naturaleza humana.
Esta conexión poética, a su vez, refleja la melancolía y tristeza inherentes a la condición mortal y trágica del ser humano. En la búsqueda del lector que entienda el arrepentimiento subyacente, la poesía se convierte en un medio de expresión que trasciende el tiempo y el espacio, explorando las complejidades de nuestras emociones y la posibilidad de perdón en un mundo cargado de imperfecciones.
Desde un enfoque científico, podemos considerar que un ser humano, ya sea mujer u hombre, constituyendo un sistema interactuando con su entorno, que abarca el mundo y la presencia de otros individuos. Las interacciones entre el sistema y su entorno son diversas, siendo el objetivo principal del sistema la supervivencia en este entorno. A diferencia de un objeto inanimado como una piedra, cuya única aspiración es mantenerse en su lugar, las necesidades de una ameba son más complejas, y las de un mono aún más. En el caso del ser humano, las exigencias son más variadas.
Para garantizar su supervivencia, el ser humano debe pensar, anticiparse a su entorno y, si es necesario, adaptarse cambiando de entorno. Este proceso implica caminar, observar, percibir, y elaborar teorías. Entre las múltiples facetas necesarias para la existencia y la continuidad de la vida, la poesía y la lectura, para quien les habla, ocupan un lugar destacado. Sin la presencia de la poesía, la existencia humana se vería amenazada. El romanticismo no es simplemente un refugio o un pasatiempo, sino una necesidad tan vital como el oxígeno. Su ausencia nos sumiría en una tristeza tan profunda que, tarde o temprano, nos llevaría a la extinción. En este sentido, la poesía y la lectura no son simplemente elementos decorativos, sino pilares fundamentales para la salud emocional y espiritual del ser humano, según veo yo.
La evolución constante del humano reemplaza al individuo de ayer. A medida que crecemos, experimentamos transformaciones graduales, lejos de cambios abruptos y catastróficos. No se trata de decidir: "de repente, a las ocho de la noche, me convertiré en una persona decente". La transformación es un proceso continuo que ocurre minuto a minuto, llegando a un punto en el que ya no nos reconocemos, a pesar de que el documento de identidad insiste en que seguimos siendo la misma persona de hace dos décadas. Aunque el DNI sugiere continuidad, es una falacia. Sin embargo, esta aparente estabilidad es esencial para cumplir con compromisos financieros y responsabilidades. Imaginen el caos si argumentáramos que no podemos cumplir con nuestras deudas simplemente porque hemos experimentado cambios...
Lo cierto es que de tanto caminar con los cordones desatados, tarde o temprano nos vamos a volver a caer y no valdrá la pena pedirle perdón a la sombra de nuestra sombra por lo que hemos logrado o perdido.

jueves, 4 de enero de 2024

Marcar las sombras…

“Si tienes miedo del trueno, déjate aterrar”
Proverbio chino.
 
Uno pasa los treinta años y empieza a preguntarse qué tan placentero, o que tan aterrador es estar solo. Después de cierta edad, uno tiene cada vez más preguntas y menos respuestas; y convierte esas preguntas en poesía, en canciones o escritos, en palabras volcadas en un cubilete que son lanzadas ante el crupier del tiempo. Y ya sé, lo de siempre, es el miedo el que no te deja pensar, pero a la suerte hay que tentarla linda, guiñándole un ojo y sonriéndole.
El ruido que no deja escuchar, los miedos que no dejan avanzar y la despedida, siempre presta como estrategia de batallas no libradas. Pero ¿Qué te voy a contar de eso, si vos ya sabés de lo que te hablo?.
Ser adultos como un método para evitar terapias, la justificación cuasi perfecta ante lo que no será, el pretérito imperfecto de la racionalidad ante lo que no se sabe o conoce, porque siempre es bueno esquivar lo distinto, siempre funciona y racionalmente es lo que está bien hacer.
Y si, no podía ser de otra forma en estos casos, el amor como un ejercicio racional, como un acto que debe ser redimido con visiones que se parezcan, no que se admitan y elaboren. Entonces se hace gala de la conciencia como eje directriz de las elecciones, hacia donde ya sabemos, donde siempre funciona.
Me inclino inconscientemente hacia las historias de perdedores, ya que poseen una profundidad dramática única. Los ganadores, especialmente en el ámbito del amor, carecen de dilemas, conflictos, heridas o desgarros. En ese contexto, para mí, no hay auténticos ganadores. La verdadera esencia de la poesía y de las historias, residen en los desencuentros, los destiempos, los recuerdos y en lo que pudo haber sido, pero nunca fue. También se encuentra en los anhelos que nunca se materializaron.
¿Cuál es el riesgo? Tal vez, un cierto tic, una inclinación que conduce a la aparición constante de personajes antihéroes. Pero: ¿Quién no los tiene? Aunque pueda parecer un cliché en ocasiones, todos coqueteamos con él. Todos guardamos algún cliché en el armario. Quizás en ese armario es donde uno más espera encontrar respuestas, interés de suspenso que gradualmente nos embarga, descubrir un desenlace que cierra un ciclo y nos abre a otras páginas, ya no escritas.
La confesión supone siempre un punto de no retorno, máxime con personas como ella que están más allá de los detalles…
La tormenta avistada, la tormenta anunciada y esquivada. La promesa de Sol es más segura, permite celebrar los logros alcanzados y no pensar en situaciones invertidas. Mi pasado y tu futuro. Ambos lejanos y separándonos.
Una anécdota que ya no cuenta, aves de paso, que sin nido vuelan rumbo al ocaso.