jueves, 31 de diciembre de 2015

Charlas con el tío…

El otro día sugirieron realizar recortes de la vida de cada uno en un programa de televisión, o sea, recortar momentos poco significativos, esperas, desamores, de infelicidad, a veces de tristeza o aburrimiento y al terminar la edición creo que quedaría una película de diez minutos. A esa conclusión llegamos tras un corto debate con el tío, empero el relato a continuación bien podría caer en esa suerte de edición de vida personal, no por su falta de contenido, sino más bien por una cuestión de repetición y hasta hastío.
De todas maneras lo peor es que sucedan situaciones o comentarios como: “El otro día estuve con Roberto, ¡está siempre igual, no cambió nada, siempre un tipazo!”, como si se tratara de un elogio, una virtud o algo positivo… todas esas repeticiones o frases como: “yo siempre les digo a mis hijos”, ó “como yo siempre digo”, ó aún, “a mis alumnos siempre les cuento lo mismo”, se tornan para mí como mensajes alarmantes, verdaderamente alarmante dado que la imaginación personal de ustedes (al igual que a mi), ya se estará construyendo la imagen tediosa de los hijos, los alumnos o de todo aquel que padezca dicha situación la cual es pésima, al igual que alguien que siempre repita lo mismo. En definitiva, el “siempre” termina siendo ominoso y refiere a repeticiones que a priori da a pensar en determinada patología. Mi tío entonces, es ese tipo de persona que padece esa patología y mi relato a continuación, hace referencia a su discurso, siempre, en sobremesas, a veces en el momento del café, o en ese instante previo a servir el asado, cuando se vierte por vez primera el vino en la copa.
En esas charlas de entremesa mi tío afirma luego de unas copas que: "Es siempre bueno y vale la pena decir que uno hace el esfuerzo de pertenecer a determinado grupo de personas, los que tienen ganas de hacer algo, de concretar metas o simplemente de ser parte de una historia y que ese grupo siempre lucha, tiene esperanzas de amor". O sea, que mantiene las esperanzas de que ocurra algo muy bueno cada vez que piensa en el futuro, pero siempre será a mi modesto parecer, un gesto de cortesía a uno mismo y para los demás también, sobre todo a aquellos que nos quieren, aman o nos acompañan. El creer en proyectos, en mantener ideales o defender aquellos valores propios, siempre refresca, eso mantiene joven a uno mismo. En definitiva mostrarnos de esa manera es un gesto de amor también para aquellos que nos quieren, nuestros padres, hermanos, amigos, familiares e incluso nuestros hijos o aquellos que se acercan a nosotros.
Conozco muchas personas que otrora fueron muy intensos, con mucha energía y de ellas algunas muy tempranamente y otras no tanto, comenzaron a “desinflarse”, se pincharon, como se dice coloquialmente en los barrios de Buenos Aires y que quede claro, no me refiero con ello a adquirir algunos kilos de más, perder el cabello, comenzar a usar anteojos o simplemente ser más lento en la forma de pensar o responder con el paso del tiempo, sino que a mi parecer es como si terminaran entregándose al tiempo, renunciando a lo que puede ser, pierden el cinismo que los caracterizaba y la característica principal es la falta de exigencia alarmante ante todo. Por citar algunos ejemplos: no exigen que un gobierno satisfaga alguna necesidad básica, ó que una gracia sea humorística y los hagan reír; no exigen que una película o programa de TV sea cautivante para toda su vida; especialmente no se exigen ellos. En definitiva y para no hacerla larga, no exigen nada de nada. El reflejo inmediato está a simple vista en el espejo, pero ya ni en eso se fijan y todo comienza con una camisa mal abrochada o por fuera del pantalón, la mirada perdida y con desgano, se sientan mal en las mesas, pierden el ánimo de seleccionar adecuadamente las palabras que van a utilizar coloquialmente; no se toman ese tiempo, prefieren que la cara, las manos, sus expresiones y pensamientos sean laxos. La consecuencia es conocida por todos, el discurso concatena en palabras yuxtapuestas que se asemejan a una persona intentando cruzar un arroyo de poco caudal saltando de piedra en pierda sin saber cuál va a ser la otra y claro…  todo eso con el paso del tiempo deriva en las clásicas repetición de anécdotas o momentos.
Si te está sucediendo algo parecido a lo que relato, te pido por favor, anotá lo que contás, pensá cuando hablás y contás una historia o suceso, pero no por vos, sino por nosotros que te queremos y te escuchamos, nos vas a ayudar, te vas a ayudar ¿Por qué digo esto? A veces acontece por decadencia propia, pero muchas otras es por egoísmo que suceden esas cosas. Ese egoísmo de dejarse estar sin pensar que uno ocupa un lugar en el mundo y lo comparte con otros que lo miran, conviven y hasta lo quieren. Y aunque no tengas para quién, tenés que pensar que siempre uno hay. Igual, tranquilos, muchas personas (quizás nosotros, agregaría al relato del tío) creen que no son así y  son así… el mundo se caracteriza por tener personas que creen que no son de una manera y terminan siéndolo. El otro día hice una prueba preguntando: ¿A quién le gusta la democracia? Y todos levantaron la mano, cuando en realidad no a todos les gusta, quizás sólo les gusta un ideal partidario o los atributos constitucionales…

Alguna vez nos hemos preguntado: ¿Yo soy interesante? Y claro, uno automáticamente piensa en fiestas o eventos donde coloquialmente lleva el diálogo, impone premisas o simplemente es escuchado cada vez que aparece la oportunidad de meter bocado, la duda forma parte de ese bagaje de cortesías para uno mismo y siempre es un sano ensayo que considero bien.

martes, 15 de diciembre de 2015

Tiempos de cambio (Tempi di mierda)…

Cambio según la Real Academia Española (RAE) proviene del lat. tardío cambium y significa la acción o efecto de cambiar.
Quiero dejar en claro que a continuación voy  expresar mi parecer sobre los tiempos políticos que acontecen en mi país, en el lenguaje más coloquial y de barrio posible, imaginando que estoy en una sobremesa y no dando cátedras o exponiendo competencias lingüísticas , de manera tal que está a tiempo de poder retirarse e invertir su tiempo en mejores cosas que esta…
Desde la revolución francesa hasta ahora, en tiempos modernos, por llamarlos de algún modo, pero haciendo especial énfasis en este presente que nos toca vivir a nosotros, cuando hablamos de cambio, nos referimos a la posibilidad latente de enfrentarnos a los privilegios ganados en la historia por los poderosos, me refiero a la posibilidad de ir acrecentando los derechos de los que menos tienen, siendo más claro, la chance de poner en tela de juicio a la naturaleza misma de la sociedad capitalista, la sociedad de consumo; entiendo yo que todo eso es el cambio… oponerse incluso a las voluntades de aquellas naciones que en estos tiempos son las que generan las crisis, las que producen las guerras, las que se encargan de vender las armas.
Sin darnos cuenta, todo eso forma un bando, junto a las corporaciones, juntas, son entidades que generan una gran injusticia, una gran desproporción en las distribuciones… y cambiar… cuando uno dice “cambiemos”, está refiriéndose a eso, está pensando, no desde ahora, sino desde hace 200 años, está pensando en eso, en enfrentar a todo aquello que genera injusticia.
Creo que hace un tiempo en mi país se vivieron momentos de ese cambio, se está viviendo ese cambio en muchos jóvenes y no tanto; ahora pues, a Ud. puede que no le guste éste o aquel ángulo de gestión, es totalmente comprensible, pero evidentemente estamos en un momento histórico donde ese cambio se está produciendo.
Ahora bien, si Ud. le pone ese mismo nombre al retroceso, si Ud. le pone el mismo nombre al movimiento que es volver a hacernos conservadores, repetir el neoliberalismo más salvaje y encolumnarnos detrás, justamente de los que están produciendo esos fenómenos a los que el cambio se opone, me ha llevado a la conclusión que nos encontramos ante un fuerte problema técnico de nomenclatura… llamamos cambio, justamente a lo que se opone, a lo que occidente o el mundo entero está llamando cambio desde hace por lo menos tres siglos.
No sólo me parece raro, sino que a su vez me produce una gran perplejidad, porque he vivido como espectador una gran lucha por los nombretes, que resultó ser una parte importante de la lucha política en esta despolitizada lucha política de los últimos tiempos, donde parece que primero prevalece el que se apropia de una palabra, el que aparenta más felicidad ante un retruque o el que acierta  con los colores y me preguntaba: ¿Por qué? Y la respuesta llegó simple y sin condicionantes, es porque en realidad no hay una verdadera discusión política y me parece que convertir una verdadera discusión política en una “no discusión política” resultó ser uno de los grandes aciertos publicitarios del partido que hoy mismo gobierna.
Cada vez que pronuncio la palabra cambio, siento que no es mía, que la perdí con su verdadera magnitud, que les pertenece o se la apropiaron otros, indebidamente, es como me que dijeron (aplausos de por medio) bueno, tenemos que cambiar… y volviera todo al gobierno de Bartolomé Mitre… sin dudas es un cambio, pero lo considero un cambio hacia atrás. De todos modos, alguien me podrá decir, antes era todo mejor… Bueno, aprecio la observación… empero, discutámoslo…
Al mismo tiempo de todo esto, aparecieron (o se reflotaron) y la sociedad se ha apropiado de palabras y conceptos como pueblo o la figura de Perón, que en los 90 no tengo recuerdos de escuchar tanto o tan fuerte como ahora. Lo que voy a decir es con total respeto, pero verlo al Ing. Macri parado al lado de un monumento de Perón, con su pose tan firme y aristocrática, sin peronistas de cepa al lado suyo, me hizo sentir desubicado a mi, cuando a priori, uno tiende a pensar que él debería serlo. Aa eso, amigos mío, a eso mismo le tengo temor, a vivir en una perpetua desubicación, tengo que acostumbrarme  a vivir en un mundo de desubicación y de reconsideración de cada palabra que salga de mi boca, quizás pensar en Perón de otra manera o en la palabra cambio de manera diferente, intelectualizar la palabra progresismo de otra forma y aprender a vivir un poco raro.
No soy partidario de sembrar el miedo, más bien cosecho el miedo que otros han sembrado, jamás propongo tener miedo, solo advierto que hay algunas cosa que a mí personalmente me mete un  poco de miedo, confesar el miedo propio no es sembrar terror, eso quiero dejar en claro.

Si hay algo que debo confesarles, perdí la capacidad de odio, tipos que están en las antípodas o son mi negativo personal, no puedo odiarlos y siendo tan difícil vivir, que enojarse o ponerse mal, por los motivos que sean, odiarse o decirse cosas para molestar al otro, me hace preguntarme ¿Para qué?... me leo y no me creo mucho, pero con el tiempo uno se conoce y llegué a la conclusión de que eso me hace más eficaz como persona.