miércoles, 30 de septiembre de 2009

No cuenten conmigo…

Yo estoy convencido que él nunca se percató de que estaba al tanto de lo que sucedía, empero eso no cambió nada, y el evento sucedió como lamentablemente iba a terminar, de todas maneras dudo haber tenido el valor para evitar tan lamentable suceso…
Volvía de la facultad un sábado al medio día en el asiento de atrás de todo en el bondi pero del lado contrario al que me gusta viajar, es decir, del lado del conductor, iba escuchando música con mi celular cuando de repente me percaté de esa anomalía que debe suceder de cuando en cuando. Atónito (y debido al sueño) refregué mis ojos para corroborar que no estaba en un error, pero el resultado fue el mismo, allí estaba él, delante mío… mejor dicho, abajo y por delante de mí. Llevaba puesta una remera negra y uno jeans bastante añejos, lo había visto cuando caminaba enfilando para aquel asiento vacío que me permitiría el retorno “cómodo” hacia mi casa tras una hora de viaje.
Le había visto una cara llamativa y conocida de algún lado, pero mis tres horas de sueño y esas tres horas de clase anularon toda mi capacidad de pensar, de todas maneras su cara y sus ojos me resultaron familiar de alguna forma. Preferí no darle mayor importancia y proseguir con el ritual de sacar los auriculares y poner algún disco que hiciera más ameno el viaje de regreso a casa.
Pasado un buen trecho y ya a la altura de la Plaza Flores, fue que observé aquella anomalía… allí estaba realizando los pasos de una gran danza cósmica coreografiada por la gravedad, peleando por ganar cada centímetro de altitud y con la meta fijada en llegar a la cima, como si su vida dependiese de ello. No podía creer lo que miraba, así que refregué mis ojos por segunda vez en ese viaje para cerciorar que lo que veía era estrictamente la realidad… pues era así, estaba siendo observador de un hecho casi insólito y del cual pocas personas se animarían a contra como una anécdota.
El tema es que una vez superada la remara tenía un gran valle hacia arriba que lentamente realizaba, como pensando cada paso y tratando de no ser visto (cosa difícil) o al menos presentido. Debo dar fé de que la situación se me tornó un poco extraña y sentía la necesidad de avisar todo lo que veía, pero por otro lado temía ser victima de la indiferencia y de las burlas de los demás. Al mirar por la ventana ya me dí cuenta que ya estaba a la altura de la Avenida Nazca.
Desconozco que fue lo que lo impulsó a pegar un salto, pero le sirvió para acercarse a su objetivo, el espanto me ganaba y las ganas de no estar crecían tras cada segundo, sinceramente hubiese preferido haber tomado otro bondi o bajarme allí mismo, intenté refugiarme en mi música y en alegrías que aún sangraban, pero aquel hecho bloqueaba cualquier intento de distracción y como siempre fui bastante fisgón, fue imposible dejar de ver lo inevitable.
El Bondi ya estaba por la calle Santiago de las Carreras cuando insospechablemente estaba llegando a su línea de llegada, unos obstáculos constituidos en forma de pelos y ya había llegado a la nuca de aquella persona conocida (mejor dicho familiar a la vista), y conseguido una posición por donde avanzar y desovar.
Esa persona bajó en la parada siguiente, mientras yo pensaba que pude haber sido víctima (como él) de un bicho como ese.
Por las dudas al llegar a casa me pasé el peine fino, no vaya a ser cosa que me ligue unos piojos por viajar en el transporte público automotor.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Milagros IV…

Esperas toda una vida para encontrar a alguien que te comprenda,

que te acepte tal como eres. Al final, descubres que ese alguien,

durante todo el camino, has sido TÚ MISMO.

Richard Bach.

Después de hablar por teléfono cuando salía de la facu y me dirigía a tomar el bondi, me quedé pensando en lo que me dijo: “preparate que te voy a sorprender”. Pero el cansancio ganó y aprovechando que viajaba sentado, el sueño me estafó y así dormí hasta casi la parada en donde tenía que bajar, increíblemente no seguí de largo, debe haber una suerte de alarma corporal en esos casos.

Extraña sorpresa me llevé al caminar los 80 metros hacia mi casa, un auto azul metalizado con alguien arriba estaba en la entrada de garage, de ese auto se bajó e interceptó Milagros, me abrazó con fuerza y me saludó. A todo esto yo estaba anonadado. Agarrá algo de ropa que nos vamos a Tandil, yo te invito, me dijo con toda la ilusión encima de sus palabras. Llegué a titubear un pero… y ví como su cara se transformó… fue demasiado, así que no me quedó otra alternativa que agarrar algo de ropa y los últimos ahorros que quedaban en ese rincón que sólo yo conozco.

-Manejo yo nena, le dije mientras tiraba las cosas atrás.

-Ni en pedo, el auto es mío y lo manejo sólo yo, me dijo con ímpetu.

-Yo conozco la ruta y sus bardos, además, ¿cuántos viajes a Tandil hiciste?, le pregunté.

-Ninguno, respondió.

-Bueno yo hice algunos más que vos, así que vas a tener que dejarme a mi, además vos salís de laburar.

Luego de unos minutos de discusión, accedió a dejarme el volante a mi, aunque insistía en ir por la RN3, jamás me gustó esa ruta, es muy peligrosa, y como el capitán de ese viaje era yo ahora, decidí ir por la RP30, como siempre hice y como siempre haré. Hicimos combustible antes de subir a la Richieri y con el mate listo, zarpamos escuchando Aspen hasta donde dió y luego algo de música de mi mp3. En la ruta siempre se logra una comunión entre los que viajan y la verdad que Milagros era una excelente copiloto, cebaba el mate cuando debía cebarlo, le cambiaba la yerba cuando era menester y siempre estuvo atenta a cada pueblo por el que pasamos. Al llegar a Rauch como ya es costumbre paramos a cenar algo. Menos mal que llevamos algo de abrigo, por que el viento era terrible, luego de comer, llenamos el termo y emprendimos los 100 km que faltaban para llegar a destino. Noche sin luna, poco tránsito y con una velocidad de crucero perfecta. No me pude resistir a parar en medio de la ruta con ella y mirar el cielo. La Vía Láctea estaba como nunca, allí salió la primera foto del viaje.

Al llegar fuimos a buscar un hotel para quedarnos, luego de dejar las cosas allí, salimos al centro a tomar algo y de ahí nos fuimos al Parque Independencia a ver la ciudad desde el mirador. Extraña atmósfera flotaba en ese momento, como si fuese nostálgico, como si algo iba a pasar… y terminó pasando finalmente. Algo confundido por mi parte, y luego de caminar un poco por allí, volvimos al hotel.

A la mañana siguiente, nos bañamos y bajamos a desayunar.

-¿Dónde querés ir?, le pregunté.

-Vamos a donde vos quieras, vos sos mi guía.

Cuando terminamos el desayuno, la llevé al cerro La Movediza, me extrañó la poca gente, subimos y le conté un poco como fue hecha la réplica de la mística piedra, pasamos un buen rato ahí, el mediodía no tardó en llegar, y se me ocurrió ir al cerro Centinela para que comamos productos regionales. Fue una muy buena idea, quedamos rodando de lo que comimos. Menos mal que estaban las aerosillas, sino dudo que hayamos podido subir. Una vez arriba, nos divertimos mucho charlando y sacando fotos. Finalizado el paseo, el mate no se hizo esperar y disfrutamos un hermoso atardecer serrano, contándonos vivencias varias y abrazándonos vimos como el astro rey partía para volver la mañana siguiente.

Después de cenar y pese al frío salimos a caminar por el dique y no satisfechos con eso, escalamos hasta el Quijote, era la primera vez que veía la ciudad desde ahí de noche.

-¿Esto es lo que buscás vos cuando decís que querés venir a vivir acá?.

-En realidad no quiero venir a esta ciudad específicamente, pero se asemeja mucho a lo que busco para mi y mi futuro. Respondí mirando la nada.

-Creeme que ahora te entiendo Ro, me dijo y se sentó a los pies de Sancho Panza a fumar un cigarrillo. Yo por mi lado, salí a caminar por el sendero que lleva a la parte más alta de aquella sierra y en la soledad más grande y con la obscuridad de cómplice, empecé a llorar.

Si subir no fue fácil, bajar no estuvo muy lejos, cuando llegamos al hotel ambos estábamos destruidos y ni bien nos acostamos, los dos nos quedamos dormidos.

Al amanecer, mientras ella dormía, aproveché para bañarme, planear el resto del día, y la hora de regreso. Y planificar lo que ya hace tiempo venía pensando y nunca pude concretar como sería.

Al salir, Milagros ya estaba despierta, me saludó y me abrazó muy fuerte, acto seguido, entró a bañarse. Cagamos, pensé, se avivó.

La esperé con el desayuno en el comedor, hablamos muy poco, agarramos las cosas, las cargamos en el auto y de ahí fuimos al cerro El Calvario y después de allí al cerro San Martín, donde comimos unos sándwich de jamón y queso, ya a esa altura estábamos hablando con normalidad. Luego fuimos a caminar por el centro, ella se dedicó a comprar cosas para llevar a la familia y amigo, yo me aboqué a fumar y pensar. Un mensaje del Rifle cortó la meditación y brindó un poco de ánimo para seguir adelante.

-Mirá lo que te compré, me dijo ella con un portarretrato artesanal.

-Es justo que tenga una foto tuya en él che, le respondí.

-Bueno, pero ahora no, vamos a ese negocio que ví algo que me encantó, y enseguida apuntó para aquel local.

Después del paseo de compras por el centro y ya con la tarde yéndose, salimos despacio a la ruta, saliendo de la ciudad paramos en una estación de servicio para llenar el tanque. En las inmediaciones había unas construcciones sin terminar y no sé por que fui para allá, Milagros me siguió.

-Que lugar raro este, ¿no?, me dijo.

-Si tenés razón, a ver, parate allá que te saco una foto.

-¿Acá está bien?, me preguntó.

-Si, quedate así.

Y allí mismo le saqué la última foto de aquel viaje.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Buscando…

Tu misión es el sendero luminoso que sigues,
no importa lo obscura que pueda caer la noche.
Richard Bach.

El buscador muchas veces se esconde a sí mismo lo que busca y ahí es donde se pone complejo el asunto.
Se encendió una llama y un nuevo amanecer, me encontró despierto nuevamente, el humo del cigarrillo dibujaba figuras en el aire, desvaneciendo algunas sombras del ayer, y otra vez la busqué en mi memoria y la historia volvió a tener el mismo final.
Dolor. Mucho dolor. No tenía muchas ganas de dormir. Quería enfrentarme a todo este dolor que además se acrecentó con una contractura que llevaba varios días haciéndome sentir inservible. No hay esperanza. No hay expectativa. No hay camino ni receta para todo ese mal. No hay pócima que lo remedie, porque no es algo a remediar. Eso es lo extraño, simple y extraordinario del dolor. Uno no tiene que buscar soluciones, aunque a veces se torne menester. Uno no puede rebelarse sin sentirlo, no puede luchar contra él sin que éste se torne más y más poderoso. Toda energía empleada en tapar el dolor se vuelve contra quien la emplea, hasta se puede notar en el ánimo de aquellos que llevan a cabo esta práctica. Al huir de él te aferras a él, convirtiéndolo en algo mudo, negado y profundo, es una suerte de contrato de palabra, nada está escrito, pero lo conocemos, allí está. Uno sólo puede invitarlo a pasar, tratarlo como al mejor de los huéspedes, y despedirlo agradecido (o no tanto) cuando decida marcharse; porque sólo entonces habrá cumplido su función, la sepamos sentir o no. El mayor acto de transmutación que yo he conocido frente al dolor, la forma más rápida de transformarlo en luz, es aceptarlo plenamente, saber cantar, bailar, pensar, fotografiar, escribir, hundirse, pintar y colaborar con lo inevitable. Cuando duele, duele. Sin explicaciones. Sin conclusiones. Sin culpables. Sin consuelos. Ese es, misteriosamente, el principio y el final del dolor.
El buscador muchas veces se esconde a sí mismo lo que busca y ahí es donde se pone complejo el asunto. Por eso un excelente principio es comprender al dolor, explorarlo y eso pocos buscadores lo pueden realizar al ciento por ciento.
El pensamiento no es más que un relámpago en medio de una larga noche, y aquel cigarro ya estaba consumido en mis dedos. Encendí otro mientras seguía pensando y observando las figuras que creaba el humo.
Y aunque traté de encontrar una respuesta en mi interior, sé que a veces no puedo cambiar lo que yo soy, y escuché de repente tu voz como un eco en la distancia sin cesar, detrás de tu imagen, difusa, semi obscura y borrosa, pude leer la historia de un cuento sin final, caminando hacia el olvido, un amor perdido se aferraba a los caminos de tu piel, de mi piel.
Y es así, el tiempo calma las heridas (al menos en apariencias), y es inevitable que mil preguntas sin respuesta queden, y algún día en este camino estoy seguro que nos volveremos a cruzar, allí nuestros ojos reflejando la verdad y con el susurro mi voz en tiempo pasado, que se aleja como los hace el viento cuando corre por las sierras, nos abrazaremos.
El buscador muchas veces se esconde a sí mismo lo que busca y ahí es donde se pone complejo el asunto. A mi me pasó esa mañana cuando intente encontrar lo que buscaba pensando.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ella y él…

Mientras él miraba anonadado a la bailarina en esa cajita de música haciendo los ya repetidos pasos, una imagen fugaz le atravesó el cerebro, como a veces pasa cuando uno no está pensando en nada y se viene un recuerdo, un olor, antojo o sabor, así nomás, imprevisto, casi imperceptible.
Y en esa imagen estaba ella escondida entre nubes esperándolo a él, y por otro lado se encontraba él haciéndose el desentendido, evitando algunas pleitesías, quizás por desinterés, o tal vez por esa bicharrea que se nos dá a veces a los hombres de hacerse desear, la verdad es que a ciencia cierta no lo sé bien, por otro lado poco me importa. Es por ello que cerró la cajita musical y se dispuso a tomar un café bien cargado y sin azúcar, como siempre tomó y como a nadie le gusta.
Un tic-tac marcaba el incesante paso del tiempo, y ese lápiz delante de la hoja no quería hablar, prendió un cigarrillo, y de nuevo esa imagen de vuelta. Ella con todo ese amor guardado y él con esas ganas de emprender algo de nuevo, como si esa fuese la forma de volver el tiempo atrás, como si el mes de octubre estuviese destinado a ese reencuentro de aquella alma enceguecida de amor y su amor imposible. Imágenes de Cumbres Borrascosas o de un Cinema Paradiso tal vez estén a la altura “descriptiva” de lo que ella espera/siente.
Y agrandando el libro de bitácoras esa noche precisamente invocando recuerdos de un mes de abril y yuxtaponiéndolo con frases que adornaban oraciones inclementes de un pasado pisado, olvidado, oxidados por el traspase de la espada del tiempo, aquella misma espada que le dejó una cicatriz, pero no a él precisamente; se prestó a la inagotable tarea de revolver escombros y allí mismo encontró escritos sin nombres que seguramente servirán a la perfección cuando la misión sea la de conquistar un corazón que no se cansa de latir por él y que enfebrecido espera un dramático desenlace, para así de una vez, terminar con el sabor dulce de la victoria entre sus labios o con el amargo y doloroso veneno de perder en el torrente de su sangre.
Se le vino una decantación de ideas y nombró al universo, escribió como si conociese apenas la milésima parte de lo que no conoce pero intenta describir con palabras que pueden parecer profundas, según quien lo mire, claro está. Se cuestionaba cosas que él ya conocía, se preguntaba con la respuesta en la cabeza. Pero como sucede en esas ocasiones, gracias al paso del tiempo, el café perdió su temperatura. Ni un sorbo pudo darle, pues cansado de habladurías se dejó vencer por el inefable sueño que agazapado y sin que él lo notara fue moviendo pieza a pieza en el ajedrez de su cabeza, capturando al rey y ganando por knock out.
Despertó por el sonido del despertador que le sonó similar al de la caja de musical, pero claro, ahí está el truco, sabiendo lo que ella siente es fácil saber como actuar. Se despabiló, se enjuagó la cara y comparó lo escrito con la belleza de una rosa, como si ese fuese el final que cerraría su idea.
Amargo mi desengaño cuando llegué al final, no estaba a la altura de lo que esperaba, pero seguramente a él le cuadró perfecto, a quien corresponda le cerrará a la perfección y por eso lo finalizó así.
De todas maneras sabe y supo que ella muere por él.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desaparecidos…

¿Te pusiste a pensar alguna vez sobre las personas que te rodean?. ¿Son los mismos de siempre?. ¿Pensás alguna vez en aquellas personas que antes estaban incondicionalmente y hoy brillan pos su ausencia o ya no forman parte de tu vida?. ¿Realmente lo hiciste con espíritu crítico?. ¿Indagaste el por qué no están?. ¿Pensaste que iban a estar para siempre?. ¿Qué pasó?.
¿Te desilusionaste alguna vez?, a mi me pasó varias veces. ¡Bien!. Eso nos pasa por caer siempre en la trampa de la ilusión, tendremos que desilusionarnos del todo y aprender algo positivo, ¿no te parece?. ¿Te cansaste?, yo muchas veces. ¡Bien!. Ahora podemos descansar.
Últimamente no me gustan las medias tintas, estoy muy intolerante con algunas personas y hechos. Y es por eso que he optado por usar una de mis palabras preferidas y que recientemente he aprendido, "ahora". Por eso me gusta cerrar las cosas que no existen en el ahora para que no interfieran.
Con algunos de mis “enemigos” últimamente me abracé, me he reencontrado con otros amigos que hace mucho no veía y hasta compartimos algunas cosas juntos. Me dediqué a tratar de ver más a mis amigos cercanos y a no permitirme alejarme mucho de la gente que quiero tener cerca, que me alimenta, que me hace crecer, por otro lado es un orgullo contarles que ya no hay karma alguno en mi vida… llevó tiempo, pero no me quejo de los resultados.
Cuanta gente que nos acompañó un rato en nuestra vidas, algunos fueron figuras fugaces, otras perfilaban permanecer siempre al lado y hoy no están… ufff se me vienen a la cabeza un sin fin de nombres y momentos que he compartido con pasajeros ocasionales de este tren. Hoy me pregunté por todos y cada uno de ellos, bah… para ser sincero de los que me acordé.
¿Te preguntaste dónde están?. ¿Sabés algo de sus vidas?. ¿Intentaste un reencuentro?. ¿Te interesa aún algo de alguien que estuvo contigo?. Todo esto me pregunté y asombrosamente un infinito abanico de ideas fueron emanando de mi cabeza, algunas hasta increíbles. Para variar mi mente empezó a fabricar imágenes de cómo serían esos reencuentros, de que hablaríamos, del pasado que nos unió y del futuro siempre incierto, máxime cuando se trata de encuentros lejanos o cercanos que más que reencuentros son hallazgos.
Y algunos fueron hallazgos de verdad, otros se dieron en esa época de "cataclismos sanitarios" y "apocalipsis porcino", igualmente esas épocas no fueron un pretexto para que nos alejemos demasiado de las cosas que disfrutamos siempre saborear.
Y si vos sentís o pensás que formás parte de mi lista de desaparecidos, tenés que saber que yo te espero en Lugano, como siempre, tosiendo en el codo y con alcohol en gel en la puerta (por las dudas haya un rebrote). Las anécdotas, vivencias nuevas/viejas, los mates (en tiempo presente pero con sabor a pasado), la escritura, las fotografías (viejas y no tanto), los asados y las canciones, no parecen contagiar nada irreparable. A lo sumo, recuerdos y nostalgias varias... que nunca vienen del todo mal.