Yo no digo nada últimamente, pero ya no quiero tampoco impedir que nada sea dicho. Cada vez me gusta más estar vivo (pero reconozco que hay días y a veces meses que no).
A veces estoy feliz, otras triste. Son estos, estados de ánimo cíclicos y efímeros debo reconocerlo.
El otro día recordé que hasta hace un tiempo, la mayor parte de mi familia pensaba que yo buscaba y quería reafirmar mi ego contra el mundo, que sólo era un nene chiquito y “mimado” que quería llamar la atención o que tenía una suerte de espíritu “cheguevarista” de querer cambiar el mundo. Y sin dudas hay mucho de verdad en todo eso, aunque como en todo, nunca lo sentí así. A veces pienso que en realidad estaba intentando saber quién era YO, por qué estaba acá, cuál era mi misión; y para ello hubo un tiempo en que quise alejarme, interiormente, todo lo que pudiera de mi cultura, de mi entorno, de mi familia, de mis amigos, tratar de alguna forma de entender el mundo que los humanos habían creado, y que para mí aún hoy me parece extraño y limitado en muchas cosas.
Aprendí a ser una estrella (aquella que vio a aquel viajero solitario) y a ser un mendigo. Aprendí a invocar aliados (aunque no siempre acudieron), aprendí también a competir contra mí mismo, a matarme, a volar, a estar en más de un sitio a la vez, a viajar tan rápido que la luz, a ver todo lo que quisiese, siempre, de forma nueva y distinta, y aprendí poco a poco a sentirme bien en mi soledad. Y entonces comencé a crear el universo, a saber que, como vos, soy el sumo hacedor de todo cuanto existe y quiera que exista.
Pero aún tenía que lidiar con esa soledad. Sin embargo, junto con ella, hallé uno de los más hermosos regalos que la providencia me ha dado, en ella descubrí que la soledad es casi siempre ilusoria. Con ella comencé un viaje iniciático, a través de todas las sombras, abismos, temores, ilusiones, luces, vendavales, y alegrías, en busca de una suerte de santo grial. Y allí encontré que todo es tan real o irreal como estas palabras que lees ahora mismo.
Ahora, siempre que alguien me viene con un planteo de cualquier índole, con una duda que le provoca ansias de saber, con una situación de mierda de la que no sabe salir, le recomiendo (si esa persona vale la pena) un ejercicio que para mí fue decisivo, y que desarrollé a partir de mi soledad y mi profundo desarraigo interior.
Es un camino largo, pero de forma sencilla y con imaginación, se puede hacer en un instante.
Si te sentís muy sólo no huyas de tu soledad, no te juntes con gente que no te entiende, no empieces a hacer cosas que no te gustan sólo para transitar un sendero esquivo a tus ansias, no te conformes con una relación que no te hace abrirte, descubrirte, y evolucionar. Tampoco la asumas.
No es cierto que todos nacemos solos y morimos solos, o quizás es cierto, pero no de la manera en la que se suele decir, porque llevamos con nosotros el universo entero, y a todos los seres que han existido, que existen, y que existirán. Mirala de frente a tu soledad, saltá al vacío aunque tengas vértigo y miedo, adéntrate en ella (y con ella), y salí por el otro lado. Allí, amigo, amiga, estamos todos.
Digamos: - ¡Hola!.
En latín soledad significa con el sol adentro.