sábado, 6 de septiembre de 2008

El lobo de mar…

Aquel viejo lobo de mar lo vi, en la taberna de aquel antiguo y olvidado puerto, y es que en esos lugares es donde comienzan las historias verídicas. Naufragó en un baso de escocés bien añejo y fuerte, el barco en el que iba a viajar ya partió (yo vi como lo dejaba ir), se quedó bien solo (como ya era costumbre). Y pidío un trago más, para llorar en él, historias locas de tempestades, de amoríos, de naufragios, de despedidas, de soledades, de sol, de calor y de puertos.
En su pecho hace muchos años se hizo tatuar a su fiel amor, que desde entonces nunca lo dejó ni lo dejará.
Y con su ronca, vieja y hastiada voz canta una canción que sólo canta él y que sólo él conoce y es para aquel amor. Esa canción resultó (para mi) una suerte de pentagrama que sólo él conoce, que sólo él sabe, que nadie podría interpretar.
Y vaya si su melodía era linda, sus voz, su canción, todo retumbaba en aquel bar, las charlas se interrumpieron, lo único que sonaba era su canto, todos observábamos, la mayoría con desagrado, yo lo miraba con cierta admiración, con agrado, con alegría, con esperanzas. De repente se paró y comenzó a bailar.

Baila, baila viejo lobo de mar, baila para ella, baila viejo lobo de mar para nosotros.

Y yo me encontraba en un lugar un poco obscuro de esa taberna y lo veía bailar tan feliz, como si ella estuviese bailando con el.
Su canto acompañándolo con aquel ritmo que marcaba sus días de dolor, de angustia y de mucho penar. Por momentos, parecía que lentamente se alejaba de aquella taberna, y fijo su mirar en ese faro que acompañó su vida, que iluminó las olas del mar, ese testigo de que sufre y que ama en sus noches de intenso pesar. Por breves instantes su luz daba hacia la taberna y acompañaba el bailar del viejo lobo de mar, es una imagen difícil de olvidar esa. Yo lo seguía mirando, anonadado, con gran admiración e intentaba comprender sus silencios, más aun los silencios de su corazón, pero siempre oyendo la hermosa canción que no dejaba de cantar y esa sonrisa que sólo brota de la felicidad.
De repente ese viejo lobo de mar se volvió hacia mí, yo temblaba (cosa que no es rara en mi) y sin saber que decir sólo espere a que se acercara, cuando finalmente estuvo cerca, muy cerca de mí, sonrió aún más, y una vez más enredado en sus silencios, como atado por un ancla se fue perdiendo en la inmensidad de esa noche, esa noche que lo observaba, como lo hacíamos todos en aquella taberna olvidada en aquel viejo puerto.
El puerto quedo aislado de la taberna, y la taberna de mi, y el viejo lobo de mar de los que allí estaban, no podría ya olvidar su mirar, su bello cantar, me sería inútil querer borrar esa melodía que llevaba aquel lobo tan dentro de su ser, una sonrisa me nació del corazón.
En un instante sin saber como, estaba perdido en la inmensidad de ese muelle, observando aquellas sombras que creaba el farol que marcó sus días, que sabe de sus historias, de sus amores y desamores, que sabe tanto de aquel personaje, miraba atónito las olas que marcaron la melodía de su vivir, de su andar… y de su canto.
Aquel viejo lobo, se perdió en la noche como un barco en un naufragio, y mi ser con él, más me encontré naufragando, abrazado a mil olas oyendo su canción, el faro iluminó por un instante mis pupilas y al irse su brillo, la sombra de ese viejo lobo emergió buscando a su único amor….

Baila, baila viejo lobo de mar, baila para ella, baila viejo lobo de mar para nosotros.

Ya nada podía ser tan perfecto, de eso puedo dar fé, de repente, un paso en falso y la caída fue inevitable, su cabeza fue a dar contra el piso de aquel lugar, la sangre no tardó en derramarse, todos se levantaron a ayudarlo.
Tomé mi abrigo, me puse mi sombrero, me levanté y fumando me fui, no soporté tan terrible final.
Seguramente, con su amor se encontró, a decir verdad, eso espero…

Que así sea.