Cuando más aprendes, es al enfrentar a un oponente que te pueda ganar
Richard Bach.
Ayer cuando te ibas, hubiese querido permanecer abrazado a vos, aunque sea un rato más, hubiese deseado que no te marcharas o hubiera marchado contigo, para no estar contando las horas de tu regreso, que sé no sucederá jamás. Para no encontrarme tan solo y tan vacío, hundiéndome en obscuros abismos donde confluyen el mar de la desesperanza y el mar de la soledad.
Ayer cuando te fuiste, ese loco alegre que vos conocés enfermó de tristeza en el andén de la estación despedida. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Aun así, con su mirada empañada y su corazón en llanta, emprendió un largo camino desconocido y con destino incierto.
Si no te hubieses ido, hoy no estaría inquieto e impaciente. Navegando en un océano de torpezas, donde nada pero nada me alegra. Estas cuatro paredes son testigos fieles de mi insoportable soledad, son como barrotes de prisión, que no dejan escapar tanto amor guardado, tanto amor sincero esperando brotar.
Ayer cuando te ibas, te llevaste contigo mi brújula, y hoy no tengo otro camino más que aquel que me lleva de casa a la facultad.
Ayer cuando te fuiste, borraste del mapa a mi ciudad, me siento solo y perdido, busco algo y no puedo hallarlo, no puedo ubicarme por ningún lugar, doy vueltas en círculo, me hallo para volverme a perder, gasto suelas caminando hacia la nada y aquel pensamiento recurrente susurra...
Que linda fue la forma de despedirte, diciéndote adiós, a el te confío, en el te guardo en el obscuro día del adiós cuando te ibas.
En este sábado gris en el cual me encuentro enfermo tras varios días, decidí colgar una que estaba arrumbada en una vieja carpeta de mi PC y que redescubrí esta tarde. Ojalá les plazca.