viernes, 2 de abril de 2021

Borrador adolescente…

¿Te encontraste alguna vez con alguien en la tristeza? Con mi amigo de verdad nos contamos todo, pero ahora que somos más grandes, nos callamos los detalles. La verdad es que uno se ha peleado con la vida, pero nunca llegó a tranzar con la muerte. De alguna manera él la vivió demasiado pronto, en mi caso, es paso a paso y es la peor de las agonías.
Con los años aprendimos a no desesperar, o a lo mejor, a hacerlo en cuotas, casi de manera metódica; el truco está en que nadie lo note, pero se nota, me pueden creer. Nos encanta distraernos y confundirnos hablando de rutinas, de ciencia y del amor, pero oculto e indecible se encuentra la verdad no revelada, la certeza de una conclusión, o lo que es mejor, la sospecha de una sorpresa que no es tal al rebelarse.
No le busques más vueltas, es esto, nada más. Te entreveras en buscarle un lado positivo a lo que no lo tiene, concluir es lo difícil y lo es porque es demasiado temprano para hacerlo, pero no hay más que descubrir… el mundo es esto, no hay nada más.
En la tristeza se halla indecible la realidad: no todo es como lo soñaste, nada es como lo pensabas, nunca va a cambiar lo que es, siempre ocurre primero lo deforme, la mala suerte existe, aquella canción que retuviste en tu memoria se te va a olvidar, ese frasco siempre va a estar demasiado cerca de aquel borde, la tostada va a caer de esa forma, el aceite siempre va a salpicar, el sistema solar nunca te va a alcanzar, no vamos a volver a ser adolescentes, siempre nos va a doler ella, a la muerte nunca la vamos a superar y aquella promesa jamás la llegaremos a cumplir.
Pero hay algo que nos ata y nos contiene de alguna manera. Hay una esperanza que nos hace continuar ante todo este escenario, que oculta, se manifiesta sorda y muda, se camufla en la esperanza y hace que la voluntad aflore: y eso es el amor. El amor por esa causa perdida, por esa profesión que nos abraza, por ese reclamo eterno, por esa memoria activa, por ese futuro anhelado, por esas ansias de saber y querer compartir, por esa simpleza de mirar al cielo y fascinarse.
¿Sentiste que le robaste una flor negra al tiempo? A mí me pasó dos o tres veces y a pesar de la saliva espesa, las velas rifadas, de ir derivando con el viento en contra, la gozas. Te refugias en las anécdotas y los recuerdos que nunca sobran y siempre convidan calor y refugio. Trepando alto aquella cumbre, durmiendo como podías en aquel banco de estación o corriendo de aquella manada de trolls. Allí estás siempre, ahí estoy yo, con vos y no estamos solos porque estamos.
A veces prendo el equipo de radio y escucho, como cuando tenía catorce años y no me animaba a modular, me escondo y refugio en el QRM de fondo y me alegro con la primera voz que aparece… el mundo es esto, no hay que darle más vueltas. Antes era más fácil, pero había más preguntas. Hoy sobran respuestas y se encarna la sensación de empezar a concluir que el sentido de todo esto no es más que todo esto que sentimos.
¿Sentiste alguna vez que llegaste a entender todo pero te faltan herramientas para describirlo? Pues, bienvenido a este universo. Es siempre loco encontrarte con alguien que llegó a la misma conclusión, a lo mejor es de sabios no decirlo y concluir lo mismo que el otro. Una mirada alcanza, a veces una palabra marca ese punto final… es de atrevidos seguir la retórica cuando entre líneas se entiende el objetivo ¿A dónde querés llegar? Ya se entiende con el silencio, es en vano detallar más.