miércoles, 6 de octubre de 2010

Sábado rojo…

Aquel tubo fluorescente no paraba de parpadear, pero la obscuridad le debía otro favor, en vano era pensar en el funcionamiento de una lámpara de descarga de gas con sus equipos auxiliares y todos los demás etcéteras; la falla de aquel elemento de iluminación era lo menos importante cuando hay un cuerpo tendido en el piso húmedo, gris y caluroso. No terminó de hilar aquel vago pensamiento que la iluminación se normalizó, pero era en vano ya que el sol era el mejor sistema luminotécnico para hacer realidad aquel hecho… un cuerpo sin vida yacía en la amargura de esa avenida.
Su mente se paralizó al igual que su cuerpo, sus ojos permanecieron sin parpadear, un rictus de desesperanza recorrió su rostro y congeló su expresión y el paso del tiempo. Tras unos instantes atinó a acercarse al cuerpo, pero el temor a lo desconocido se apoderó de ella. Pensó que lo mejor sería dar aviso a las autoridades, empero temió que lo liguen a aquel nefasto suceso. ¿Qué hacer?, se planteaba mientras permanecía inmóvil, de repente el sonido de un teléfono celular la devolvió a la realidad. Aquel teléfono no paraba un instante de sonar, el constante sonido comenzó a ponerla cada vez más nerviosa, se le metía por los oídos y le trepanaba el cuerpo entero.
No tardó la multitud en aglutinarse en torno al nefasto espectáculo, unos metros más allá yacía un motociclista con el cráneo roto, sin dudas la sangre era el espectáculo mórbido y trágico de aquel sábado por la tarde. Una sirena a lo lejos, un policía cortando el tránsito; una persona con un gesto afable pero imperioso proponía a los transeúntes desesperados en saber que pasaba que se alejen lo suficiente como para que el aire circulara en torno al cuerpo y al motociclista.
La ambulancia llegó como pudo y a los tumbos el médico intentó asistir al cuerpo para corroborar lo que todos temían y nadie se animaba a decir, aquel cuerpo era sólo eso y ya no era una persona, como la definición de cuarto grado que dictaba la maestra.
La ambulancia se llevó al motociclista y un tiempo después otra llegó a retirar el cuerpo, por alguna razón la gente permanecía allí, nadie conocía a las víctimas de aquel trágico accidente, sin embargo una suerte de fenómeno gravitatorio hacía que nadie se alejara mucho del lugar.
El tránsito permaneció restringido en ambos carriles de la avenida por cuestión de cuatro horas a la espera de un fiscal de turno que autorice el secuestro del rodado y una vez ocurrido eso, inspeccione de manera preliminar las fotografías sacadas por los peritos de la comisaría 48. Al haber cumplido el protocolo policial y judicial, lentamente todo volvió a la normalidad a pesar de que la sangre ya estaba endurecida por el calor radiante del Sol sobre la capa asfáltica; los patrulleros se fueron y la gente después de quedarse un rato charlando sobre teorías de lo ocurrido y realidades fantasiosas de lo que no ocurrió, volvió a su rutina habitual con un tema nuevo para exponer en todo aquel cónclave que sirviera de pretexto para manifestar la “novedad” acontecida en el barrio.
Yo esto lo sé muy bien por que me lo contó Doña Juana, que estaba justo en la esquina y pudo ver lo que aconteció cuando volvía del kiosco de Maxi por que fue a comprar unos chupetines para sus nietos.