sábado, 16 de agosto de 2008

Sobre enojos…

¿Qué es morir sino perder el "yo", la memoria de "nuestra" vida?.
¿Qué vida decidimos vivir?. ¿Qué historia nos estamos contando, escribiendo o inventando?. ¿Qué mundo creamos al levantarnos cada mañana?...
Cuando nos enojamos mucho con alguien se abre una puerta en nuestro interior y se enciende una pequeña lamparita, esa puerta nos conduce a un lugar insospechado en nosotros, un lugar que debemos conquistar para enfrentarnos de lleno con lo que somos.
Uno siempre se enfada uno mismo, con esa parte suya con la que está en pie de guerra. Esa parte que no comprendemos, que no nos animamos a explorar, que nos da vergüenza, miedo o como queráis llamarlo.
"El otro" siempre sos "vos". Si aceptas en ese "otro" lo que te enoja o molesta, si aprendes también a quererlo, a comprenderlo, entonces descubrirás que al enojarte o molestarte sólo te escondías de vos mismo. El enojo, en el fondo, es un acto altivo en el que uno se pone a sí mismo por encima de la persona con quien se enoja. Para huir. Para diferenciarse. Para sentirse ajeno y superior (o impotente) a lo que detesta.
Podes quejarte, desahogarte, llorar, expresar tu enojo, tu indignación, putear (nunca esta de más), patalear, vomitar todo el veneno que deseas hasta que la herida quede aparentemente limpia. Es una opción, y desde cierto nivel de conciencia, a veces, es menester y sumamente aliviador. Porque es más saludable que callar o disimular. Creo que las ulceras se reducirían un 50% si muchos se propusieran a hacer eso mismo.
Pero también podes respirar hondo, muy hondo, hasta lo más profundo de tus miedos, de esos abismos, cerrar los ojos, y ver qué viene a decirte ese enojo acerca de vos mismo.
Y ¡Eureka!. Desde esa humildad siempre se halla un tesoro. Reconozco que muchas veces es muy difícil y no es fácil llevarlo a la práctica, aún hoy me lleva mucho trabajo.
Uno no puede controlar lo que "el otro" hace o deja de hacer. Lo único que puede uno decidir es qué hacer ante y con ello. Y si aprendemos a utilizarlo a nuestro favor, descubriremos a un maestro detrás de todo aquel que despierte nuestro enojo.
Yo agradezco profundamente mi encuentro con todas las personas con las que me he enojado en toda mi vida. Gracias a esas personas aprendí en buena parte a hacer las paces conmigo mismo.