sábado, 30 de agosto de 2008

La fiesta… (para pocos)

Llegué a aquella fiesta casi sin interés, aunque la invitación me la habían hecho hace ya un tiempo atrás… más que una fiesta me parecía un velorio, a pesar que la gran cantidad de gente allí presente la pasaba bien.
Me tome el trabajo de tomar una botella de vino y sentarme en un costado a observar bien ese extraño evento. De repente me di cuenta que, entre la paja que tenía y el vino que ya se había bajado misteriosamente a la mitad, el tiempo se hacía eterno, así y todo noté que un watu estaba de choreo, casualmente una billetera fue a parar a su mochila. De prestado llegué a ese lugar, así que no se por que no le advertí al dueño de la misma, andate a la concha de tu madre!, pensé.
Todos somos emigrantes y en esa fiesta uno ya estaba envaselinado… vaya a saber cuantos más seguirían.
La mesa estaba chorreada con cerveza, tenía restos de lo que fue la comida (al decir verdad nunca pude descifrar que se comió en ese lugar). ¿Quien puso la mesa?. Sin lugar a dudas era un desastre. No terminé de pensar eso que se me acabó el vino… la puta madre!, quiero más!!!!. Utilice mi astucia visual, pero nada hallé…¿Quien esconde el vino?, proferí en voz bastante alta, y de repente pase a ser el centro de la fiesta… Acá tenés una botella sin abrir me dijo “uno”. Y todo siguió…
Al rato una chica muy atenta me trajo una porción de torta…¿Cómo comer el postre cuando no hay cuchara?... en fin esa porción se mezclo con los restos de cerveza y “comida” que había sobre la mesa…
Esa gente no podía lo posible, esa gente no pedía lo imposible tampoco, para colmo el invierno es caluroso y la humedad esta nos mata. Entonces entendí que los caballos regalados siempre muerden y que diosito ayuda a los que nos madrugan. Pero estaba todo bien, no pasaba nada, todo era alegría, todo era conmovedor, esa imagen comenzó a girar en elipse… quizás mucho alcohol por hoy.
¿Quién escupió el vino?, ya hastiado pregunte, y al ver que todos se rieron, pensé que ya era el momento adecuado.
Hijos de las grandes y muy felices pascuas, de las piñas por la espalda, me sentía ninguneado, más bien forreado diría, en mi entornos solo había tetras idiotas, masticados, mal dormidos, mal cogidos.

Tomé mi campera y me fui, pues esa fiesta no era para mi.

NOTA: cuando llegué me faltaba la billetera también…