Al renunciar a tener razón surge una extraña y loca (a veces linda) paradoja. Extraigo placer del sufrimiento. Y el tiempo que pienso que he perdido... lo he ganado.
Alguien escribió que la verdad es el mejor camuflaje porque nadie la cree. Así, al disfrazarme de mí mismo, queda oculto lo que soy, lo que todos somos. Y sólo quien acepta el disfraz como la imagen verdadera, se encuentra consigo mismo. Aunque no todos lo advierten y a veces hay que temer de aquellos que lo hagan.
Todos somos reyes, reyes en nuestra vida, que tenemos el poder y la visión sobre ella, aunque se complique más de una vez, aunque no halla ni reino, ni castillo, ni ejercito que nos defienda.
Pero también tenemos esa cualidad, si la descubrimos, de ser todos magos, porque somos los creadores de la "realidad", del mundo, y de ser conciente de que uno crea su propia vida a cada instante y a cada momento, y que toda palabra, todo acto, todo encuentro, toda circunstancia, se puede transmutar en lo que uno desee. Se crea (creamos) una ilusión sin aportar consciencia de la ilusión que nosotros mismos siempre creamos!.
La magia es lo único "real", es la naturaleza misma de la vida. El "adulto", no consciente de la magia, no habiéndose convertido en mago, inventa una historia fantástica en la que él mismo no cree, como consuelo muchas veces.
Y sin embargo, la verdadera magia, una vez descubierta, no se puede perder ya nunca, ya no hay vuelta a tras, es oxidarse o resistir, sin solución ni respuesta.
No hay desilusión posible porque uno es consciente entonces de que todo es ilusión, y uno sabe cómo crear sus propias ilusiones (es el principio de los soñadores). Las ilusiones no son historias para ir a dormir bien, es una revelación y una herramienta para despertar bien (en cualquier momento del día).
Y legará el día en que os digáis: "¿Qué pedir si ya soy todo?"… y ese día…