miércoles, 27 de mayo de 2009

Conductas paragüiles…

El centro no es algo que recomiendo transitar en el verano, mucho menos los días de lluvia a la mañana, calculo que al mediodía o a la tarde ha de ser igual, ya de por si es un caos absoluto, ni hablar de cuando llueve. Hacer una cuadra en auto demora aproximadamente media hora, las veredas se ven amenazadas por turbias aguas que comienzan a aumentar su cota a valores alarmantes, hasta que en cuestión de minutos las veredas se ven tapadas por al menos un milímetro de dicho fluido. Los comerciantes a veces realizan esfuerzos vanos con secadores para evitar que el agua ingrese en sus locales.

Pero el mayor inconveniente más allá de las veredas inundadas, del caos de tránsito, de la merma de transeúntes desprevenidos que se refugian bajo cualquier alero, toldo, balcón, o cornisa que le provea de cierto resguardo de la imprevisible lluvia, son aquellos audaces que enfrentan los embates meteorológicos y salieron armados con un paraguas, un piloto y alguno que otro con botas para la ocasión.

Íbamos platicando al respecto con mi primo el menor, cuando inopinadamente la punta sobresaliente de un paraguas se enganchó en la larga cabellera de éste. ¡Mamita!, lo peor que le puede pasar a mi primo el menor es que algo le suceda en el pelo, una palabrota vociferada hacia el transeúnte; una leve escaramuza y la consiguiente reanudación de la marcha, los incidentes ocurren… en un momento, mi primo decide encender un cilindro de tabaco, pero la humedad en Buenos Aires es cada vez peor; renegando de ésta y de la baja calidad de la piedra del desvencijado encendedor, comenzó una suerte de lucha entre el hombre y aquel artefacto, que llevó varios segundo (varios de verdad), mientras el atendía ese asunto, yo me quedé mirando el panorama descripto con anterioridad.

¡Vaya que hay paraguas!, pero de verdad son muchos, las pequeñas trochas de las veredas del centro, conllevan a constantes choques de peatones ya con un día a pleno sol, jamás me imaginé que la tasa de embestidas aumentaba de manera logarítmica al sumarle aquel elemento de protección contra el agua que las nubes decantan por acumulación y condensación. Yo los miraba atentamente, casi aislado de los insultos que profería mi primo; eran como hormigas, frotándose las antenas, sólo que aquí se chocaban con los paraguas, se decían puteadas en voz baja, y nunca falta la señora que es atropellada por un adolescente que en su afán de refugiarse en algún lado se la llevó puesta por correr y no frenar a tiempo. En una esquina un oportuno vendedor callejero aprovecha el mal tiempo y a viva voz y a los cuatro vientos brama que tiene disponible paraguas a la venta para aquellas personas que no quieren quedarse debajo de algo que los salve de mojarse.

Dependiendo la edad, la gente lleva el paraguas de forma bien distinta, a saber:

*Aquellos menores de 10 años que recién comienzan sus primeras salidas con paraguas, se los ve desentendidos de su uso, prefieren disfrutar más de la lluvia que protegerse de ella, cosa que a mi me parece bien, eso si, cuando las madres lo ordenan, el paraguas a 90 grados respecto del plano horizontal, llámese vereda en éste caso.

*Aquellos entre 10 y 20 años por lo general se los observa desprovistos totalmente de paraguas, salvo algunas excepciones, a las cuales se las puede despreciar numéricamente.

*Entre los 30 y 45 años comienza un desfile incesante de variedades, colores y formas, ya el transitar difiere en esta franja de edades, los más jóvenes tienden a dejarlo perpendicular al suelo (éstos son entre 27 y 35 años), pero algún extraño fenómeno hace que de aquí en adelante las cosas cambien bastante, aquellos que tenían entre 37-42 años realizaban una leve inclinación hacia adelante, aparentemente dicha posición del paraguas, brindaba resguardo de las gotas maliciosa que atacan de frente y de aquellas que prefieren caer en forma clásica, es decir, caída libre de arriba hacia abajo (nunca olvidemos esto) y sin dejarse llevar por la dirección del viento.

*De 45 en adelante, no se puede precisar una posición determinada, ya que calculo yo, comienzan a ser empíricas, hay quienes, dependiendo del lugar, inclinan el paraguas a 45º (a la izquierda o derecha) para que no les caiga el agua de los balcones; también están aquellos que los van cerrando y abriendo a medida que pasan por debajo de alguna edificación, debe tratarse de un aporte al descongestionamiento paragüil de las veredas porteñas, luego admiré a un reducido grupo que adoptaba extrañas siluetas corporales con tal de ser absurdamente reparados de la lluvia por aquellos paraguas que se dejaron vencer por los embates de los vientos y parecen más un desparramo de alambres y tela que cualquier otra cosa imaginable.

¡Ro!, ¡Robert!, ¡PRIMO!, dale loco, sigamos caminando que ya nos falta poco, me dijo mi primo el menor que salió airoso en su anhelo de encender aquel cigarrillo. Sigamos, dije como volviendo de aquel letargo que me dejó perplejo. Mientras caminamos hacia donde íbamos, evité al menos que tres paraguas me dejaran tuerto, en vano fue tratar de esquivar algunos paragüasos en la nuca o en la sien; nos agachamos al menos una veintena de veces para sobrepasar a aquellas personas que caminaban más despacio que nosotros (y poseían menor estatura), no he de negarlo, hasta llegamos a tener una especie de telepatía y realizábamos acciones de sobrepaso en conjunto, como si las hubiéramos practicado, que eran dignas de admirar. A esta altura del relato creo que es vano aclarar que nosotros no utilizábamos paraguas, ya que estamos totalmente en contra respecto al uso del mismo.

Al ingresar al edificio de destino, tristemente pude observar como un violento paraguas le reventó un globo a una pequeña que se divertía viendo como las gotas rozaban para luego caer de él.

miércoles, 20 de mayo de 2009

A la noche (cosas que pasan)…

Eres libre de sonreír en medio de los mayores desafíos y pruebas,
consciente de que has elegido jugar a este juego y de que posees
el dominio de todas las apariencias del planeta.

Richard Bach.


El Rifle fiel a su estilo ácido y directo y parafraseando a Andrés Calamaro, me dijo de manera muy sutil una tarde: “cuidado con las palabras que terminan en INA”, que locura que en aquel momento no lo haya entendido, intenté con un sin fin de palabras que me fueron viniendo al azar, a saber: cocaína, Argentina, mateína, cafeína, endorfina, efedrina, actitud que llevó a un agotamiento prematuro de la paciencia del Rifle y a un corte drástico de las metáforas al hablar en ese momento, pero tenía razón, una palabra en particular se convirtió en un molesto mosquito que interrumpía mis siestas desde hacía un tiempo. Esa noche antes de dormir entendí a que se refería mi amigo. A la noche suele aparecerse diciendo “hola”, o hablándome de esas cosas que hablábamos siempre, otras se me presenta en forma de imágenes fugaces, de vez en cuando se me viene un recuerdo mientras sueño, pero el último fue tan real… levanté mi cabeza de su hombro, la miré a los ojos y le dije: “la verdad que no sé como vas a hacer para vivir sin mi”, ella dio vuelta su cabeza, me miró a los ojos y se sonrió y la puta madre, no es tan gratis mirar a los ojos a una Julieta.
Me desperté y empecé a insultar a mi cabeza por jugarme tan malas pasadas, y lo peor es que siempre me cuesta volver a conciliar el sueño, la almohada con su mal aliento habitual me habla de cosas que no quiero escuchar, me susurra al oído frases con rimas, ideas para escribir, me cuenta historias; y hacer caso omiso a esas palabras se vuelve una suerte de quimera difícil de concretar, me pueden creer.
No lo niego a veces quisiera dormir en camas separadas de mi mismo, para no escucharme, para no verme, para no bancarme más, tal vez así se termine el efecto suelo al que estoy sometido desde ayer, es una sensación rara, es como un mate ya lavado, o un disco muy viejo que se encuentra rayado.
A la noche camino sin rumbo en estos días buscando a mi Julieta en los balcones porteños, y los balcones están vacíos, no hay Julieta, de todas maneras en el sindicato de Romeos jamás me redactaron una respuesta respecto a mi afiliación.
A esta altura del partido ya no sé si salió de mis sueños, si es una creación de mi mente cansada o si es una realidad, pero lo cierto es que aún está metida muy dentro de mi corazón. No hay noche que no busque la receta, fórmula, o pasos para lograr que los sueños que tengo por las noches se conviertan en realidad.
Y aquella pregunta que me planteé la otra noche instantes antes de dormirme, ¿Por qué sigo buscando una lágrima en la arena?, aún sigo sin encontrar la respuesta a tamaño acertijo.
Que bueno verte bien, ya era hora que cambies la cara y de actitud, dice la gente ignorante que no advierte que nada cambió, o si, mejor dicho si cambió algo, y es que aprendí a cambiar mi apariencia dependiendo de la situación.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Cuestión de contexto…

Hoy en la facultad hablaron sobre un tema muy interesante, al menos para mi, se trataba de la lectura del mundo; y la Licenciada muy astutamente nos hizo notar que ésta lectura precede a la lectura de la palabra, dicho esto en sentido literal, más allá de la vinculación dinámica típica del lenguaje y la realidad, me di cuenta de un juego de texto y contexto que más de una vez realicé de forma empírica e inopinadamente.
Haciendo un esfuerzo sobrenatural y apelando a la memoria que aún me queda, me remonté a los primero días de los que tengo memoria en aquella casa donde me nací y me críe. Me veo entonces en aquella casa mediana en Sierra de la Ventana, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran centinelas custodiaban los márgenes del parque trasero de la casa, siempre a la tarde jugaba bajo su sombra y en sus ramas más bajas, más de una vez experimenté los primeros riesgos menores que me fueron preparando para riesgos mayores y situaciones mucho más complejas que aquella simple operación.
En dicho contexto estaban además los animales: los perros de la familia, dos Blood Hound, un Basset Hound, y un Siberian Husky, solían correr por el parque y casi siempre me causaba gracia el ladrido particular de los dos sabuesos, aunque solía temerles cuando ladraban o miraban algo que no les gustaba del todo, también recuerdo cuando mi padre los subía a la camioneta cuando se iba a algún lugar o al “centro del pueblo” o para Tornquist, siempre lo acompañaba allí y jugaba en su plaza con los patos que había en la laguna. Me acordé de los perros por que por lo general aparecían con Cuises o algún lagarto overo, una extraña vez uno de los sabuesos apareció con un zorro que estaba al acecho de las gallinas de la abuela.
Volvieron imágenes de la casa, sus habitaciones, sus pasillos, aquel sótano, la terraza (allí mi madre escogió como el lugar de sus flores), la calle de tierra, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé por vez primera, balbuceé mis primeras palabras, allí un buen día me erguí, tiempo después caminé, y también hablé, mucho, eso si. Todo aquello, aquel lejano mundo serrano y tan, pero tan especial acentuó mi percepción e intuición, los olores de las flores de mamá, los matices que las nubes en su eterna pelea con el sol formaba en las sierras sombras y colores alucinantes, todo ello y un sin fin de otras cosas me fueron dando una cierta capacidad de percibir cosas, objetos, señales, signos, preguntas, cuya comprensión yo iba aprendiendo o hilvanando en mi trato con todo aquello, en mis relaciones con mis hermanos y con mis padres.
Los libros que leía en aquel entonces (aún sin saber leer) era el canto de los pájaros, la brisa y el cosquilleo que le producía a los árboles, el lejano sonido del Río Sauce Grande, el temor a los fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; la lluvia jugando conmigo, con el barro, con la geografía, recuerdo que iba a la calle y jugaba a inventar lagos, islas, ríos, arroyos… y los gritos de mi madre cuando me veía entrar en la casa, eso también lo recuerdo. Los textos de aquel entonces eran los matices de naranjas y rojos que el cielo me regalaba en el atardecer o en las primeras horas de la mañana, el tren llegando a la estación, o los colores de los follajes, las formas de las hojas, el andar en bicicleta y levantar las hojas caídas de la calle en el otoño, las estrellas, una de mis primeras curiosidades, y mi padre “leyéndome” el cielo y diciéndome el nombre de las que él conocía, la bóveda celeste se veía preciosamente bien, no tanto como ahora.
Aprendí el significado del dolor sin saber escribirlo cuando me golpeé con una piedra en la orilla del río, aprendí sobre cual madera estaba seca o húmeda con el sólo hecho de palparla, todo un mundo por descubrir, sabía los nombres de los colores, de algunos pájaros y a la temprana edad de 5 años, también recuerdo que a esa edad tomé mi primer mate dulce, y noté con tristeza que se lavaba muy rápido, ya más de grande cambié ese hábito y descubrí otro sabor en la yerba sin azúcar.
Los temores también estaban a flor de piel en las noches de mi niñez, siempre temí al Lobizón, pero de pequeño comprendí que no existía mejor clima y condición para aquel monstruo que las noches de Sierra de la Ventana. Me acuerdo de las noches en que, envuelto en mi propio miedo, esperaba que el tiempo pasara, que la noche se fuera, que la madrugada comenzara a aclararse, trayendo con ella el canto de los pajaritos “tempraneros”. Recién allí volvía a mí la tranquilidad, mis miedos se terminaban con las mañanas y la luz; aunque reconozco que he percibido un sinfín de ruidos que se perdían en las mañanas y resultaban misteriosamente engrandecidos en los silencios profundos de las noches. Hoy la realidad es diferente, me enamoré de la noche y a veces prefiero dormir menos y renegar de mi noctambulismo, pero reconozco que me hallo más en la noche que en el día.
En aquel mundo, por otro lado, también prestaba atención al universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus comentarios políticos, sus gustos, sus vociferaciones sobre economía, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos del mundo y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar. Siempre hacía preguntas, por suerte mis padres y hermanos me las respondían, a veces como podían, otras veces explicándome que cuando fuera más grande lo entendería mejor. Recuerdo charlas de todo tipo, pero las que más tengo en la memoria eran aquellas en las que hablaban de espíritus, quizás al escuchar esas cosas a escondidas, detrás de la puerta cancel, motivaron un temprano miedo a la obscuridad, a veces escuchaba carcajadas estrepitosas en la lejanía, o gemidos de dolores, o ruidos extraños, calculo yo (ahora) que eran provenientes de animales a lo lejos, también escuchaba el mugido de algunas vacas en el Cerro Ceferino. Cuando algo de ello sucedía, generalmente recurría a la seguridad de mi escondite y me tapaba con mi sábana, usándola como una suerte de escudo protector de aquellos sonidos. Pero en la medida en que fui penetrando en la intimidad de mi mundo, en que lo percibía mejor y lo “entendía” y con ayuda de los años también, mis temores fueron disminuyendo.
Ya un poco más grande fue creciendo una especie de racionalismo en pañales, y se fue mezclando con la curiosidad de niño, allí aparecieron los primeros libros e inquietudes en la escuela, a decir verdad creo que esa curiosidad de niño jamás se fue distorsionando, aunque con el tiempo fue decayendo; mis padres siempre lo notaron y jamás se interpusieron en eso, y muchas veces me ayudaron bastante. Así me fui alfabetizando mucho más con el correr del tiempo y abandoné aquel pueblo en busca de más saber y conocimiento. Aunque reconozco que el primer profesor, pizarrón y tiza fue aquella naturaleza, aquellas imágenes, aquellos contextos acompañados de textos. La palabra mundo comenzó a tomar otro valor, y siempre desde entonces, comenzó a tender al infinito, como si se tratase de un límite en análisis matemático.
Recuerdos del puente blanco, del puente ferroviario, la ventana, el Tres Picos observando cual torre desde la ondananza, mi padre me dijo siempre que era el más alto de la provincia y fue cierto sin dudas, los piletones que se formaban en las sierras, los cañadones, aquellas dos rutas que siempre usábamos la RP72 y la RP76, las nubes jugueteando con las sierras, todo ello me fue alfabetizado en el suelo de aquella casa, de mi casa, a la sombra de los árboles, con palabras de mi mundo.
Hace poco tiempo, con profundo emoción, visité aquella casa donde nunca nací, pisé el mismo suelo en el que nunca me erguí, anduve, corrí, hablé y aprendí a leer. Aquella casa donde me hubiera gustado hacer todo lo que les conté en este texto. Vivir aquel contexto…



Bueno, miércoles 13 de mayo, mañana 14, se cumplirá un año desde que empecé a escribir en este medio, muchas alegrías me ha generado compartir con aquelos interesados lo que siento y me nace a la hora de escribir. A todos los que me apoyaron siempre GRACIAS, a los que les gustó algo que haya escrito y se sintieron identificados, perdón. Linda forma de cerrar este año con esta historia tan mía, quizás lo que me hubiese gustado, o lo que busque para mi y mi familia en un futuro.
A lo largo de estas 115 entradas aprendí mucho de mi mismo y también muchas cosas han cambiado en este año, y el blog no será una excepción a los cambios, a partir de ahora comenzaré a subir entradas una vez a la semana, seguramente me decida por el día miércoles. Nuevamente gracias por la paciencia y recuerden que todo lo que encuentren en este blog puede ser una gran falacia.

sábado, 9 de mayo de 2009

Esperando dormir…

Y es así loco, es re difícil pasarse la noche mirando el cielorraso y escuchar el ruido de aparatos extraños a lo lejos, viendo con el humilde flujo luminoso que salen de pobrísimas lámparas incandescentes que se esfuerzan por vencer a la obscuridad, aunque es en vano, yo las comprendo, son luchadoras, como yo, pero siempre es mayor la porción obscura que la porción que llega a estar iluminada. Pero eso cambia a las seis de la mañana mi viejo, ahí ya todo comienza a ser distinto, se empieza a escuchar más los ruidos de la calle, aparece algo de luz desde los ventanales y se nota un poco más el movimiento, generalmente es cuando empieza esa tos, que provoca quejas y el despertar prematuro de los que allí duermen, si desde allí se quejan a veces.
Y es que nunca la pase bien, ¡pero tampoco pensé que la iba pagar así che!, ese dolor por detrás del estomago, esa sensación de quedarse sin aire. No se la deseo a nadie, no es nada lindo, pero lo bueno es que a la mañana me pongo a escuchar la radio; eso me distrae, eso me hace bien, hasta que vuelve ese dolor, mejor ni te cuento, mi amigo.
Hace dos días cayó la vieja con Nahuelito, ¡¡¡que felicidad!!!, ¡que alegría!, Nahuelito me contó que estaba laburando bien, que tenía ganas de irse de vacaciones. La vieja me contó que estaba mejor de los huesos, pero yo la conozco, se que está mal por mi, y yo le hablo y le digo que estoy bien, que falta poco para que vuelva a casa y a ella se le llenan los ojos de lágrimas, bosteza para disimularlo, eso también lo hacía yo antes ¡eh!; ¿cómo no me voy a dar cuenta de eso?, a veces gira la cabeza para el otro lado, como mirando algo específico, y ya sé que es ahí cuando empieza a llorar. Pero siempre le seguí el juego, nunca le dije nada, generalmente cambio de tema, le cuento de algo que leí en una revista o le hago un comentario de lo que escuchaba en la radio, a veces salimos al patio y damos una vuelta, pero en el invierno se complica un poco, lo bueno es que están más calurosos que antes, pero me estoy yendo por las ramas amigo, vos parame cuando me pasa eso ¡eh!.
Y la semana pasada cayó Germán también che, lo ví como siempre, me dijo que habló con el tordo y le dijeron que estaba mejor, pero estaba fumando mucho, meta cigarro, yo lo conozco, sabía que me estaba mintiendo, pero le seguí el juego, ¿viste que siempre nos dijimos la verdad?; vaya a saber por que me habrá mentido, esa mirada no miente, estaba esquiva, yo lo noté, y ocultaba sus manos, sus puños se cerraban, pero me hice el boludo, a veces es mejor para el otro, además nunca quise preocuparlo de más, siempre se portó bien, me dio una mano increíble cuando… mirá mejor no recordarlo, aunque a veces me cuesta horrores recordar cómo fue. Lo mejor ahora es escucharse un buen rock, ¿te sigue gustando Kiss?; yo estoy escuchando mucho Almafuerte, es como que siento más las letras ahora, lo que también siento cada tanto son unas puntadas en el estómago, ¿podés creerlo?, ¡y extraño algunas cosas ¡che, eh!, de lugano poco me acuerdo ya, pero anteanoche me acordé de cuando dormía en la casa de mi abuela… ¡como pasan lo años!, me acuerdo de aquellos muebles viejos que de noche hacían ruido y se confundían con la sombras, ¡¡¡que miedo que tenía!!!, ahí si que me costaba dormir, pero por otras cuestiones, no como ahora, y que lindo era dormirse, no se, aunque sea ocho horitas, que bueno ¿no?, dormirse ocho horitas y levantarte hecho un pinturita y guerrearla todo el día.
Que lindo que era dormir…

miércoles, 6 de mayo de 2009

La ignorancia mata…

No hay una puta noticia, dijo el director de aquel diario, bastante enojado. ¿Pero qué quiere que hagamos jefe?, no pasa nada. Búsquenme noticias ya, para eso les pago. El portazo les indicó que allí se terminó la conversación. El gobierno ya había hecho un gran display de medidas a tomar y muchas ya estaban en marcha, políticamente estaba todo en “orden”, así que de inmediato se pusieron a buscar “historias de vida”, esas cosas siempre venden, pensaron y a la carga con eso. Tristemente hallaron muchas historias y con eso salvaron momentáneamente la situación, pero hete aquí que un periodista dio con una historia que le llamó fuertemente la atención, y es la historia que les voy a contar a continuación:
En la habitación 512 de un hospital del interior, se hallaba parte del ala de terapia intensiva. Misteriosamente todos los viernes los pacientes que se encontraban en la cama número 5 morían de causas desconocidas. El tema es que esto empezó a levantar revuelo en aquel hospital, jamás había ocurrido algo así, y claro, las noticias comienzan a correr y empieza esa suerte de teléfono descompuesto y las especulaciones también. Se habló mucho de ese tema, las teorías fueron de las más variadas, desde extraterrestres, pasando por un portal celestial que se abría a la misma hora todos los viernes, también se habló de un exceso de ondas electrostáticas que jamás pudo ser comprobado. Entre los médicos también se hablaban cosas, pero se cuidaban mucho de a quien se lo decían, temerosos por las pérdidas de sus puestos laborales y para no aumentar la mala fama que estaba ganando aquel lugar.
El asunto fue resuelto por un médico recién ingresado al hospital y es el día de hoy que aún no puede salir de su asombro. Obviamente el diario tuvo la exclusividad y el seguimiento del caso, la cosa fue más o menos así: luego de la sexta muerte, una enfermera se quedaba en el lugar supervisando lo que sucedía, el tema es que había una empleada que se dedicaba exclusivamente de la limpieza; por lo general cuando ella ingresaba en esa habitación, la enfermera aprovechaba para tomar un café o para ir al baño. Y Dios te libre de una sorpresa tan macabra, siempre que volvía a la habitación había un nuevo habitante en la necrópolis.
Lo que el médico aquel contó en exclusiva para aquel diario fue que al ingresar a la habitación pudo observar como la empleada, desenchufaba los equipos de aquella cama para enchufar la aspiradora. El azar y el bajo presupuesto en salud quisieron que las baterías de los equipos estén en mal estado y no funcionasen. La suerte decidió que aquel médico desenchufara aquella aspiradora y salve a aquella persona de la muerte. Le quitó los auriculares de los oídos a la empleada y le explicó lo erróneo de su proceder, casi al borde del llanto.
La empleada fue enjuiciada y sentenciada a una pena de 15 años por no haber tenido educación desde pequeña, algo muy típico en África.

sábado, 2 de mayo de 2009

Casa nueva …

La mesa llena de gente, la mesa vacía, la mesa limpia, la mesa llena de diarios, revistas y otras cosas. La habitación desprolija, la habitación en perfecto orden, la habitación sucia, la habitación sola, la habitación acompañada.
Libros cerrados, libros en una suerte de biblioteca, libros en el piso, libros abiertos de par en par, libros abiertos en una hoja que el viento eligió al azar. Un Blood Hound que viene y va, un Blood Hound que no se encuentra, un axolote lo mira atónito, trata de comprenderlo, pero no puede. Aunque a decir verdad ya pasó por lo mismo hace un tiempo.
La cocina… la cocina a veces en perfecto orden, otras veces es un desastre, a veces cocina él, otras veces cocina alguien más. Los verdes solos, los verdes acompañados, a veces frío, a veces lavados. Ahhh eso si, el mate nunca falta, que joder.
En un extremo de la mesa Ramiro tocando la guitarra, en el otro, Manuel barajando para empezar una nueva jugada, Javier y Diego mirándose a los ojos, fumándose un cigarrillo y tomando coñac; mientras el mundo gira, abajo un vecino mira la tele, restos de la cena fría, en medio de la mesa.
El hombre solo, en casa sola, mirada perdida en lo lejos, mientra nace el alba en la ciudad enferma.
Y ese es un perfecto relato del primer lugar donde viviré solo.