miércoles, 2 de diciembre de 2020

Eterno III...

 


Prometeo no es sólo un titán de la mitología griega, nosotros tenemos uno nacional y lo llamamos siempre Diego. Su forma de jugar en la cancha convidaba ese fuego divino, invitaba al goce, al disfrute, al deleite visual; las emociones se exacerbaban con cada gambeta, la piel se erizaba con cada toque, con esos amagues, con esos golpes y patadas que parecían que provocaban su caída y sin embargo siempre se estabilizaba, increíblemente lo hacía, merced al tamaño de sus piernas que parecían troncos con fuertes raíces clavadas al césped.
Ese fuego trascendió aquella figura geométrica de césped. Con una esfera de cuero lograba la alegría que no podía dar la mejor política económica, ese fuego dio luz a una estrella dorada que jamás se apagará y que está colgada en el pecho de todo jugador que tenga la camiseta de la selección nacional.
No murió, está ahí, podés verlo, todos pueden hacerlo y decime si no brilla fuerte ¡Como nunca!.
De Fiorito a Qatar, de la letrina a las canillas doradas, de los dos ambientes del barrio a subir en ascensor con el auto a la puerta de una habitación de un 7mo piso. Un pibe de Fiorito hizo que todo el mundo hablara de él por días, que en la radio y la TV se haya reprogramado la transmisión habitual para hablar de este paradigma que se eternizará.
Un rey sin paje, sin ceremonial ni protocolos, todos los políticos, todos, morían por estar con él. Vale recordar sus charlas con Fidel Castro, sus bromas junto a Hugo Chávez, las charlas de fútbol con Rafael Correa, el apoyo a Nicolás Maduro, su cena con Muamar Gadafi​, el encuentro con Juan Pablo II y con Francisco, todos , todos querían estar con él.
De Fiorito salió un político al mundo que no temía hablar de soberanía americana, en contra del imperialismo, defendiendo la causa nacional de las Islas del Atlántico Sur, de hablar en defensa de los humildes y a favor del pueblo trabajador y de los jubilados. Defensor de las causas nobles junto a las madres y abuelas de Plaza de Mayo. La movía desde ahí, atacando como siempre, moviéndose en la cancha más difícil y tocando siempre para los pobres del mundo.
Los que por algunas políticas que aún nos son comprensibles del mundo, pasan hambre, en vos encontraron alegrías y se olvidaron por un rato de ese dolor en la panza y esos gritos de baja intensidad sonora que suele producirse con el hambre, ese dolor se transformaba en algo similar que nos pasó alguna vez a todos con la ilusión del primer beso, el vértigo del debut sexual o la presentación de un discurso ante muchas personas. Ahora había un embajador de todos ellos, uno como cualquiera que estaba en lo más alto, un fabricante en serie de sonrisas y gritos de júbilo. Ya no era necesario un plato de comida porque la panza estaba llena de ilusiones y alegrías estrenadas. Sabían que el pelusa nunca dejó de ser "el Diego" cuando se rodeaba con los millonarios que desprecian o desconocen sus posiciones. Siempre supo Diego quién era, de dónde venía, hacia dónde iba y qué debía hacer.
Los nórdicos hablaban de Thor y cómo éste protegía a la juventud, los egipcios tenían a Maat para la verdad y la justicia, en nuestro continente, los aztecas y olmecas tenían a Tláloc, los celtas a Dagda, los chino a Chi You; cerca estaba Visnu para los hinduistas y Amida para los japoneses y más atrás en el tiempo, Sin en la Mesopotamia, de todos ellos algo tenías vos.
El César se levantó en la Roma antigua, victorioso, venciendo a los conservadores del Senado; un mito nuevo nació en el mundo de la mano del 10, quien de abajo vino y bien arriba se fue, se suma a Gardel, se suma  a Fangio, a Borges y a Cortázar, a Perón, a San Martín, Belgrano, Rosas y Bouchard, ya no serás argentino Diego, pasarás a ser de todos, como dijo Cherquis Bialo, la historia tiene desde ahora un nuevo Capitán.