Cuando en algún momento del
vivir uno pierde significado de lo que es, cada vez que se proponga mirar atrás
y ver el recorrido, jamás se encontrará con el sentimiento de autorrealización.
Hará gala la sensación de no avanzar, de ver que no se llega a nada. Y eso
suele volverse frustrante… No hay premio. Pareciera ser inútil cualquier tarea,
esfuerzo o emprendimiento… No hay llegada. Se vuelve al punto de partida, de
diversas maneras, a pesar de tomar caminos diferentes en apariencia. Es inútil,
todo carece de resultado e importancia.
Pareciera una burla, pero aún si dejamos de lado eso, nada importa realmente. En apariencia, el tiempo tampoco, entonces muchos fantasean con la muerte como algo liberador. Eso, se vuelve una forma de vivir. Como si se tratase de una escalera que nunca termina, no tiene rumbo ni sentido. Uno la sube porque no hay otra opción, o nada es mejor.
El brillo en los ojos se apaga siempre. Sólo se reaviva ante un sueño, o nuevo proyecto. Suele pasar que cada día, uno se mueve porque no hay otra opción para hacer. Es un camino de una sola vía y sentido.
El pasado es lo único que da sentido a nuestras vidas, a veces es mejor que la vida actual. El significado de la vida, al perderse, es una muerte simbólica.
Mi idealismo y perspectivas de la vida me hace negar el presente. Por eso a veces vuelvo un rato al pasado y me quedo allí; pero también, el pasado pueden ser cosas dispersas que no llevan a nada. Sobre todo, cuando dejas algo en el olvido, sin terminar, archivado en un sótano, inconcluso, porque una conclusión que no llegó (ni llegará) jamás, no permanecerá en el olvido, sino que, aparecerá de manera esporádica. La vida se vuelve una espera eterna de poder concluir eso.
Miro al pasado esperando esa conclusión que nunca llega. Me miro a mí, la espera continúa y parece nunca acabar. Se gastan los días y espero. No le doy valor a las cosas que pasan.
Al morir llega la conclusión a todos los problemas. Súbitamente. No poco a poco.
Cuando escuchas el nombre amado o querido, es donde todo se detiene y el presente y el pasado se unen para tener un significado verdadero y especial. Ahí es donde me observo aferrado a una remota esperanza que ya no existe y donde descubro que distanciarse por miedo al abandono no es un método funcional.
Los humanos recurrimos al pasado en el último minuto de nuestras vidas, como si fuera un procedimiento filosófico, como si eso le diera un sentido a la existencia toda y la justificara.
Me veo de niño y no me reconozco. Nada queda de ese chico que reía y jugaba. La sonrisa como excusa para escapar o esquivar situaciones. Las risas escasas y sólo con amigos. Me convertí en algo irreconocible, a la deriva, sin nada a que aferrarme. El pasado no es quien fuimos, sino quiénes somos... Si no te queda pasado, es difícil que tengas futuro.
Cuando volvés a buscar lugares conocidos y no queda nada de lo que recordás. Eso es descorazonador. Por eso no quiero volver mucho a Lugano, ya no pertenezco a ese lugar. Ya nadie, ni nada me espera. Ya no formo parte de esa vida. Me volví un fantasma quizás…
A lo mejor, sigo buscando un lugar a donde me encuentre, o realmente pertenezca. Intento fingir desesperadamente que mi realidad existe y que pertenezco a algún lado, aunque muy en el fondo y pidiendo subir de apoco, me doy cuenta que es mentira la realidad.
Hay nombres que abren una puerta que no debiera haberse abierto, generalmente son mala señales, hacen daño y deben olvidarse. Quizás seguir la vida desde ahí, solo, sin lugar donde ir, sin dirección, sea lo que sigue de acá en más.
Las mujeres que aparecen en nuestras vidas, la complementan, nos sirven de apoyo, es una parte faltante nuestra, real, o que no conocimos, o que perdimos. Romper la realidad, eso es amar.
Veo mi vida como una eterna espera, siento que todo lo que pasó no sirvió para nada, y de apoco me abraza ese sentimiento que me susurra al oído: "la vida no tiene importancia". Como si lo importante de la historia no llegó o llegará. Es cómo que aún la vida no logra tener importancia.
Nada me conmueve. Todo es un sueño eterno y sin sentido. Todo es una fantasía, tal vez un pasaje a una nueva vida, a vivir un nuevo sueño.
Vivir con una nube gris. Vivir de imposibles, te lleva a vivir la nada y sucumbir a soñar; por eso, a lo mejor, morir te libera de todo aquello. Quizás por eso es mi mayor terror.
A veces siento que lo que viví está distorsionado, que es un sueño. No siento emociones fuertes desde los veinticinco años y poco me interesa lo que pasa a mi alrededor, salvo contadas excepciones. Se pasan los días aletargado, como si fuera un sueño o estuviera dormido.
Cuando por razones externas a uno, una persona se va y no hay nada que uno pueda decir o hacer... Es difícil confrontar la frustración. Sólo resta llorar. Hay una melancolía que hace que todo pierda relevancia y no parezca importante.
Al final, uno sucumbe a su pasado y muere solo, liberándose de aquel peso, tan pesado que uno mismo no puede recordar.
Pareciera una burla, pero aún si dejamos de lado eso, nada importa realmente. En apariencia, el tiempo tampoco, entonces muchos fantasean con la muerte como algo liberador. Eso, se vuelve una forma de vivir. Como si se tratase de una escalera que nunca termina, no tiene rumbo ni sentido. Uno la sube porque no hay otra opción, o nada es mejor.
El brillo en los ojos se apaga siempre. Sólo se reaviva ante un sueño, o nuevo proyecto. Suele pasar que cada día, uno se mueve porque no hay otra opción para hacer. Es un camino de una sola vía y sentido.
El pasado es lo único que da sentido a nuestras vidas, a veces es mejor que la vida actual. El significado de la vida, al perderse, es una muerte simbólica.
Mi idealismo y perspectivas de la vida me hace negar el presente. Por eso a veces vuelvo un rato al pasado y me quedo allí; pero también, el pasado pueden ser cosas dispersas que no llevan a nada. Sobre todo, cuando dejas algo en el olvido, sin terminar, archivado en un sótano, inconcluso, porque una conclusión que no llegó (ni llegará) jamás, no permanecerá en el olvido, sino que, aparecerá de manera esporádica. La vida se vuelve una espera eterna de poder concluir eso.
Miro al pasado esperando esa conclusión que nunca llega. Me miro a mí, la espera continúa y parece nunca acabar. Se gastan los días y espero. No le doy valor a las cosas que pasan.
Al morir llega la conclusión a todos los problemas. Súbitamente. No poco a poco.
Cuando escuchas el nombre amado o querido, es donde todo se detiene y el presente y el pasado se unen para tener un significado verdadero y especial. Ahí es donde me observo aferrado a una remota esperanza que ya no existe y donde descubro que distanciarse por miedo al abandono no es un método funcional.
Los humanos recurrimos al pasado en el último minuto de nuestras vidas, como si fuera un procedimiento filosófico, como si eso le diera un sentido a la existencia toda y la justificara.
Me veo de niño y no me reconozco. Nada queda de ese chico que reía y jugaba. La sonrisa como excusa para escapar o esquivar situaciones. Las risas escasas y sólo con amigos. Me convertí en algo irreconocible, a la deriva, sin nada a que aferrarme. El pasado no es quien fuimos, sino quiénes somos... Si no te queda pasado, es difícil que tengas futuro.
Cuando volvés a buscar lugares conocidos y no queda nada de lo que recordás. Eso es descorazonador. Por eso no quiero volver mucho a Lugano, ya no pertenezco a ese lugar. Ya nadie, ni nada me espera. Ya no formo parte de esa vida. Me volví un fantasma quizás…
A lo mejor, sigo buscando un lugar a donde me encuentre, o realmente pertenezca. Intento fingir desesperadamente que mi realidad existe y que pertenezco a algún lado, aunque muy en el fondo y pidiendo subir de apoco, me doy cuenta que es mentira la realidad.
Hay nombres que abren una puerta que no debiera haberse abierto, generalmente son mala señales, hacen daño y deben olvidarse. Quizás seguir la vida desde ahí, solo, sin lugar donde ir, sin dirección, sea lo que sigue de acá en más.
Las mujeres que aparecen en nuestras vidas, la complementan, nos sirven de apoyo, es una parte faltante nuestra, real, o que no conocimos, o que perdimos. Romper la realidad, eso es amar.
Veo mi vida como una eterna espera, siento que todo lo que pasó no sirvió para nada, y de apoco me abraza ese sentimiento que me susurra al oído: "la vida no tiene importancia". Como si lo importante de la historia no llegó o llegará. Es cómo que aún la vida no logra tener importancia.
Nada me conmueve. Todo es un sueño eterno y sin sentido. Todo es una fantasía, tal vez un pasaje a una nueva vida, a vivir un nuevo sueño.
Vivir con una nube gris. Vivir de imposibles, te lleva a vivir la nada y sucumbir a soñar; por eso, a lo mejor, morir te libera de todo aquello. Quizás por eso es mi mayor terror.
A veces siento que lo que viví está distorsionado, que es un sueño. No siento emociones fuertes desde los veinticinco años y poco me interesa lo que pasa a mi alrededor, salvo contadas excepciones. Se pasan los días aletargado, como si fuera un sueño o estuviera dormido.
Cuando por razones externas a uno, una persona se va y no hay nada que uno pueda decir o hacer... Es difícil confrontar la frustración. Sólo resta llorar. Hay una melancolía que hace que todo pierda relevancia y no parezca importante.
Al final, uno sucumbe a su pasado y muere solo, liberándose de aquel peso, tan pesado que uno mismo no puede recordar.