A veces pienso en vos, te invoco y reclamo, te admiro y recomiendo, pero otras veces te odio, te maldigo, te hundo, te protesto, te desafío, te esquivo.
Muchas veces te busco, pero siguiendo las señales que me llevan en la ruta hacia vos, me termino perdiendo, y eso que sabes que soy bueno usando mapas, pero es como que siempre te la rebuscas para que no llegue a vos, para que no te conozca, para que no intimemos.
A veces te admiro, y demasiado, otras veces me quejo (generalmente), te difamo, pero el resultado siempre es el mismo, haga o no las cosas bien, te las ingenias para que lo que busco se torne difícil de encontrar.
Hay días que me siento tu creación más divina, me siento tu Adán, pero hay otros días en los que siento que cargo una cruz y un collar de espinas.
Te agradezco por mi familia, te agradezco por lo que a veces me das, agradezco a ese ángel que me diste, pero te reclamo un poco más de paz y un par de rectas por las rutas que me hacés transitar.
No suelo llamarte, ni vos te preocupas mucho por mi, en ese sentido ambos somos bastante independientes, vos te cagas en mi carácter, yo tengo que sufrir tus reticencias y caprichos. Es como que jamás comprendimos nuestros juegos, a decir verdad siempre desafié tu imagen, jamás creí en vos, más siempre te pido guardes a los míos y los protejas de todo mal, dolor y sufrimiento.
Se que no esperas mucho de mi, sabes que jamás espero nada tuyo, más sólo comparto este secreto contigo, como un llamado de atención y reflexión.