jueves, 31 de marzo de 2011

Nocturno...

En su reflexión habitual de cada noche, se dispuso a escuchar a Chopin, y desempolvó aquel ajado libro de bitácoras con el objeto de encontrar en él la solución al hastío, esperando de una vez, la llegada del sueño que siempre se resiste a asistir. Procedió temeroso pero a la vez intrigado, arrellanado en su sillón, con la certeza de tener los cigarrillos a mano y aquella botella con su elíxir favorito cerca de aquel vaso que lo acompañaba en el escritorio.
Sopló la cubierta, tomó un trago y abrió más o menos por la mitad a aquel libro, se dejó atrapar casi de inmediato y sin resistencia en la sucesión de letras ordenadas y a veces desordenadas, se abrió el cielo de aquella noche, Chopin no paraba de tocar, de repente un relato resaltó del resto, un relato que hablaba de un naufragio en aquel escote del cual casi ni recordaba, otro de una tempestad desatada tras aquella mirada, y él, expectante, pasó de la sonrisa al llanto, del cigarrillo al whisky… encontró cenizas e inseguridades, también encontró varios “yo sé” cuando en realidad no sabía nada, trastabilló con un recuerdo de teclas gastadas, de risas acompañadas de la mezcla de esas obscuras bebidas, también había un par de recetas en tiempo pasado de cómo estar mejor cuando todo estaba mal… y claro… de eso se trata, de lo antiguo, cuando uno relee un libro de bitácoras, pero en el momento de llenar al mismo no es el pasado, sino el presente documentando lo sucedido para su análisis en el futuro.
Recuperó luces y reflejos perdidos por el paso del tiempo, relatos de humedades y sabores exóticos, de exploraciones a lugares desconocidos y hoy por hoy tan conocidos que hasta él mismo podría perderse si se confía. También había besos con fecha de vencimiento, ásperas caricias, llantos desconsolados, sal, pétalos y flores, cristales, lluvias inolvidables, desfilaban platos rotos, alfileres y huellas en el barro, densos recreos, andenes vacíos y vías que no llevaban a ningún lugar; leyó sobre tormentas, sierras y arena, pólvora mojada, ramas sin fuerza, nubes grises, pizarrones cargados de fórmulas y dibujos, encontró pensares y estrategias jamás usadas, poesías sin títulos, un zorro estepario y hasta un recuerdo que no debía estar allí… la noche pasaba al igual que los cigarrillos en su boca. Un pequeño receso para ir al baño interrumpió aquella catarata de datos, imágenes, signos, información y recuerdos.
Trajo consigo al volver al sillón la predisposición a no hacer nada, a ahogarse en todas esas vivencias, a vestirse de sombra, alejarse de sueños, esperanzas y amores; meterse algunas alegrías en el bolsillo para usarlas en tiempos mejores; para cuando pensaba eso, la noche se iba temblando, el rocío hacía difusa la mirada y Chopin ya no tocaba más el piano… de aquella botella sólo quedaban los restos y de aquel atado de cigarrillos casi nuevo quedaban algunos sobrevivientes.
En vano comenzar a escribir una fé de erratas o hacer borrones y tachaduras en lo escrito en el pasado cuando el presente es aún más confuso y trae consigo un frasco cuyo contenido aún no es descifrable del todo, pero aquel libro le trajo recuerdos varios, de los más sentidos y alegres.
Pero no le pudo traer las sensaciones que vivió en aquellos tiempos documentado en renglones con tinta y acompañadas de alguna que otra foto.