miércoles, 29 de julio de 2009

Milagros III…

Nos dimos cita en un restaurante de Devoto, ya que nos quedaba relativamente cerca a ambos, aunque debo reconocer que fui sin ganas. El hecho de tomarme el 107 y pasar cerca del LMD (Límite Mínimo de Defensa) me hizo recordar muchas cosas que no quería y pensar en que quizás pudiese ver a otra persona (cosa que jamás sucedió por suerte) que aún está en mi mente y cuesta demasiado esquivarla en mi atrofiada y cansada cabeza.
Al bajar del Bondi, encendí un cigarrillo y comencé a caminar las dos cuadras que me separaban de aquel destino, cuando me dí cuenta que aún estaba escuchando aquel disco de Mr Big que empecé a escuchar ni bien subí al Bondi. Si hay algo que me molesta es escuchar música mientras camino, es un cuestión psicológica que sólo se dá los sábados a la mañana cuando camino a la facultad y escucho aquel programa en la 100.7, pero que jamás se repite en el transcurso de la semana. Detuve mi marcha y apagué el celular, de todas maneras nadie me iba a molestar esa noche. Guardé los auriculares y vino a mi mente el mensaje escrito en aquel papelito que profería: “no puede ser que estés peleando siempre con tu melancolía”. Dije un improperio (que no pienso reproducir) como pensando, “¿qué mierda se cree esta mina, piensa que me conoce?. Inmediatamente le dí una seca terrible al cigarrillo para ultimarlo y reanudar mi marcha, ya sabiendo que iba a llegar tarde.
Efectivamente al llegar estaba Milagros esperándome en la puerta de aquel lugar, debo reconocer que estaba preciosa, como siempre, dándole la ultima pitada a ese cigarro (si se lo puede llamar así) y mirándome como diciendo, otra vez llegaste tarde. Nos saludamos e ingresamos a dicho lugar, recuerdo que la música funcional apenas se percibía, inmediatamente escogimos una mesa y pedimos lo que íbamos a comer. Ella pidió ese sushi que tiene atún, kanikama, y algo de salmón rosado (que realmente se veía bárbaro), yo por mi lado pedí unos fideos de arroz saltados con camarones, el mesero me dijo que eso no era japonés, pero me lo hicieron igual por suerte.
Una vez solos, la miré a los ojos y le pregunté:
-¿Qué estamos haciendo?.
-No sé. Me dijo ella.
Preferí hablar de banalidades y no tocar el tema del mensaje en el papelito por el momento. Y así fue, la comida habrá tardado algo así como 20 minutos en llegar.
-Comida de verdad, le dije y agregué, ¡vamos a entrarle!.
-Dale, parece buenísimo. Dijo ella mientras sonreía, como siempre lo hizo y como siempre lo hará, calculo yo.
Es menester decir que la comida era genial, ambos nos convidamos de nuestros platos y el buen vino ayudó a que la algarabía fuera mejor. Ambos no pudimos pedir postre dado el estado calamitoso que nos encontramos al finalizar la cena.
La idea era pagar todo yo, pero jamás me dejó ella, cosa extraña, pero por un lado (y siendo totalmente honesto) fue mejor, ya que me hubiese quedado a lavar platos para pagar lo que consumimos.
Salimos a caminar y fuimos a la plaza, los dos encendimos el necesario cigarro digestivo y del brazo comenzamos a hablar de esos temas que sólo a ella se le ocurren y que generalmente al común de la gente lo puede agarrar desprevenido y dejarlo atontatado. De todas maneras conversamos un rato largo hasta que nos sentamos en un banco de aquella plaza y nos quedamos mirando la nada. Se me ocurrió mirar al cielo y ahí estaba él, tan luminoso como siempre y admito que me quedé colgado un rato largo mirándolo, pero a Milagros jamás se le escapa un detalle y me preguntó:
-¿Qué mirás?.
-A Júpiter, le respondí.
-¿Y cuál es?. Cuestionó.
-Es ese que está ahí, el que brilla fuerte. ¿Lo ves?, interrogué.
-¿Ese de ahí?. Indagó.
-Si, ese. Le dije.
-¿Cómo sabés qué eso es Júpiter?. Preguntó incrédula.
-Hace años que miro al cielo, respondí sin dar mayores detalles al respecto.
-Eso es lo loco de vos, desde que empezamos a hablar por msn y por teléfono lograste que se me peguen cosas que decís, me dejaste pensando varia veces en frases que se te ocurren de la nada, y ni hablar de las cosas que leí tuyas, escritas de hace un tiempo y no tanto… ¿me vas a contar de ella en algún momento?.
Era la segunda vez que me quedé atontado conversando con ella, le dí una pitada al cigarro mientras pensaba una respuesta, la miré a los ojos y le conté más o menos como venía (viene) la mano. Un silencio lapidario se hizo cuando terminé de hablar… entonces dijo:
-Pero dejate de joder entonces, pensá en otras cosas, mirá otros cielos, buscá otro rumbos. Perdiste Ro.
Me quedé pensando en esa frase. “Perdiste Ro”… ella me abrazó.
-Vendería cara esta derrota Milagros, pero yo gané. Le dije.
Me miró con cara incrédula y me dijo: No, estás equivocado, perdiste, fijate como estás, y seguro que para ella la vida continúa como si nada hubiese pasado.
Su rostro me causó una ternura increíble, empero comencé a pensar en ese “para ella la vida continúa como si nada hubiese pasado”. Tras unos segundos le respondí: -Mirá, yo gané por que fuí sincero, hice lo que sentí y lo que me aconsejó el corazón, pocas veces hice cosas como esta por amor, y el mero hecho de haber dicho lo que sentía es ganar. Pero es una victoria triste, eso es verdad, no me salió como yo quise (por que en realidad nunca esperé nada, siempre supe que iba a perder), admito que mi olvido no la olvida, pero sigo convencido que si uno hace las cosas por amor gana, aunque pierda. ¿Se entiende más menos lo que digo?.
Su rostro me dijo todo, no entendió un carajo. –Pero vos no estás bien, es decir, estás todo el tiempo triste. Dijo mientras temblaba.
Le dí mi campera y le respondí: -Me parece que vos confundís mis problemas existenciales y mis vacíos con este tema del que estamos hablando. La verdad te quise mandar a la mierda de movida esta noche, pero ya hablaremos de mi nostalgia. Quedate tranquila que creo saber como defenderme de de ella, pero no metas a la nostalgia en este tema, nada tiene que ver. Yo lamento realmente que no se haya dado algo que quiero en demasía, pero me sirve para darme cuenta como funciona el mundo, por eso ahora respondo “vamos a ver” cuando me preguntan como estás. ¿Entendés?, ni yo sé como estoy.
El silencio fue terrible… tras caminar un poco por la zona decidimos ir cada uno para su casa.
Misteriosamente otro papel con un mensaje estaba en el bolsillo de mi campera.