jueves, 4 de enero de 2024

Marcar las sombras…

“Si tienes miedo del trueno, déjate aterrar”
Proverbio chino.
 
Uno pasa los treinta años y empieza a preguntarse qué tan placentero, o que tan aterrador es estar solo. Después de cierta edad, uno tiene cada vez más preguntas y menos respuestas; y convierte esas preguntas en poesía, en canciones o escritos, en palabras volcadas en un cubilete que son lanzadas ante el crupier del tiempo. Y ya sé, lo de siempre, es el miedo el que no te deja pensar, pero a la suerte hay que tentarla linda, guiñándole un ojo y sonriéndole.
El ruido que no deja escuchar, los miedos que no dejan avanzar y la despedida, siempre presta como estrategia de batallas no libradas. Pero ¿Qué te voy a contar de eso, si vos ya sabés de lo que te hablo?.
Ser adultos como un método para evitar terapias, la justificación cuasi perfecta ante lo que no será, el pretérito imperfecto de la racionalidad ante lo que no se sabe o conoce, porque siempre es bueno esquivar lo distinto, siempre funciona y racionalmente es lo que está bien hacer.
Y si, no podía ser de otra forma en estos casos, el amor como un ejercicio racional, como un acto que debe ser redimido con visiones que se parezcan, no que se admitan y elaboren. Entonces se hace gala de la conciencia como eje directriz de las elecciones, hacia donde ya sabemos, donde siempre funciona.
Me inclino inconscientemente hacia las historias de perdedores, ya que poseen una profundidad dramática única. Los ganadores, especialmente en el ámbito del amor, carecen de dilemas, conflictos, heridas o desgarros. En ese contexto, para mí, no hay auténticos ganadores. La verdadera esencia de la poesía y de las historias, residen en los desencuentros, los destiempos, los recuerdos y en lo que pudo haber sido, pero nunca fue. También se encuentra en los anhelos que nunca se materializaron.
¿Cuál es el riesgo? Tal vez, un cierto tic, una inclinación que conduce a la aparición constante de personajes antihéroes. Pero: ¿Quién no los tiene? Aunque pueda parecer un cliché en ocasiones, todos coqueteamos con él. Todos guardamos algún cliché en el armario. Quizás en ese armario es donde uno más espera encontrar respuestas, interés de suspenso que gradualmente nos embarga, descubrir un desenlace que cierra un ciclo y nos abre a otras páginas, ya no escritas.
La confesión supone siempre un punto de no retorno, máxime con personas como ella que están más allá de los detalles…
La tormenta avistada, la tormenta anunciada y esquivada. La promesa de Sol es más segura, permite celebrar los logros alcanzados y no pensar en situaciones invertidas. Mi pasado y tu futuro. Ambos lejanos y separándonos.
Una anécdota que ya no cuenta, aves de paso, que sin nido vuelan rumbo al ocaso.