La impresionante suposición de que un momento en el tiempo
puede ser marcado por la infinita complejidad que una tragedia supone, un bucle
al que nos sometemos para no ser soltados. La finitud se disfraza de nuestra
condición.
Creamos las cosas en nuestros pensamientos y luego lo
pasamos a lo físico, buscando eternamente una estrella que quizás nunca
alcancemos, pero es peor llegar a viejos sin nunca haberlo intentado. Es la
circularidad del tiempo la que nos somete y nos doma en la más absoluta
secrecía.
La indescriptible unión basada en cenizas, sólo deriva en la
consecuente consecuencia del desagrado. Estamos hechos de la madera de los
sueños, somos sueños que sueñan, dos notas que no pueden sonar sin la otra, por
eso este pobre quiere vivir, aunque la angustia sea suprema.
Si la muerte es liberadora, es nuestro remedio, pero en
medio está la necesidad innata de conocer lo que nos despertó y allí agazapada
está la ciencia. Es necesario conocer para vivir y aquella necesidad de vivir,
fuerza a la ciencia a que se ponga a su servicio... buscamos en la vida siempre la verdad.
Cicatrices... aquel recuerdo de lo que se rompió, de lo
creado con dolor y que el tiempo disfrazó de otra manera, pero ¿Y si el tiempo
es sólo eso y no hay más? ¿Cómo se quita ese dolor? Uno nace, crece y al final
las horas se eternizan, con promesas al mar, con sueños, canciones y poesías...
Todavía nos queda tanto por vivir entre vos y yo...