Mirando por la ventana, Literio no paraba de preguntarse: ¿por qué se le llama bicicleta a aquel velocípedo?... Debería llamarse biciclo, como ocurre con los que tienen tres ruedas (triciclos) o 4 ruedas (cuatriciclos). Esto ocurría a la vez que apoyado sobre sus brazos en el mostrador del local, veía el incesante tránsito de la avenida. ¡Lo mismo sucedió con la motocicleta!, refunfuñó asustando a un cliente que recién ingresaba. Costó explicarle lo sucedido, ante la mirada atónita del consumidor.
Una vez que atendió al comprador, observó la llegada de su jefa en su ajada bicicleta, luego de saludarla, le comentó en lo que venía pensando, pero su jefa no le dió el interés esperado por Literio y sin pronunciar palabra alguna se fue a tomar un helado sentada en la esquina.
Aburrido, Literio se quedó observando el medio de transporte de su jefa… Se podría mejorar la transmisión de la misma si se cambia la cadena con su piñón y corona, dado que genera una transmisión pulsante y conseguir unas poleas y una correa para eliminar así aquel nefasto movimiento por un desplazamiento continuo.
A pesar de ser las 17hs y del calor típico del verano en Buenos Aires, Literio consiguió dichos elementos y puso manos a la obra a su proyecto, mientras su jefa, dirigía el tránsito con una corneta de cotillón y unos pedazos de palo de escoba pintados con aerosol de color naranja… el tránsito seguía siendo un caos eso si…
Y así fue, nuestro amigo trabajó duro para realizar las modificaciones pertinentes, interrumpiendo apenas su labor para ir al baño y tomar un vaso de agua, hasta que por fin luego de dos horas de trabajo, terminó con su emprendimiento. Ahora hay que probarlo pensó. Pero no podía llevarse la bicicleta de su jefa y abandonar el puesto de trabajo. Para asegurarse, se asomó a la puerta del negocio para mirar donde se encontraba su jefa y quedó como clavado cuando advirtió que ella estaba escribiendo su nombre en las paredes de un valdío con el mismo aerosol con el que había pintado el palo de escoba cortado en dos, los cuales ahora se encontraban tirados en medio de la avenida al igual que la corneta de cotillón, siendo estos elementos apenas esquivados por los autos.
-¡¡¡¡Jefa!!!!, ¡¡¡¡Jefa!!!!, eso vá a producir un accidente, gritó Literio mientras recogía las cosas tiradas en la avenida. Pero su jefa estaba muy ocupada y no parecía tener tiempo suficiente para prestarle atención.
Después de un rato la jefa volvió y se llevó la bicicleta dándole estrictas ordenes de cómo debía cerrar el local.
Literio pudo observar como su creación funcionó de maravilla, hasta que dos cuadras después la jefa dejó tirada la bicicleta y se tomó un taxi. Y es que con gente así uno nunca sabe que puede llegar a pasar…