sábado, 14 de diciembre de 2013

Verónica...

El sonido del llamador de ángeles ingresando por la ventana entreabierta le hacía ruido al incesante vaivén de las cortinas movidas por el viento, claro, el cielo gris no ayudaba a descansar a quien no puede parar un instante de pensar... un ruido de cauchos a lo lejos estremece el pensar tras el estruendo de un claxon que no evita el final en la cercana autopista. Aquella Luna insolente se atreve a hacer un claro entre las nubes y sabiéndose intrusa se adentra por la ventana entreabierta para terminar de despabilar a Verónica que frágil e insomne no sabe distinguir el amor de cualquier otro sentimiento que la abraza. A lo lejos un pájaro que no vuela por tener las alas rotas, canta para aliviar su sentimiento de dolor, mientras ella nada quiere ver... y su cabeza otra vez jugándole una mala pasada, sin dejar de pensar en nada y a la vez en todo, decide escaparse entreverada en fantasías e historias de tiempos más felices como refugio de un momento que nadie quisiera pasar. Verónica se siente fuerte a pesar de todo, pero reconoce que todo es muy distinto a lo que fuera en algún entonces o a lo que es; decide para variar prepararse unos mates y bajar de su habitación al living de su casa para escribir lo que sería una suerte de programa o plan a futuro, que incluía una fuente, un parque y una pileta. Sabe bien que el tiempo se consume pero ya nada más importa, porque cuando uno se siente morir entiende que nada de lo que parecía importante es realmente como lo intuía, sino que es sólo una vana sensación, de la cual ya está cumpliendo lo que ella piensa que es su condena. Quiso cambiar su libertad por algo mejor, intentó vender su corazón por otro para extraviarlo, con nulo resultado, entonces extenuada y sin mapa que la guíe se sentó a ver la vida pasar, sin brújula ni sextante, sin certezas, sólo la intuición de un sentimiento de cercanía que era dudoso. Ya no hay flores en el presente, sólo en el pasado, Verónica siente que por un crimen que no cometió debe pagar su condena. Vive esperando y esperando que lo que aconteció no haya ocurrido realmente, sueña con vivir nuevamente para poder avisarle... Extraña viejas risas, sólo quiere que vuelva con ella y no se vaya a ninguna parte, ilusiones que se van lejos a volar con la certeza que nunca van a volver y no vale repetir viejos momentos, sólo vale el momento presente, escribe en el plan a futuro que pareciera no ir a ninguna parte. Ángeles que salvaron su vida y una carta notarial reflejando un futuro mejor a lo que vive día a día, con base en un pasado cercano, sin tanta pena y con la esperanza de cumplir aquella vieja promesa de que sólo la desvelara aquel viento en la base del Calchaquí, anhelando una vida diferente cada día... se derrumbó a llorar al pie de aquella desdeñada mesa. La ví a Verónica saltar de aquel avión, esta vez con paracaídas y coordenadas precisas, esos ángeles orientaron su destino y fue cierto lo que aquel plan pretendía, su felicidad comenzaba a figurar en 1500 metros cuadrados al pie de aquel cerro, en su barrio, ya no la desvelan las Lunas entrometidas ni el cantar de los zorzales y los venteveos, sin principios ni final, llevándolo consigo, sin ir a ninguna parte.