Las baldosas son un tema controversial, aunque nadie hable de ellas. Hablar de baldosas es entrar en un terreno complicado, ya de por sí poner el título fue complicado, pues puede interpretarse que uno está sobre baldosas, o que el presente habla de baldosas. Pero voy a permitir que el lector le de su interpretación al título.
Todo comenzó hace unos días, cuando caminando luego de unos días de lluvia, vaya a saber uno por que motivo, entré a mi hogar y encontré mis zapatillas y la parte inferior de mi pantalón colmados de agua.
En ese momento pensé que era normal, pues todo estaba mojado y era lógico luego de tanta lluvia.
Al otro día salí a hacer algunas compras y caminando pisé una baldosa suelta, la cual en venganza por el pisotón, me aventó furiosos efluvios de agua sobre mi persona. Continué caminando, esta vez más atento, y divisé que diez pasos más adelante había otra baldosa suelta. Ya preparado la esquivé, pero de forma inopinada la que se encontraba al lado, me terminó mojando también, y no sólo eso, también proporcionó una pequeña dosis de barro a mis zapatillas.
Esta actitud desdeñosa de las baldosas me hizo pensar inevitablemente en una confabulación. ¡Si!, una confabulación impía entre la lluvia y las baldosas en contra del pobre peatón desprevenido.
Fue en ese instante donde comprendí por que uno se moja. Muchas baldosas utilizan camuflaje para que una persona la pise y ésta salga mojada impasiblemente. Por mi mente pasó también la posibilidad de una asociación ilícita entre las baldosas, las napas subterráneas y la lluvia, pero esta posibilidad quedó descartada tras algunas investigaciones.
Ahora bien, ¿cómo hacer para no mojarse ni embarrarse al pisar las baldosas?.
Comencé haciendo un plano de todo mi barrio, cuadra por cuadra y marcando con rojo cada baldosa suelta y con verde las baldosas camufladas. Pero al salir del barrio también me seguía mojando, motivo por el cual, amplié más el mapa, pero llegó un punto en el cual ya ocupaba mucho espacio físico y decidí no proseguir con esta solución.
Un amigo, preocupado por mi estado, me sugirió que me queje con el gobierno de la ciudad, lo que hice con gran velocidad, pero con el correr del tiempo y al ver que nada cambiaba, y nada iba a cambiar, desistí también de este plan y ya un poco vencido, empecé a idear otro.
De inmediato tomé el remanente de cemento que se encontraba en mi casa luego de la construcción, y hastiado convencí a un amigo para que me ayude a fijar cada baldosa suelta del plano que ya les había comentado. Luego de dos días de gran trabajo, nos quedamos sin cemento y sin dinero para comprar más.
Ahíto de tanto fracaso le pedí a otro amigo que me prestara el dinero para alquilar un martillo hidráulico y de esta forma acabar con el problema desde la raíz. Pero no llegué a romper más de un metro que fui sorprendido por la policía y llevado a la comisaría por destrucción de propiedad pública. No sé si fui convincente con mi teoría, pero al escucharla me dejaron ir con la condición de pagar los daños.
Sé que costará hallar una solución a tamaño problema, pero lo conseguiré. Y en ese momento todo el mundo disfrutará de ser peatón y vagaran sin temor a mojarse y a ensuciarse tras cada lluvia en la ciudad. Seremos felices y brindaremos por eso.
Una vieja historia que se las debía a algunos y que me dá un respiro, estuve muy ocupado y casi no tuve tiempo de sentarme a escribir algo.... ojalá les haya gustado.