miércoles, 29 de diciembre de 2010

Aún no sabes quien soy…

Aún no sabes quien soy, ni si existo,
aún no logras creer en mi, ni soy lo que quieres.
Pero una pista te daré, cuando la luna te abrace,
y Júpiter esté de visita, piensa que a tu lado estaré.
Yo no te toco, ni te beso, ni te abrazo,
surco el cielo con la mirada
y al viento tu nombre le suspiro
implorándole al destino que algún día lo oigas.

Te miro desde mi perspectiva del mundo
como el farero que al mar vigila,
o a los barcos, o quizás lo obscuro.
Tus manos tampoco me conocen,
soy el suspiro de una nueva melodía
que una noche junto a ti inventé.
No me busques, piensa que a tu lado estaré.

En cambio yo algo sé de ti,
eres la flor que se enamoró del sol,
pero jamás de sus raíces.
Acorralada entre la pasión y el silencio,
eres ese amor secreto que te mantiene,
o lo que es mejor, sólo eres lo que eres.

Parece algo mágico e ilógico
y vaya si es verdad lo que piensas;
estos versos no pretenden ni serán
el jarabe que calmen nuestras heridas.
No soy lo que crees, no creas lo que ves,
no ves lo que soy, no sabes lo que soy,
estés donde estés, piensa que a tu lado estaré.

¿Es que aún no sabes quien soy?.
entonces una pista te daré, cuando la luna te abrace,
y Júpiter esté de visita, piensa que a tu lado estaré.
¿Entonces sabes quien soy?...
Supongo que ahora,
ya no necesitamos una presentación.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La jefa…

No estaba del todo convencido de tomar aquel trabajo, pero la necesidad lo llevó a aceptarlo, después de todo siempre es mejor trabajar antes que hacer nada, pensó en aquel magro colectivo que lo llevaba hacia el trabajo en cuestión, mientras sumaba a sus argumentos la facilidad de horarios los días que cursaba en la facultad. El primer día quedó clavado bajo el Sol por que la jefa jamás apareció a la mañana, luego de almorzar y esperar un tiempo en una plaza cercana, volvió al negocio… rato después llegó su jefa montada en su bicicleta y abrió como si nada, como todos los días, casi sin prestarle atención a su presencia; por supuesto él tampoco prestó mayor atención por que Literio no es hombre curioso y sólo contesta cuando le hablan, por eso responde que no hay drama alguno cuando su jefa intentó explicarle los motivos de su retraso... vale aclarar que varias veces sucedió lo mismo en el transcurso del primer mes de trabajo, pero como todo, Literio con el tiempo se fue acostumbrando y no le dio jamás importancia alguna a aquel pequeño detalle.
Con el tiempo la relación pasó de distante a “menos distante”, algo en la jefa le llamaba la atención y es que más allá de lo correcto del trato y de muchas charlas con mate y sonrisas, había algo que los diferenciaba por demás.
Un Jueves mientras Literio se encontraba en la clase de física contemporánea y fue interrumpido por el estrepitoso llamado de su jefa consultándolo sobre como apagar el incendio de uno de los equipos de trabajo con los que contaban en el local. Historias como esas hay muchas, eso si…
Una tarde pasé por la esquina donde trabajan ambos y pude ver a Literio tratando de ayudar al mundo con soluciones prácticas de física clásica mientras atendía a una señora mayor que renegaba del trabajo mal realizado por la jefa, a la vez que ella, se encontraba observando la errante trayectoria de una polilla que se encontraba dentro del pequeño local.
Desde su puesto Literio hace lo mejor que puede, mientras la jefa se nefrega en todo y observa el vuelo de la polilla.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Viernes 2hs (2 AM, como quieran)…

Se dedicó a descansar un poco la vista con el color verde del tablero de instrumentos, mientras con total lentitud se arrellanó en la butaca, gozando con el placer de sentirse abrazado, seguro y cómodo. Las melodías que propinaba Aspen eran la compañía ideal o al menos así lo sintió en aquel momento.
Encendió un cigarrillo mientras se dejaba acariciar por la brisa fresca que ingresaba en el habitáculo, por un segundo cerró los ojos y pensó que eso es lo más cercano a la paz que le tocó vivir en los últimos tiempos.
La Avenida General Paz desde hace tiempo es un trastorno para todo osado que se anime a transitar por ella, pero esa noche no era así, esa noche era de él, sin preocupaciones por el tránsito o por vehículos en el entorno; el capot iba devorando el asfalto, él se entregó de lleno a ese tabaco, a esa canción, a ese verde del tablero, a esa despreocupación del entorno… si, él se entregó de lleno a ese momento de libertad… de paz… a ese momento tan de él.
El movimiento rectilíneo uniforme, el sonido del motor a mil quinientas revoluciones por minuto, los ochenta kilómetros en la hora de velocidad máxima, la Luna expectante a su izquierda, la brisa, el no pensar, toda esa sumatoria de sucesos conformando aquel evento, lo llevaron con una sonrisa a su casa, donde su perra y la almohada lo esperaron deseosos de querer saber lo que el vivió en ese viaje de regreso a su hogar.