Se dedicó a descansar un poco la vista con el color verde del tablero de instrumentos, mientras con total lentitud se arrellanó en la butaca, gozando con el placer de sentirse abrazado, seguro y cómodo. Las melodías que propinaba Aspen eran la compañía ideal o al menos así lo sintió en aquel momento.
Encendió un cigarrillo mientras se dejaba acariciar por la brisa fresca que ingresaba en el habitáculo, por un segundo cerró los ojos y pensó que eso es lo más cercano a la paz que le tocó vivir en los últimos tiempos.
La Avenida General Paz desde hace tiempo es un trastorno para todo osado que se anime a transitar por ella, pero esa noche no era así, esa noche era de él, sin preocupaciones por el tránsito o por vehículos en el entorno; el capot iba devorando el asfalto, él se entregó de lleno a ese tabaco, a esa canción, a ese verde del tablero, a esa despreocupación del entorno… si, él se entregó de lleno a ese momento de libertad… de paz… a ese momento tan de él.
El movimiento rectilíneo uniforme, el sonido del motor a mil quinientas revoluciones por minuto, los ochenta kilómetros en la hora de velocidad máxima, la Luna expectante a su izquierda, la brisa, el no pensar, toda esa sumatoria de sucesos conformando aquel evento, lo llevaron con una sonrisa a su casa, donde su perra y la almohada lo esperaron deseosos de querer saber lo que el vivió en ese viaje de regreso a su hogar.
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