Mirá, no se que pasa, el tiempo está loco últimamente… ayer hacía 30ºC y hoy llueve y hace 18ºC, así no dan ganas ni de salir… pero te voy a contar algo que pude observar el otro día cuando acompañado por un amigo fuimos a hacer unos trámites en el barrio de Chacarita.
La gotera no paraba de chorrear, afuera el cielo parecía no querer dejar de tirar agua tampoco, debajo del techo la gente comía, estudiaba y resolvía ejercicios varios de la materias que cursaban sin advertir la presencia del agua. Dos o tres curiosos se reunieron para concurrir al cónclave observador de ese evento, minutos después fueron cinco, cuando quise acordar ya eran como veinte al menos los que se agolpaban y realizaban un círculo, miraban todos aquel espectáculo, primero callados, luego musitando alguna opinión… todo muy discreto, casi sin levantar sospecha.
Un grupo de personas abandonó el círculo para asistir a sus obligaciones, empero fueron reemplazados por otro grupo de curiosos que intentaban descifrar el por que de tanto alboroto. El drama duró al menos una hora sin incidentes, hasta que empezaron a suscitarse opiniones encontradas, las cuales desembocaron en una leve escaramuza que no pasó a mayores por la autorregulación del propio grupo, que en tamaño cada vez mayor, se encontraba en torno a aquella novedad.
Algunos hastiados se alejaban de aquella comunión de personas para ventilar opiniones deportivas o políticas, o simplemente para volver a sus hogares.
Pero no tardó en aparecer alguien con un cuaderno, un lápiz y una calculadora, segundado por su fiel escudero que armado con una cinta métrica trepó al primer piso para tomar dimensiones; otro intrigado, se dedicó a medir la velocidad del viento, un poco más allá una señorita realizaba mediciones de temperatura ayudada por una amiga que estaba abocada a determinar la humedad relativa de ese ambiente. Cosas así no son de extrañar en lugares como ese.
Hasta allí era un cuadro normal de situación (por llamarlo de algún modo), y digo normal hasta que apareció Literio y tomó una muestra.
Una vez que corroboró que se trataba de agua, empezó a sacar cálculos del caudal de agua de aquella gotera, temeroso de que se produzca una inesperada inundación en aquel húmedo ambiente. Una vez que comprobó que ese suceso sería casi imposible, se lo comunicó a las personas allí reunidas, acto seguido, se retiró con una sonrisa y mucho más tranquilo, sabiendo en su interior que había hecho bien.
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