sábado, 20 de diciembre de 2008

Fuga I

Es así padre, me importa muy poco la justicia de los hombres, aunque yo sea de carne y hueso como usted. En la cama de los piolas los giles dormimos la siesta, dijo Roberto mientras se le asomaba una lágrima por el barranco de sus ojos.
No sé que es lo que ha pasado y que hiciste hijo mío, dijo el joven padre, indagando por qué estaba Roberto allí.
Yo no pierdo la esperanza que alguna persona me logre comprender padre, no pido mucho, sólo una persona.
El verano de Buenos Aires era bastante caluroso y en esa cárcel, se sentía el doble ese intenso calor, el padre rogó por un poco de agua ni bien llegó, pero le dieron solo una taza e insatisfecho, se fue a la celda de aquel asesino.
Mi vida estaba bastante arquitectada, más bien parecía un trabajo de ingeniería diría yo, comentó Roberto.
Unos amigos habían ido a verlos unas horas antes, la conversación terminó así:

-Pero así son las cosas mis amigos, demasiada ilusión para tan poco pista donde aterrizar.

Estoy tan cansado, que ahora prefiero vacilar antes de tomar una decisión o realizar una acción que podría cambiar mi vida, la experiencia me demostró que no soy igual a mis semejantes y esa es mi marca de Caín, padre. La cara de Roberto era de profunda tristeza, el padre, se dio cuenta enseguida de ello y profirió palabras de aliento y teologismos en vano, ya que nada le servía a aquella alma errante. Hastiado de la situación el padre instó a Roberto que le cuente que había pasado para ayudarle.
Roberto puso cara de admiración y profundo respeto, le contaré padre, y ahí comenzó su historia.