Siempre consideré que la fotografía es un medio muy poderoso que nos permite expresarnos cada vez que nos disponemos, por ejemplo, a capturar momentos, emociones y retratar la realidad que nos rodea. Sin embargo, hay algo más profundo en la relación entre la imagen de uno mismo y la imagen de uno que tienen los demás. ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos a través de los ojos de los otros? ¿Cómo nos perciben los demás y cómo nuestra propia identidad se refleja en las personas cercanas?
Me gusta la idea de que cada persona es una fotografía única, con su propia historia, colores y perspectivas, que pueden ser a color o en blanco y negro, aunque también hay quiénes se animan y viven todo en color sepia. Ahora bien, visualicemos a esas fotografías, e imaginemos que se entrelazan, superponen y se conectan, formando una especie de mosaico o collage de imágenes. Cada foto, a su forma representa a alguien que ha dejado una impresión en nuestra vida, alguien que nos ha influido de alguna manera, cuyo impacto se mantiene y nos ha dejado una marca para siempre.
Al observar este collage de fotografías, podemos reflexionar sobre cómo las percepciones y las interacciones con los demás nos moldean y nos ayudan a construir nuestra identidad. Cada imagen en ese mosaico es un reflejo de nuestras experiencias compartidas, los momentos que hemos vivido juntos y cómo nos hemos influido mutuamente.
Algunas fotografías pueden mostrarnos nuestro lado más fuerte y valiente, capturando momentos de éxito y logros. Otras pueden reflejar nuestras debilidades y vulnerabilidades, recordándonos que también somos seres imperfectos. Pero, independientemente de cómo aparecieron esas imágenes, todas son importantes para comprender quiénes somos en relación con los demás y de los demás con uno.
Muchas fotografías alejan a las personas, mostrándonos que ya no están. Algunos, en la noche, las observamos y ellas nos dicen: “No me busques, ya no estoy”. Otras de cuando somos pequeños nos dicen: “ya me fui”. O la de las reuniones multitudinarias: “Mirá que estás solo”.
La imagen que proyectamos hacia los demás, a menudo, es una interpretación subjetiva de nosotros mismos. Pero al igual que en una fotografía, no siempre se logra capturar la esencia completa de quienes somos. A veces, la imagen que otros ven de nosotros puede estar distorsionada por prejuicios, expectativas, frustraciones, decepciones, o incluso proyecciones personales.
Dicen que es esencial recordar que somos más que la suma de esas imágenes. Somos seres en constante evolución, cuyas fotografías se modifican y se desarrollan a lo largo del tiempo. La forma en que nos relacionamos con los demás y cómo nos ven puede influir en la forma en que nos percibimos a nosotros mismos, pero también es importante recordar que tenemos el poder de redefinirnos y reinventarnos. Claro está, yo no cuento con esa capacidad, por mucho que lo intente con fuerte ahínco.
Por un juego o ejercicio, le pedí hace un tiempo a las personas con las que más contacto tengo últimamente, que jueguen a traerme fotos nuevas de mí, que me digan cómo me veo, que me cuenten sus impresiones. Imaginé una conexión inconsciente con ellos, atravesando juntos un laberinto sin mapas, donde a ciegas, siguiendo mil pisadas, me iban trayendo pedacitos de mí, granitos de arena que constituyen mi cuartel infernal, ahí donde habita el que les escribe. Y de esas fotos nuevas, se refleja mi inteligencia, carisma y empatía según Sabri. Martín destaca mi generosidad, comprensión, humildad y resalta mi calidad como amigo. Cristian ve en mi la integridad, la responsabilidad social y la generosidad. Lean pondera mi lealtad, justicia y calidez, así como mi desinterés por lo material.
Esteban me percibe como un gran compañero, honesto y sencillo, mientras que Fede destaca mi atención a los detalles, perseverancia y sensibilidad. El mago aprecia mis valores de amistad, capacidad para recordar momentos, para redactar y transmitir historias. También menciona mi compromiso y facilidad para educar.
Mili me ve como alguien amable, generoso y atento, especialmente dispuesto para escuchar a los demás. Chegu enfatiza mi creatividad, perseverancia y amistosidad, mientras que Ailén me ve prudente, creativo, bueno y amigable.
La inefable Vero subraya mi lealtad, cariño y atención a los detalles, así como mi inteligencia y capacidad reflexiva. Dami me ve como alguien amable, generoso, humilde y leal. Adán destaca mi sinceridad, afecto, paciencia y habilidad comunicativa, también mi capacidad contemplativa para observar con dedicación.
Finalmente, mi geólogo de referencia Martín menciona que soy un tipo poco vulgar, acentuando que soy afectuoso y que me gustan las cosas sencillas, pero también me ve como un ser melancólico.
A lo mejor, esta reflexión sobre la imagen de uno en los otros, intenta ser una vana invitación a valorar la conexión humana y reconocer que nuestras vidas están entrelazadas en una red de experiencias compartidas. Cada persona que encontramos, cada imagen que se cruza en nuestro camino, deja una marca en nosotros y también deja una marca en ellos. Nuestras historias se entrelazan y nuestras imágenes se reflejan, creando un lienzo único, imperfecto e imperceptible, que en muchos casos acalla lo más importante… esas fotos con el tiempo se van a degradar… pero, por el momento, me dejan ver fotos nuevas de mí.