miércoles, 24 de marzo de 2010

Sobre sueños y ciencias…

El hombre es una nada tirada a sus proyectos.

Hay gente que nace sabiendo que la libertad es para uno y a esa gente no hay que temerle en lo más mínimo, sino apoyarlos y darles valor para continuar.
La carne brindaba su recital en la parrilla aquel 29 de octubre, dos adolescentes y un propósito concluyeron esa misma tarde en aquel descampado lugar, una salina que servía de oasis a sus anhelos. Claro está que no fue azaroza su eleción, como tampoco era estocastico el motivo que los reunía. Pablo arengando le profirió a Nestor: “La superación y los nuevos objetivos llegarán como resultado del logro alcanzado en las misiones precedentes”… demás está decir que esa tarde todo terminó en un estrepitoso fracaso y en un gran incidente. Lejos de detenerse en su afan, ambos empezaron a desarrollar y estudiar Métodos Operativos de Trabajo para bajar el riesgo en tamaña empresa.
El pacto era así, Pablo se encargaría del estudio y cálculo termodinámico, y Nestor además de complementarlo se encargaría de la construcción del segundo prototipo. Lo que si estaba claro como eje directriz era que ninguno de los dos abandonaría l proyecto hasta haber concretado el éxito. De esta forma, pues, la metodología de trabajo aplicada al proyecto resultó en un componente impregnado de filosofía científica (cuando no aplicación directa) y el otro componente se basaba en administrarse como un factor de seguridad constante, dado que no querían que se repitiese el episodio sucedido en el primer prototipo.
Pablo se cansó de Carnot, la entropía, la entalpía y las integrales termodinámicas, a la vez que Nestor hacía maromas con sus diseños para lograr un baricentro perfecto y así no comprometer al segundo prototipo, así ambos lograron establecer que tipo de combustible usarían, el tamaño del segundo prototipo y como lograr ponerlo en marcha. Pero allí era donde se complicaba la cosa. En Chamical, Provincia de La Rioja, era muy difícil conseguir acero de la calidad necesaria para el proyecto (llámese un acero tipo SAE 1030), ni que hablar del reductor y del oxidante necesarios para lograr el éxito.
Por suerte un tío de Nestor trabajaba en FM (Fabricaciones Militares) y evadiendo algunos controles que para la época eran escazos lograron conseguir de manera muy barata los elementos necesarios para lograr que funcionase el segundo prototipo. Ahora faltaba el acero que por aquel entonces era carísimo. Los dos cuando salían de la escuela iban a trabajar, Nestor iba con su padre a los viñedos que tenía su familia, de esa forma conseguía algo de plata para juntar con Pablo que realizaba quesos de cabra junto a su madre que luego vendían en un paraje siguiendo la ruta de los causillos a unos kilómetros de la ciudad. Luego de unos aclarados (y no tanto) meses reunieron el dinero suficiente para comprr una barra del preciado acero.
No había día que sus compañeros de la secundario no se riéran de ellos, tomándolo como locos, o burlándose de su proyecto, situación que más de una vez hizo que Nestor se replanteara su continuidad en aquel emprendimiento, sobre todo cuando descubrió que no había ningún torno “operativo” en su ciudad… El proyecto debe concluir dijo Nestor y así fue…
En realidad por unos meses, cuando el Estado Nacional entregó dos flamantes tornos nuevos a aquella escuela fábrica, fue allí cuando ambos decidieron seguir adelante con su sueño. Nestor sabía como usar un torno sólo en teoría, ya que había conseguido unos manuales en la pequeña biblioteca de su escuela donde explicaban someramente el manejo de aquella máquina herramienta; pero con la ayuda (y complicidad) de un maestro9 llegado de Buenos Aires para enseñar el uso de esa máquina nueva, logró tener gran habilidad en poco tiempo.
Tras hacer los calculos, concidieron que con la barra que compraron alcanzaría para construir cuatro nuevos prototipos, sobrando por otra parte reductor y oxidante para dos prototipos más. Así fue que los cuerpos estaban maquinados, al igual que los estabilizadores, pero lo más complicado era la tobera. Luego de calcular el diámetro máximo y la reducción en el medio de la misma, Nestor pidió ayuda a su maestro para que la torneara, y usando las instalaciones educativas por la noche, realizó seis toberas con sus agujeros calibrados. Ahora sólo era cuestión de armar las distintas piezas por separado.
Es menester resaltar que ni ellos sabían al riesgo que estaban exponiéndose, empero nada les impidió a realizar aquella segunda prueba… el resultado… una explosión estrepitosa.
Cuentan algunos lugareños que andabaperdido por la zona un oficial de la Fuerza Aérea en auqel lugar cuando se realizó el lanzamiento que siguiera al fracaso. En sus memorias narró:
“Pude ver como ese cilíndro plateado, vencía la fuerza de gravedad sin esfuerzo, a sus costados pequeñas alas color celeste guiaban el camino siempre ascendente de aquel cohete que mínimamente alcanzó los 1000 metros de altura, dato éste que corroboré conel tiempo al realizar los cálculos de trayectoria, a la vez que una estela blanca marcaba el camino oblícuo realizado por el proyectil”.
Cuenta la historia que el oficial quedó tan impresionado que a su retorno en Buenos Aires comentó lo vivido a un superior… no fuie muy difícil hallar a Pablo y Nestor, y a ambos la Fuerza Aérea los becó para estudiar ingeniería aeronáutica en Córdoba.
Algunos dicen que el Centro de Experimentación de Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA-1 Chamical) fue gracias a estos muchachos que antepusieron sus sueños a sus limitaciones.
Chamical se convirtió en el primer sitio de lanzamiento de un cohete para el estudio de la alta atmósfera en latinoamérica. Pablo y Nestor consiguieron graduarse de Ingernieros Aeronáuticos y participaron de varios proyectos de cohetes en la Fuerza Aérea Argentina (FAA).



Este escrito está dedicado a los hombres que hicieron de la búsqueda de los sueños y de las ciencias un destino; del esfuerzo y la seguridad, un camino imprescindible, y de la lealtad, un culto que trasciende el tiempo, las diciplinas y la muerte.