No me interesan las opiniones. Las mías tampoco. No escribo mis opiniones. A veces no escribo nada. Escribo soluciones –a veces ni eso-. No son las únicas. Pero son las que, hasta ahora, he podido ir desarrollando a partir de lo innombrable, de lo triste, de lo bueno, de lo milagroso, de lo dicho, de lo pensado, de lo hecho, de lo que humildemente sé transmitir, por el momento, utilizando esta herramienta, tan rica y pobre al mismo tiempo, que son las palabras.
No quiero opinar de nada, pero me obligan a hacerlo, mi descontento aumenta, y la solución a veces está presta a sorprenderme.
No se trata de tener o no la razón. No la quiero. No me interesa. La perdí, por suerte, hace ya algún tiempo (aunque a veces me sorprende volviendo de a ratos). En la magia, como en la alquimia, la medicina, la física, no cabe lo verdadero o lo falso, sólo lo auténtico. Estar de acuerdo o en desacuerdo con algo es sólo un ejercicio intelectual que tampoco ya me interesa, solo me desgana, aún con la batalla ganada. Sólo quiero dar lo mejor de mi, de la mejor manera que sepa (o me salga) a cada instante. Ese es el mundo que he decidido crear, inventar, creerme, como quieran llamarlo...
Lo que escribo no son verdades, tampoco son historias, no son cuentos ni relatos, son "tácticas y estrategias". No válidas para todas las personas ni para todos los momentos, quizás a alguno le guste, tal vez a otros les moleste, por ahí alguien no las entiendan… en fin. Depende. A veces ni a mi me sirven…
Pero infalibles para determinadas personas, en ciertos momentos y por que no en algunos lugares. Porque no todo el mundo las aceptará intelectualmente siempre, no todo el mundo sabrá hacer que determinadas ideas encajen en su “mapa del mundo” para convertirlas en algo útil siempre. Es más... soy consciente de que todo cuanto digo es mentira, como también es mentira lo contrario, como cualquier cosa que uno pueda llegar a decir. Pero también sé que si lo aceptáis como una verdad os funcionará. Como también sé que todo lo contrario puede suceder…