miércoles, 14 de julio de 2010

Cuando me busques…

Cuando decidas venir a buscarme, me podrás hallar en muchos lugares. En aquella charla que tuvimos ese sábado por la madrugada, donde nuestra conexión fue tal que se tornó imposible no encariñarme contigo… o quizás en aquella película que vimos juntos y que tanto nos divirtió a pesar de ser un mero subterfugio para no pensar en otras cosas que tenían un papel preponderante en nuestras mentes.
Cuando decidas buscarme me encontrarás en recuerdos vagos de noches frías, con estrellas brillando hasta quemar y con Marte como testigo de nuestro momento, fumando y hablando de nada o tal vez en aquellas sesiones maratónicas de estudio, venciendo al sueño y por que no a aquellos fantasmas que llevaban por nombre “temores”.
Cuando decidas volver a buscarme (por no decir reencontrarme) muchas cosas seguramente habrán cambiado, la manera de hablar, algunas amistades, formas diferentes, pero no iguales, pero si distintas de encarar algunos embates de esos que nos proporciona la vida y hasta los temas de conversación pueden diferir en demasía respecto a los que habitualmente enfocábamos… es probable que hasta las miradas vayan a cambiar si eso ocurre.
Cuando vengas a buscarme, seguramente no sea ni un tercio de lo que soy hoy; ojalá que si, pero dadas algunas circunstancias lo dudo. Pienso que es probable que cuando vengas a buscarme no me encuentres, ya sea por que me haga ocultar o por que ya me haya ido a vivir a las serranías… espero que llegues antes de todas maneras.
Cuando quieras venir a buscarme, ruego, no sea con la policía y una orden de captura, ya que si bien suelo dar motivos, no creo que lleguen para tanto. De no venir con la policía, te ruego que golpees antes de entrar, así me darás tiempo de preparar las cosas… es que me gustaría que sea lo más perfecto posible.
Cuando necesites venir a buscarme, imploro un abrazo interminable, de esos que en otros tiempos dejaban tu perfume pegado en mi campera, o lo que es mejor, que sea sin anuncios y con alegrías y sorpresas a estrenar, boxeando dudas, mordiendo nuncas y jugando en el escolazo de la vida el todo por el todo en pos del amor.
Muy triste me sentiría si no vienes a buscarme, ya que habré sumado un nuevo adiós a los que ya juntan polvo en los anaqueles de mi memoria y me obligaría una vez más a replantearme mi filosofía; juntaré nuevamente los vidrios en un vaso y desayunaré otra vez con un cigarrillo. Me vería obligado a abrigarme en el exilio del sol y de la risa, me hundiré lentamente como un barco que fue desmantelado por la tripulación. Y claro está, no pretendo esto, pero son los riesgos que uno decididamente acepta al comenzar este tipo de juegos.
Cuando vengas a buscarme… es la frase que el pensamiento más reitera en este momento mientras esta epidemia de tristeza crece, y yo aprendo a jugar con el telar de la vida a improvisar nuevos objetivos.
Cuando vengas a buscarme, si es que lo haces, salvarás a esta pobre persona devenida en un triste vagabundo de amor.

Pronto ven a buscarme por favor…