miércoles, 14 de octubre de 2009

Noche en off…

El tema de los fantasmas estaba jodido esa noche loco, y no aprendo más que la nostalgia no es negocio. Realicé una triple mortal en mi cabeza, pero al caer mis pensamientos recibieron 3 o 4 puntos de sutura; hay que aprender a no hacer malabarismos cuando el corazón está en otra... me planteé cambiarle los pañales a esta tristeza, ponerme los zapatos de campeón, pero nunca pude comprender por que siempre me quedaron enormes, lo mejor será clavarse un buen tinto para no escuchar a algunos demonios que rondan en mi pieza. Que así sea.
Con brújula es más fácil ¡che!, me dijo una persona hace unos días atrás, yo vengo andando sin mapas y con esta mochila tan pesada que ya ni el rumbo que seguía encuentro, pero descubrí una cosa re loca: las paredes que fuí levantando (con el correr de los años), noto, recién ahora, que están en falsa escuadra, malparida suerte la mía, no hay un carajo en la televisión y un fantasma me quema la cabeza hablando boludeces.
Me estoy poniendo viejo para crecer y eso me está molestando, esta noche te desenterré, pero fue por accidente, no lo quise así, podés creerme. Lluvia, eso es, eso puede baldear las huellas, puede hacerme perder el tren y se termine así este lío. Acá no hay héroes que me salven, y con fiebre y con ese goteo de recuerdos, caí tacleado en mi cama, para dedicarme a escuchar aquella lluvia en el patio de casa. No tenía hambre, no tenía nada de ganas ni ganas de nada, escuché un par de discos mientras intuía a la Luna fisgonear por entre las nubes (no fue tarea fácil), hastiado, decidí salir a caminar…
La moneda giraba en el aire cuando ya había decidido donde ir a parar… aquel bar cultural ofició de refugio y distracción para no enfermarme más. Allí pedí el ya clásico whisky mientras escuchaba a unos muchachos tocando música peruana, cuando inopinadamente cayó Germán en aquel lugar, grata sorpresa para ayudar a la distracción, pero algunas noches son jodidas cuando dos melancolías se juntan a conversar. Se desplomó la tristeza por su propio peso durante la charla, pero el whisky corrigió su masa alivianando la carga, mientras El Rifle juntaba las estrofas de un verso sin rima e incompleto que descarté tras el sorbo final. Y es que a veces llega un momento que te cansás de salmonear nadando contra la corriente, así que preferimos preguntarnos otras cosas, cosas simples como ¿por qué siempre que nos juntamos está nublado?, cosas así, sin sentido, sin valor alguno, a veces se puede charlar sin pensar, desconectar el cerebro y vivir un momento más que no suma ni resta, que seguramente no volvamos a recordar.
Y así luego de unas horas de hablar sobre nada y con la mirada del mozo implorando que nos vayamos, disimulando lo triste y conservando la calma, ambos marchamos.
“Me enamoré de tu ausencia”, pensé mientras caminaba de regresó. Linda forma de terminar una noche en off, antes de desmayarme en mi cama.