domingo, 4 de diciembre de 2011

Despertares (tarde por cierto)…

¡Hola amigos!. Recién acabo de llegar de un cumpleaños,¿ y saben algo?, aún no sé quién soy. Pero ojo, ese no es el problema, pare serles sincero, eso no me interesa para nada, es decir, saber quién soy. Tampoco me interesa inventar un molde para quedarme tranquilo o quieto… ¿de que serviría?. Vale decir que las definiciones sólo sirven para sentarse y meditar al respecto, empero francamente hoy no estoy para ello. Creo que lo conveniente a partir de ahora sólo es pensar qué quiero hacer, ó mejor dicho, qué estoy haciendo. ¿Es el mundo mejor gracias a mí?; ¿pude cambiar algo en el mundo?; ¿logré labrar un surco en la vida de alguien?. Y no hablo de cosas espectaculares (que de por si, siempre son pequeñas), hablo de las grandes cosas: de nuestra
intimidad, de nuestro rincón, de las cosas que nos unen, de aquellas que de alguna manera nos acercan, ó que nos modifican al menos un granito de arena, apenas imperceptible para muchos, pero vaya que lo es para nosotros. Ese es el principio y el fin de todo, creo yo.
Hace tiempo que no me siento a filosofar frente a la computador y a tener estos soliloquios conmigo, pareciera ser que uno tiene que sumergirse en lo más obscuro del ser (o del alma, como quieran) para poder conversar con uno mismo, es como sucede con un árbol, cuanto más desea elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más vigorosamente tiende sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo obscuro, lo profundo, hacia el mal… agradezco a mi primo el segundo, el menor por esa analogía que me regaló sin saberlo.
¿Cómo nacer si uno en el fondo siente que está muriendo?. ¿Cómo evolucionar si uno se siente completo, pero a la vez siempre siente que algo le falta?. ¿Cómo cambiar “algo” cuando en apariencia y a los ojos de los demás todo vá bien?. ¿Cómo arreglar algo que funciona?. ¿Cómo dar el primer
paso a mitad del camino?. En definitiva: ¿Cómo escribir cuando uno siente que no hay nada que decir?.
Al menos ahora, siento que somos mucho más que ese mundo pequeñito que nuestro cerebro es capaz de imaginar, por muy amplio que sea o por mucho que se haya visto o vivido. Es en vano ponerme a intentar expresar lo que por dentro siento y nadie sabrá interpretar, ó quizás si, tratarán de comprender pero vagamente lo que el corazón grita y la boca calla…
Y si… dá miedo el cambio, la muerte... cuando uno se siente bien (y a la vez no)... da más miedo aún. Pero es simple justificarse a veces porque si nos sentimos mal es fácil comprender que hay algo que no funciona y que, por lo tanto, uno debe permitir el cambio en sí mismo.
Pero guarda, "yo" me sentía muy bien. Completo. Resplandeciente hasta hace un mes atrás y sin embargo me había dormido en mi propio despertar… Resultó ser que la luz que yo veía, el amor que siento, no es un punto llegada, es sólo un punto extraño de partida.
Allí radicaba literalmente el más cruel de mis errores, brotaba burdamente lo más nefasto de mi arrogancia, allí fue cuando por fin me di cuenta que muchas veces (aún en este momento) tuve que crear dolor en mi vida para poder despertarme… Amor y dolor…. así fue como inconscientemente he creado dificultad en lo fácil. Me jugué a nombrar algo antes de tiempo para poder estropearlo. En vez de vivir... me dediqué a pensar.
¡Y mirá como son las cosas!, sin embargo, mediante las palabras que sólo sirven para confundirnos, a través de la ilusoria dificultad, o con el sesgo del pensamiento absurdo... me encuentro hoy en un duelo profundo.
Ayer (y varios días antes) perdí la consciencia varias veces con ayuda del exquisito vino y su panoplia de varietales, y descubrí que cada vez que despertaba, algo se me entregaba o aparecía. Sentía que estaba aprendiendo a un ritmo asombroso, más rápido de lo que aún soy capaz de asimilar… Descubrí que quizás lo que hasta ahora “estaba bien”, en realidad no era del todo así, encontré dolores acallados, sinsabores que no sabía que se encontraban allí, también hallé desolación y frustración a palabras que suenan huecas luego de ser proferidas, pero creo que lo más contundente de todo fue hallarme desnudo allí, solo, en perfecta obscuridad, sin compañía alguna o reconocimiento.