viernes, 21 de agosto de 2020

Qué extraño es todo esto...

Todo lo que está ocurriendo me asusta de algún modo, me acongoja y hasta me duele, pareciera que forma parte de una novela de ciencia ficción; daría gusto leer y estudiar cada uno de los sucesos si así fuera. Es muy extraño todo lo que ocurre en la vida social y política de esta pandemia. Creo que éstos tiempos que vivimos, bien valen el título que presenta este ensayo. Para empezar esta pandemia es lo más extraño de todo lo que he vivido, no conozco persona alguna que haya transitado una crisis sanitaria de éste tipo. A lo mejor habría que recurrir a la gripe española de 1918 para aproximar a la catástrofe actual epidemiológica, tan ecuménica.
Uno nunca es ajeno a los males de la cuarentena a pesar del confinamiento, pero de todos modos, la soledad, estar incomunicado, lo impenetrable de los muros, no es una preocupación para determinadas personas, en mi caso me visitaron siempre en cualquier época del año y en mejores situaciones sanitarias. Uno viene con una costumbre de sentirse solo, de quedar atónito a la realidad y no comprender el carácter de los sucesos que lo rodean y de algún modo siempre me sentí encerrado, aún estando bajo los cielos más despejados y los horizontes más bastos a los que la vista puede aspirar y aún así me he sentido confinado.
A lo largo de los años he intentado agrandar mi soledad haciéndola multitudinaria de alguna manera, uno adquiere la posibilidad de convocar fantasmas, sombras y algunos ruidos y ahí ya uno no está tan solo. Esas presencias son el amor, la ciencia, el arte, los sueños, la imaginación y trato todo el tiempo de leer, de escuchar, de inventar alguna cosas, de buscar o escribir... tratar de construir un sueño, con toda la dificultad que ello supone, porque la soledad tiene también la crueldad de desechar todos los borradores que uno le presenta. A lo largo de los años que me he sentado a escribir, de manera aficionada siempre me resultó difícil aprobar algún borrador personal; casi siempre ocurre que lo aprueban los amigos, los familiares, alguna pareja, pero cuando el poeta se encuentra solo, el rechazo a los borradores es inevitable y ello configura una profundidad en su soledad y no hay mejor recurso que intentar hacer algo, escribir, resolver una ecuación, pensar en otras vidas, toda vez que a lo mejor ésta ya no alcanza, y en las cuales uno esté muy acompañado.
A lo mejor uno se relaciona con personas que quizás no existen, se relaciona con personas que no son otra cosa que invenciones nuestras y estas cosas pasan en el amor, en la relaciones con amigos y lamentablemente también en términos políticos, por eso uno se hace afín a determinados movimientos.
En mi caso, no suelo dar consejos, aún cuando me los piden porque no soy un buen decidor, y como cada vida es individual, y temo que cuando yo diga que uno no puede comunicarse con nadie, la otra persona entienda otra cosa y en definitiva lo que queda tras cada diálogo es una suerte de ruido. Se configura ese ruido que hace dificultoso escuchar la letra o la música del mensaje. Eso desde ya es más profundo en éstos tiempos donde la dilación de las comunicaciones, por cables, cámaras, en fin, la vía virtual, confabulan en tales términos. Esto me hace pensar que es preferible evitar ese tipo de exposición y como pensé siempre, evitar de todos los modos, resistirse a la tentación de querer ser genial. Por eso elijo en estos tiempos sentarme a escuchar, para no entender por mis propios medios, lo que quiera proferir cualquier interlocutor. Más en estos días que hay tantas visiones como personas que construyen su propia biosfera, donde elaboran toda clase de teorías y de pensamientos que a veces la razón no alcanza a comprender del todo.
A lo mejor el resultado de todo esto es una nueva forma de comunicación donde podamos comunicarnos, inventar nuevos códigos que nos permitan comunicarnos con mayor riqueza y fluidez... O tal vez, éste es el momento adecuado para inventar nuevos lenguajes que nos acerquen más a los demás y quizás, nos haga sentir menos solos, y que diga más cosas, y lo haga más claramente que el lenguaje actual, en el cual basta que yo diga que desconfío del idioma para que usted entienda otra cosa; entonces usted me va a decir que yo tengo razón y yo voy a entender otra cosa también.
La soledad hace que sea casi imposible conectarse a otras personas, Sábato decía que somos islas y que es difícil comunicarse; en mi caso creo que es muy difícil. Algunos lingüistas sugieren que la comunicación hasta puede ser imposible, toda vez que se desconfía tanto del idioma que basta que yo diga que desconfío del idioma para que usted entienda otra cosa; entonces usted me va a decir que yo tengo razón y yo voy a entender otra cosa también. Esto resulta en una sumatoria de equívocos que no es otra cosa que el lenguaje de los seres humanos, que a mi parecer produce una especie de angustia permanente que no es otra cosa que la angustia de existir (acá es donde me cagaría a pedos mi querida Paula), que se constituye con los siguientes elementos, a saber: primero: uno sabe que va a morir; segundo: uno está solo; tercero: es difícil comunicarse... Luigi Pirandello le decía a su mujer que nadie conoce a nadie... Creo que tenía razón.