viernes, 22 de agosto de 2008

Contradicciones…

Entre lo que escribo está lo que no escribo, un secreto indecible que sólo algunos de los iniciados reconocerán. Pero, ¿sabes algo?, no es necesario que seas un iniciado para hacer que cualquier idea de vueltas con “vos” en armonía y paz en tu cabeza. Incluso ese ilusorio desacuerdo que a veces sentís, si trascendés la reacción y la racionalidad, puede ser un regalo maravilloso, una explosión que te impulse en otra dirección más linda para vos.
Un mago debe ser capaz de transformar todo en una aventura decisiva. Para un mago ninguna experiencia es negativa. Por eso no esta mal ser un mago con uno mismo, realizar magia y lograr un cambio.
Contradecirse sin miedo, sin vergüenza, es un síntoma de salud mental. Cuando el intelecto no nos domina, actuando de “contralor” interno, impidiendo que expresemos el cambio continuo (y maravilloso) que somos (aunque a veces no). Uno debe muchas veces contradecirse si quiere ser honesto y fiel a sí mismo en cada instante, a cada momento. A veces nos dicen, con un tono de decepción: -"Cómo cambiaste che!". Y deberíamos contestar: "¡Gracias!". Yo lo hago al menos…
Por ese miedo al inevitable cambio, por ese afán de creer que uno anda por terreno conocido cuando todo es, por naturaleza, siempre desconocido, por ese querer resistirse al precipicio y sentirse “acorralado”, la mayor parte de las personas, aún, prefieren percibir la contradicción como un “defecto”, un síntoma de no ser sincero, de mentir, de no ser íntegro, algo que vigilar en los demás y en uno mismo. A veces me pregunto: ¿Con qué fin?… aunque no lo niego, lo he hecho yo también y muchas veces.
De hecho se dice "caer" en una contradicción. Cuando lo que sucede es que uno se eleva en una contradicción, o más bien se traslada, o cambia de nivel de consciencia o punto de vista o evoluciona, o simplemente cambia... como vos quieras interpretarlo.
Como "vos", soy absolutamente libre para contradecirme. Ya no soy el que hablaba ayer, ni siquiera el que hablaba hace un minuto, ni el que empezó a escribir esta frase. Mis palabras de ahora no pueden compararse con ningunas. Porque el que habla ahora sólo existe ahora, y jamás dijo nada antes, ni lo dirá en un minuto...