miércoles, 11 de febrero de 2009

Odiando éste destino…

Los fines de semanas están siendo terribles y atento contra mi mismo, aunque éste último fue demasiado fuerte para mí, siempre trato de ocultarte mis lágrimas (sabés mejor que nadie que brotan con facilidad) y así y todo, no pude evitarlo esta vuelta.

Y por que ambos somos orgullosos, te cuento que me pasa igual que a vos, cada vez que le cuento a la gente lo que me pasa, lo que siento, lo que sufro, ellos se horrorizan, y a veces no he de negarlo me siento una bacteria en este mundo que se destaca por lo cruel y por lo ofensivo hacia sí mismo. Soy una bacteria, creéme, y si me va así, por algo debe ser loco…

Te juro que tendría pánico de encontrarme conmigo mismo a mis 15 años y que yo me pregunte: ¿van a cambiar las cosas cuándo crezca?... y responderle con todo el odio y tristeza del mundo: que no, que nada va a cambiar, y lo que es peor, todo va a empeorar. Quizás sea como vos decís mi amigo, tal vez tuvimos mucho ego para navegar juntos y por ello debimos navegar a veces por mares distintos o bajar en puertos lejanos, pero como siempre, en este destino loco y triste, nos encontramos en medio del océano atlántico en nuestras balsas salvavidas, eso sí, sin salvavidas. Sabés que hay cosas que no cambian jamás.

Y sé mejor que nadie que no hay palabra que te haga bien mi amigo, y creo que sabés mejor que nadie que no hay palabra que me haga bien a mi tampoco… No me gusta darle lástima a nadie, pero acá me encuentro a la intemperie contigo, sabés que hace rato que no me rio, que no me divierto, hace rato que tengo ganas de no preguntarme ¿por qué?, me cuesta horrores dormir, y hace un tiempo que no sueño nada bonito.

Y loco, todos esos consejos que supe dar, no he de negarlo, lo hacía por mi también más allá de ayudar al otro, tal vez era para terminar de creerme lo que decía, para seguir adelante, hoy es un dolor muy fuerte en mi pecho no poder dar aliento siquiera a aquel que realmente se lo merece, pero también es un dolor muy íntimo el que siento cada vez que pienso o escribo al respecto.

Ayer le dije a Aixa que siento que llegué tarde para tener fé, para creer en una religión, quizás sea que nunca ninguna me convenció jamás. Tal vez ninguna supo crearme una suerte de fé o directamente ninguna me fue convincente del todo… y a veces el hombre (como raza) merece creer en algo… Y lo más triste es que esto que siento tiene argumento, lamento el día que se me volaron los sueños, que se me evaporaron las esperanzas, que no supe siquiera sostenerte ante este mundo adverso y cruel… de fondo suena “adiós Yoli” y otra lágrima cae de mis ojos, ya se me hace imposible saber cuántas suicidé mientras escribo esto. Y así mi amigo pasan las noches, crueles y solitarias como todas, donde ambos peleamos batallas distintas y a la vez similares contra este destino o vida que nos tocó enfrentar.

Si existe un Dios, ojalá comprenda tanto dolor y tanto martirio y haga llegar de alguna forma, alguna suerte de cielo, o como ya pedí con anterioridad… una tregua.