viernes, 27 de octubre de 2023

Quisiera que estés aquí…

El chico de la foto y el del presente son dos personas distintas. Pensó en ello mientras sospechaba que el pasado es la única realidad soportable en ese mundo agridulce. No se puede vivir dividido entre el pasado y el presente. Las personas que están son las que importan, el pasado deja marcas y huellas, pero teme haber avanzado tanto para sólo reencontrarse con su pasado.
Entonces reflexiona: ¿Y si la vida está en los recuerdos y el presente lo vivo como un mal sueño? Respira profundo y apaga la luz. Navegar el presente con el peso del pasado no es tarea fácil.
El polvo va ganando lugar con el correr del tiempo tapando todo bajo el. Resuena, entonces, la decadencia espiritual de quien perdió aquello que lo sostenía y mantenía de pie.
¿Qué es la libertad? Quizás sólo la muerte sea quien la ofrezca; después de todo, la muerte barre con las certezas, es un final sin garantía de recomienzo.
Muchos trabajan de lo mismo, pero no conectan entre sí para evitar conectar con su pasado; de algún modo lo que te pasa termina afectando a alguien. Se dio cuenta de eso hace unas horas con un vino.
Wish you were here. Se quedó sin sillas en su propio juego de las sillas. Sostiene que sólo con el amor se puede enfrentar a un mundo así. Pero sospecha que con el amor no alcanza, estar vivo no es más que una evidencia de ello. Se quedó mirando el horizonte y pensó: El amor es lo más parecido a un milagro que existe, siempre lo presintió hasta que lo pudo comprobar. Tal vez es la más maravillosa de las trampas en las cuales cayó.
Sabe que ninguno de los dos regresó porque no tenían a donde volver. A veces volver es sólo un sueño ¿Pero a dónde? No hay respuesta cuando los lugares no conforman a nadie.
El tiempo es nuestro gran enemigo ¿Y si todo es una imagen y lo mira desde lejos queriendo ver desde adentro?
No es tan cínico como quisiera. Sintió su borborigmo antes comer.
Todo cambia.
Debo decirte adiós… Pensar que el futuro era nuestro.
Mi adiós es un hasta luego. Muy pronto sobráis de mí.
Y así, nos volvimos extraños, como antes de conocernos.

martes, 17 de octubre de 2023

Damián (el mago)…

Una noche, tomando un vino con el mago, dijimos algo así como que el batero es el arquero de un grupo; el cantante, con suerte es un nueve; el violero es el diez y el bajista es el tres. Tras algunas risas, nos pusimos a hablar de la improvisación.
Un guitarrista de jazz, sin duda, improvisa, pero lo hace dentro de escalas musicales específicas. La improvisación, en esencia, implica establecer reglas que se seguirán y luego, de forma espontánea, crear algo artístico, ya sea en términos de pensamiento, cultura o música. Sin embargo, sin un conjunto de reglas predefinidas, si un guitarrista simplemente toca lo que le apetece, no se puede considerar improvisación, sino más bien un acto sin sentido.
Lo que realmente cautiva al público sobre un improvisador es observar cómo enfrenta desafíos y los supera de manera brillante. Un ejemplo es la payada, una forma de canto improvisado que fue popular en el siglo XIX en nuestro país. En la payada, se establece inicialmente una forma específica, como cantar en décimas, lo que introduce rigurosidad en la improvisación. Los versos son octosílabos y deben rimar, creando un desafío que el improvisador debe superar. La verdadera maravilla radica en la capacidad del improvisador para pensar rápidamente y comunicar coherentemente mientras mantiene la estructura, similar a la fascinación que genera un mago en acción.
Un mago plantea un desafío inicial y luego demuestra su habilidad para superarlo. Por ejemplo, si dice: "No se puede atravesar esta mesa con esta moneda", el mago propone vencer esa limitación y lo logra ante la audiencia. Sin embargo, si el mago simplemente tira monedas al azar, carece de sentido y no puede considerarse improvisación; en cambio, es un acto de insensatez.
La improvisación colectiva es especialmente difícil, ya que algunas personas pueden ser talentosas e imaginativas, pero carecen de colaboración. En lugar de contribuir al flujo general, a menudo traen chistes premeditados que interrumpen la dinámica del grupo. Cualquier interrupción que obstaculice el diálogo colectivo, termina frustrando a los participantes.
En la improvisación, llega un punto en el que uno no puede continuar, y aquí se aplica la analogía de los payadores. Cuando dos payadores cantan en contrapunto, cada uno contribuye con dos líneas, y el desafío es superar las dificultades planteadas por el otro. Sin embargo, si uno intenta dificultar la tarea del otro, y este logra superar el obstáculo, el siguiente verso se tornará aún más complicado. Por lo tanto, es prudente preparar versos con lógica y musicalidad en mente para mantener el flujo.
La música comparte similitudes con la magia en su capacidad para manipular emociones y expectativas. Tanto el mago como el músico guían al público a través de experiencias cuidadosamente diseñadas. Por lo tanto, la elección de la música adecuada es esencial para realzar el impacto de un acto de magia.
El mago me dijo una vez que en las inversiones amorosas está muy bien no tener recompensas. Si todo sale mal, bien vale siempre la inversión. Así, entre reflexiones y charlas, entre chistes y magia, entre abrazos y brindis, es que, con cada despedida, nos prometemos un pronto reencuentro, para que la magia diga presente, para que la amistad se llene de magia. La magia que hay en él, la magia que él saca de mí, para que brote la magia que hay en vos que lees esto y aún no lo conocés.

sábado, 7 de octubre de 2023

Personalidad (máscaras)…

De tanto hablar con Marga, concluimos, bah, concluí, que la personalidad viene de personaje, por lo tanto, a mi entender, es una forma de máscara.
Desde la infancia, solemos creer en la noción de que los individuos malintencionados ocultan su verdadera naturaleza detrás de una fachada amigable, como el lobo que se disfraza de cordero para engañar a los demás y aparentar cualidades inocentes. Sin embargo, siempre sostuve una perspectiva diferente, que plantea que podemos desafiar este pensamiento adverso. No considero que nuestra auténtica identidad resida en lo más profundo de nuestro ser, sino más bien en la construcción consciente que realizamos día a día, a través de nuestras acciones y elecciones personales.
Al nacer, heredamos una apariencia que no podemos cambiar, forjada por la genética y posiblemente marcada por los rasgos de nuestros antepasados. Sin embargo, tenemos la capacidad de moldear y mejorar esta apariencia superficial mediante el estudio, el esfuerzo, la generosidad y el trabajo constante. Cada acto que emprendemos, ya sea el simple acto de cepillarnos los dientes, mantener la higiene o mostrar amabilidad, añade una capa sobre nuestra fachada inicial. Podemos aprender nuevas habilidades, explorar la ciencia, sumergirnos en el arte y la filosofía, contribuyendo así a la construcción de nuestra identidad día a día.
Esta imagen que proyectamos hacia el exterior, compuesta de múltiples capas de esfuerzo y desarrollo, se revela como una representación más auténtica de nosotros mismos en comparación con la cara que traemos desde el nacimiento. Es esencial despojarnos de las máscaras que llevamos internamente y, en su lugar, construir una identidad sólida desde el exterior hacia el interior. De esta manera, podemos llegar a apreciar la última capa que hemos formado con tanto empeño, en lugar de aferrarnos a la máscara inicial que nos fue otorgada al nacer.