sábado, 4 de abril de 2009

Resplandores…

Tsubasa hacía dos días que había comprado su cámara de fotos y aún no había podido estrenarla. Sus ansias no lo dejaron dormir, hasta que ese nueve de agosto de 1945, salió de su casa y se dispuso ir a una plaza en su Nagasaki natal.
La ilusión fotográfica se adueñó de él en cuestión de segundos, las expectativas y sus ansias crecían al compás del armado de la cámara y el trípode, se dejaba seducir con la idea de cada toma desde los distintos puntos que ya había marcado mentalmente en aquel parque que desde niño lo acobijo. Siguiendo sistemáticamente las instrucciones, logró armar la cámara en un tiempo nada envidiable, se quedó mirándola, era todo un logro y un gran sacrificio el haber destinado grandes horas de su vida y ocuparlas a dicha pasión que ya desde pequeño lo fue seduciendo, como las mujeres hacen al andar.
Tsubasa escuchó el ruido lejano de un avión.
Preparó la cámara, ajustó el lente para ver nítidamente la imagen de aquel sector del parque, preparó el flash para lograr una fotografía óptima, cuando al fin todo ya estaba listo, disparó.
Tsubasa vio un resplandor y sintió un calor enorme.
El número de víctimas causadas directamente por la explosión se estima en 40.000 mortales y 60.000 heridos de una población de 195.000 habitantes. A estas víctimas hay que sumar las causadas por los efectos de la radiación nuclear.
Tsubasa falleció al igual que otras personas.
Ojalá nunca vuelva a suceder.