miércoles, 17 de junio de 2009

Júpiter…



Mierda… lindo título para empezar.
Sol que quiso ser y no pudo, con su silueta grandiosa y fina, siempre acompañó al firmamento y desde que tengo 12 años está atado a mi pensamiento, no hay noche que no lo busque en el cielo porteño. Siempre me llamó la atención el brillo y el tamaño de esa “estrella”, recuerdo aquellas lejanas noches de invierno en la terraza de mi casa, escuchando “Tiempos Violentos” en la Rock & Pop, armado con mi telescopio de mediocres 4X y con la mirada siempre puesta en él. Una vaga imagen de una luna diminuta recuerdo haber visto y anotado en un cuaderno de guardia que vaya a saber uno donde fue a olvidar el paso de los años. Desvelos increíbles, el anhelo vanidoso de ser un Galileo del subdesarrollo y el frío incisivo del invierno son recuerdo que jamás serán borrados de mi mente.
Con el correr del tiempo pude ver algo más que un simple punto blanco, y sucedió la vez que fui al observatorio que está en el Parque del Centenario, increíblemente pude ver sus colores a pesar de estar cinco veces más lejos que el Sol, su forma, sus cuatro lunas (Ganímedes, Io, Europa y Calisto), moviéndose en torno a ese gigante 318 veces más grande que la Tierra, aquella mancha roja, marcaron el momento del nacimiento de un romance que aún no se termina y dudo que acabe en algún futuro distante por llamarlo de algún modo.
Y es que en esas noches donde nado en el mar de mi soledad (no me ahogo como algunos piensan), siempre al mirar hacia el cielo, está presente esa imagen, ese brillo, esa frialdad de la luz lejana que reflejada, atraviesa todo límite e ingresa en mi nervio óptico para que el cerebro la procese y me dé una imagen clara de aquel planeta que marcó mi primera adolescencia y mi amor al observar el cielo. Y no escribo esto por que sea el año mundial de la astronomía, sino por que esta semana tuve un gran acercamiento a este gigante y aún estoy tratando de descubrir el por qué…
Dios griego (Zeus) y romano, protector y centinela del sistema solar, intrigante y maravilloso. Con su día de 9,8 horas, su traslación de 12 años, su volumen mil veces mayor al de la tierra. La gran mancha roja (donde entrarían 2 planetas Tierra) que no es más que un inmenso huracán que se ha mantenido por al menos 3 siglos.
Algo me hizo renacer mi amor, quizás sea que hace un tiempo trato de distraerme un poco, fue así que investigando, me enteré que cada año se contrae alrededor de 2 centímetros. Esto se debe a un fenómeno llamado contracción de Kelvin-Helmholtz (confieso haber copiado el nombre), sucede que la superficie del planeta se enfría, esto hace que la presión de su atmósfera se reduzca y que la presión de su núcleo aumente para compensar. La locura de esto es que su tamaño se reduce y que emite calor debido a la compresión, así Júpiter emite más radiación que la que recibe del Sol, esto hace que algunos astrónomos lo llamen una estrella fallida (yo siempre lo creí así) pero le faltaría multiplicar su masa unas trece veces para poder empezar a arder como una estrella y no está muy claro de dónde podría sacar Júpiter esa masa extra.
Al verlo uno a través de un telescopio, se lo observa lejano y silencioso (como uno se imagina el espacio), pero en su interior se desarrollan terrible tormentas, siempre me imaginé como sería ver sus relámpagos, imposibles de observar en su cara iluminada y escuchar sus truenos, debe ser algo que daría miedo a cualquiera.
Crecí imaginándome a un Júpiter sin anillos, ya que los anillos eran una característica absoluta de Saturno (Cronos), que por otra parte era padre de Júpiter, pero con los años me fui acostumbrando a imaginarme un Júpiter con un tenue anillo rodeando a sus lunas y éstas a su vez moviéndose dentro de un enorme globo de radiación atrapado en la magnetosfera, que no es más que el campo magnético del planeta, que alcanza entre los 3 y 7 millones de Km. en dirección al Sol, y se proyecta en dirección contraria más de 750 millones de Km., hasta llegar a la órbita de Saturno.
Pienso que si existe vida inteligente en un lugar muy lejano y apuntan para este lado, podrían descubrir a Júpiter por como altera a la órbita del Sol, al igual que nosotros hemos descubierto planetas lejanos.
De todas maneras creo que lo que más me atrae de Júpiter es su parecido conmigo, es decir, ambos segundeamos siempre, aunque alguna vez quisimos o al menos intentamos ser estrellas.