miércoles, 3 de marzo de 2010

Cosas de familia (en tiempo pasado)…

Mientras comíamos mi pierna derecha acariciaba su entrepiernas a la vez que su madre me alcanzaba un poco de ensalada; y claro la mesa era grande y en Castelar estaba toda la familia reunida, disfrutando de aquel asado que el abuelo había hecho con mucho esmero y que estaba delicioso para serles franco. Su hermanastra mayor me acariciaba la pierna izquierda mientras yo hacía maromas para no ser descubierto por alguien en la familia que utilizando la agudeza visual terminara percatándose de esa situación promiscua.
A todo esto el hermano menor de ella hacía chistes sin sentido que algunos por ser tan estúpidos terminaban causando algo de gracia, claro está que no por el chiste, sino por la situación y las voces que ponía él mismo al contarlos. La primita de tres años corría y gritaba alrededor de la mesa, la tía (la del medio) y a los gritos, le pedía a la nena que se calmara y toda vez que podía me guiñaba un ojo… con complicidad yo siempre sonreí, y les confieso que siempre me gustó la tía del medio, la mayor jamás me cayó bien y la menor tenía actitudes totalmente despreciables para con la humanidad entera.
El abuelo sacó los chorizos y la hermanastra escudada por el largo mantel que cubría todo, aprovechó para bajar el cierre del jean que estaba usando e introducir sus largos dedos por allí; me esforcé mucho para no mirarla y para que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, a todo esto ella empezó con su pierna a buscar mi entrepierna que a su vez estaba ocupada/excitada con las manos de su hermanastra. Con un gesto afable pero imperioso le pedí que no lo haga y de esa forma tuve tiempo para sacar las manos de su hermanastra de mi pantalón (y no tanto).
Tras el atracón, salí a fumar un cigarro en el pequeño jardín/garaje que daba hacia donde estaba la parrilla, ella había ido al baño lo cual era bueno, ya que de esa forma no me criticaría por salir a fumar. En el jardín estaba la tía (la del medio) que empezó a acercarse peligrosamente, entonces la sorprendió ella apareciendo de la nada y preguntando: -¿De qué hablan?. De nada fue la respuesta al unísono. La tía se alejó y ella se quedó un rato conmigo, pero con desgano dado que estaba fumando. No terminé el cigarrillo que ya estaba solo en ese patio. El sol era fuerte al igual que la temperatura, pero la misma se vió acrecentada con una discusión entre hermanas que caldeo el ambiente de forma temible, por ende decidí buscar una copa de vino y encender otro cigarrillo, repitiendo la operación de volver a aquel patio.
La cosa se puso tioca cuando la hermana menor rompió una botella de vino contra un mueble y toda la familia corrió a calmarla, la circunstancia se fue de las manos en aquel lugar, consternado y no menos sorprendido, la agarré a ella del brazo y nos fuimos a la placita de aquel barrio. Lloraba, lloraba mucho y puteaba a su familia en general, yo la miré con ternura y la abracé todo lo que pude, hasta que me decidí y tomados de la mano volvimos a la seguridad de mi casa gracias a aquel tren que siempre me sirvió de transporte para ir o volver del oeste.
Una vez en mi casa, ella procedió a bañarse mientra yo preparaba unos mates.
Son cosas de familia atinó a proferir como primera palabra. Sonreí y nos quedamos tomando mate en silencio durante una hora aproximadamente.