miércoles, 26 de julio de 2023

Mis héroes están viejos…

Cuando era un niño, conocí a Indiana Jones, aquel legendario arqueólogo y aventurero. Me vienen imágenes de lo fascinado que lo veía mientras él estaba parado en lo alto de una colina, contemplando el horizonte mientras el sol se sumergía lentamente en aquella línea que corona al mundo y su figura interrumpía el fotograma de la cámara con su sombra. El viento soplaba suavemente, llevando consigo sus pensamientos y seguramente algunos recuerdos. A partir de ese momento, se convirtió en mi héroe para siempre.
De joven, Indiana Jones desafió peligrosas trampas, luchó contra nazis y recuperó artefactos sagrados. Fue un símbolo de valentía y determinación en un mundo lleno de misterios y maravillas. ¡Y claro! Eso me encantaba, porque a temprana edad es cuando uno descubre que el mundo tal cual es, no alcanza. Por eso de chico uno imagina situaciones, juega y se divierte entre juegos y sueños de fantasía. También era profesor, lo que de algún modo me identifica, aún hoy en día.
Hace unos días fui al cine a ver la última película de Indiana Jones. Todos saben que es la última que hace Harrison Ford, y por ende, la última de mi héroe. Por eso, traté de engañarme, no pensando en ello. Me vestí para la ocasión y fui bien acompañado a la ciudad.
Luego del primer arco, llegó la imagen de él… los años habían pasado, y el peso del tiempo se hacía evidente en su rostro marcado por arrugas y en su pelo que había perdido parte de su color. Sus ojos reflejan la tristeza de quien ha vivido grandes hazañas, pero también la melancolía del que sabe que el tiempo no perdona a los héroes. Me impactó verlo viejo, huraño, dándole clases a una generación que pensaba en otras cosas, que de algún modo necesitaba del mundo algo que ya no estaba en los libros.
Solo, viejo, con el corazón roto y la mirada perdida. Así lo reencontré tras tantos años esperando por verlo nuevamente. De vivir en grandes casas a hacerlo en un departamento pequeño. De recorrer al mundo, a viajar por sus entrañas en subte. Poco quedaba de aquel que me había fascinado con sus aventuras e historias. Y es que sin lugar a dudas la vida es eso, con los años nos volvemos más predecibles, más conservadores y menos fascinantes. Ese es el precio…
La nostalgia lo invadió mientras miraba los objetos que yacían en su estudio: el sombrero marrón desgastado, el látigo que había sido testigo de innumerables peligros, la mochila para llevar el peso de una nueva aventura, su gastado morral MK VII y la vieja libreta llena de anotaciones que había sido su fiel compañera en cada viaje. Todo eso era parte del pasado ahora, una época en la que los héroes como él tenían su lugar. Los héroes no son inmortales, y él no era la excepción.
Me resisto al paso del tiempo todo lo que puedo, aunque sea inexorable. Mis héroes son viejos y difícilmente puedan ser renovados… en estos tiempos de multiversos, es fácil tener seis Batman, cuatro Spiderman o tres Superman, pero en el caso de mi héroe no, siempre va a ser Harrison Ford.
Indiana Jones, el héroe de tiempos pasados, ha envejecido, pero su espíritu aventurero nunca se apagará. Su historia continuará siendo contada de mi generación a las que vengan, y su nombre resonará, quizás como un tenue eco que se apaga en los corredores de la eternidad. Aunque los héroes puedan envejecer, su legado trasciende el tiempo, inspirando a aquellos dispuestos a buscar la grandeza más allá de las limitaciones humanas.

jueves, 20 de julio de 2023

Marcharse de ti…

Cuando me congela, salgo a buscarla,
incapaz de ver al futuro como algo mejor.
Mientras me pierdo no me dejo encontrar
porque el alma no refleja lo que somos.
 
Me enfrento a mí, no huyo, pero me cuesta derribarme.
Hecho trizas por la vida, tratando de sobrevivir,
cómo se puede, en una soledad acompañada,
buscando la forma de no volver a herir.
 
Hago lo que puedo mientras todos dicen lo que debo.
Pocas cosas quedan, casi todo ya lo di.
Los ojos besan antes que la boca, con la tranquilidad
de ya no tener nada más que ocultar.
 
Si las miradas se cruzan
es porque algo buscan.
Me dijeron que hay que alejarse
para que nos extrañen o nos olviden.
 
Hoy todo cambió,
Por eso te dije adiós.
Y así se me cayó un final
y un comienzo se perdió para siempre.

miércoles, 5 de julio de 2023

Ella, el tiempo y el mar…

En un instante efímero sucede, es el tiempo que nos atraviesa, sin poder aprehenderlo, su esencia se desvanece. Ella llora, sus lágrimas, caen a cuentagotas sin tregua, gotas que nunca caerán en el vasto mar que florece y lejano se encuentra.
El tiempo, misterioso, se escapa entre los dedos, intentamos comprenderlo, más se vuelve escurridizo. Sus lágrimas, como gemas, en sus ojos quedan presas, anhelando el océano, donde nunca encontrarán el abrigo prometido.
Las agujas del reloj marcan momentos fugaces, en el fluir constante, buscamos por instantes su significado. Ella en silencio llora, sus lágrimas casi invisibles, perdidas en el camino, caen inadvertidas, sin encontrar su destino.
El tiempo es un enigma, un río sin contornos, ella llora en silencio, sin alcanzar el mar azul. Las gotas cristalinas, su tristeza eterna adornan, pero nunca se mezclarán en el océano, ya que desafortunadamente perecerán con anterioridad.
Atravesamos el tiempo, sin poderlo comprender, y en su rostro afloran lágrimas, un llanto sin final. Esas gotas solitarias, nunca se mezclarán con el mar, una tristeza suspendida en el tiempo, sin escapatoria, ni final.
Ella intentó ir al mar y hundirse juntos, sintiendo al agua en su piel, buscó refugio. Mientras él se hundía en penas y desencantos, ella luchaba por encontrar su propio valor perdido.
¿Vale la pena intentar el dolor que nos lleva a descubrir quiénes somos? En esa encrucijada de lágrimas y desvelos, ella se cuestionaba, buscando ciega, horizontes donde naufragar.
El mar, testigo mudo de su conflicto, le indicó vagas sendas hacia la libertad y el olvido. Pero él, sumido en la oscuridad de sus tormentos, se hundía más profundo, sin poderse hallar.
La vida nos lleva por caminos inciertos, donde el sufrimiento parece ser el precio a pagar. Pero ella, valiente, se negaba a sucumbir en desiertos, y buscaba en el mar la fuerza para renacer y amar.
Quizás el dolor sea una guía hacia la autenticidad, una llave que desbloquea las cadenas del conformismo. Ella deseaba encontrar su propia felicidad, y en las profundidades del océano hallar su propio abismo.
Entonces, en su búsqueda de ser fiel a sí misma, decidió nadar contra la corriente y emprender, la búsqueda que supone que vale la pena luchar y renacer.