Una noche, tomando un vino con el mago, dijimos algo así
como que el batero es el arquero de un grupo; el cantante, con suerte es un
nueve; el violero es el diez y el bajista es el tres. Tras algunas risas, nos
pusimos a hablar de la improvisación.
Un guitarrista de jazz, sin duda, improvisa, pero lo hace dentro de escalas musicales específicas. La improvisación, en esencia, implica establecer reglas que se seguirán y luego, de forma espontánea, crear algo artístico, ya sea en términos de pensamiento, cultura o música. Sin embargo, sin un conjunto de reglas predefinidas, si un guitarrista simplemente toca lo que le apetece, no se puede considerar improvisación, sino más bien un acto sin sentido.
Lo que realmente cautiva al público sobre un improvisador es observar cómo enfrenta desafíos y los supera de manera brillante. Un ejemplo es la payada, una forma de canto improvisado que fue popular en el siglo XIX en nuestro país. En la payada, se establece inicialmente una forma específica, como cantar en décimas, lo que introduce rigurosidad en la improvisación. Los versos son octosílabos y deben rimar, creando un desafío que el improvisador debe superar. La verdadera maravilla radica en la capacidad del improvisador para pensar rápidamente y comunicar coherentemente mientras mantiene la estructura, similar a la fascinación que genera un mago en acción.
Un mago plantea un desafío inicial y luego demuestra su habilidad para superarlo. Por ejemplo, si dice: "No se puede atravesar esta mesa con esta moneda", el mago propone vencer esa limitación y lo logra ante la audiencia. Sin embargo, si el mago simplemente tira monedas al azar, carece de sentido y no puede considerarse improvisación; en cambio, es un acto de insensatez.
La improvisación colectiva es especialmente difícil, ya que algunas personas pueden ser talentosas e imaginativas, pero carecen de colaboración. En lugar de contribuir al flujo general, a menudo traen chistes premeditados que interrumpen la dinámica del grupo. Cualquier interrupción que obstaculice el diálogo colectivo, termina frustrando a los participantes.
En la improvisación, llega un punto en el que uno no puede continuar, y aquí se aplica la analogía de los payadores. Cuando dos payadores cantan en contrapunto, cada uno contribuye con dos líneas, y el desafío es superar las dificultades planteadas por el otro. Sin embargo, si uno intenta dificultar la tarea del otro, y este logra superar el obstáculo, el siguiente verso se tornará aún más complicado. Por lo tanto, es prudente preparar versos con lógica y musicalidad en mente para mantener el flujo.
La música comparte similitudes con la magia en su capacidad para manipular emociones y expectativas. Tanto el mago como el músico guían al público a través de experiencias cuidadosamente diseñadas. Por lo tanto, la elección de la música adecuada es esencial para realzar el impacto de un acto de magia.
El mago me dijo una vez que en las inversiones amorosas está muy bien no tener recompensas. Si todo sale mal, bien vale siempre la inversión. Así, entre reflexiones y charlas, entre chistes y magia, entre abrazos y brindis, es que, con cada despedida, nos prometemos un pronto reencuentro, para que la magia diga presente, para que la amistad se llene de magia. La magia que hay en él, la magia que él saca de mí, para que brote la magia que hay en vos que lees esto y aún no lo conocés.
Un guitarrista de jazz, sin duda, improvisa, pero lo hace dentro de escalas musicales específicas. La improvisación, en esencia, implica establecer reglas que se seguirán y luego, de forma espontánea, crear algo artístico, ya sea en términos de pensamiento, cultura o música. Sin embargo, sin un conjunto de reglas predefinidas, si un guitarrista simplemente toca lo que le apetece, no se puede considerar improvisación, sino más bien un acto sin sentido.
Lo que realmente cautiva al público sobre un improvisador es observar cómo enfrenta desafíos y los supera de manera brillante. Un ejemplo es la payada, una forma de canto improvisado que fue popular en el siglo XIX en nuestro país. En la payada, se establece inicialmente una forma específica, como cantar en décimas, lo que introduce rigurosidad en la improvisación. Los versos son octosílabos y deben rimar, creando un desafío que el improvisador debe superar. La verdadera maravilla radica en la capacidad del improvisador para pensar rápidamente y comunicar coherentemente mientras mantiene la estructura, similar a la fascinación que genera un mago en acción.
Un mago plantea un desafío inicial y luego demuestra su habilidad para superarlo. Por ejemplo, si dice: "No se puede atravesar esta mesa con esta moneda", el mago propone vencer esa limitación y lo logra ante la audiencia. Sin embargo, si el mago simplemente tira monedas al azar, carece de sentido y no puede considerarse improvisación; en cambio, es un acto de insensatez.
La improvisación colectiva es especialmente difícil, ya que algunas personas pueden ser talentosas e imaginativas, pero carecen de colaboración. En lugar de contribuir al flujo general, a menudo traen chistes premeditados que interrumpen la dinámica del grupo. Cualquier interrupción que obstaculice el diálogo colectivo, termina frustrando a los participantes.
En la improvisación, llega un punto en el que uno no puede continuar, y aquí se aplica la analogía de los payadores. Cuando dos payadores cantan en contrapunto, cada uno contribuye con dos líneas, y el desafío es superar las dificultades planteadas por el otro. Sin embargo, si uno intenta dificultar la tarea del otro, y este logra superar el obstáculo, el siguiente verso se tornará aún más complicado. Por lo tanto, es prudente preparar versos con lógica y musicalidad en mente para mantener el flujo.
La música comparte similitudes con la magia en su capacidad para manipular emociones y expectativas. Tanto el mago como el músico guían al público a través de experiencias cuidadosamente diseñadas. Por lo tanto, la elección de la música adecuada es esencial para realzar el impacto de un acto de magia.
El mago me dijo una vez que en las inversiones amorosas está muy bien no tener recompensas. Si todo sale mal, bien vale siempre la inversión. Así, entre reflexiones y charlas, entre chistes y magia, entre abrazos y brindis, es que, con cada despedida, nos prometemos un pronto reencuentro, para que la magia diga presente, para que la amistad se llene de magia. La magia que hay en él, la magia que él saca de mí, para que brote la magia que hay en vos que lees esto y aún no lo conocés.
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