En tus pupilas me veo vivo.
Ojalá nunca tengamos que elegir
entre el olvido y la memoria,
lo cotidiano y existir.
Cuantos besos quedan
en mis ojos al mirar tu boca.
La madrugada arrastra los pies y
aunque yo no quiera mirar,
te espío de lejos y guardo en mi garganta
el relato de este naufragio cruel.
Corazón, se acerca la despedida.
Veníamos mal y ella invadió todo con su luz.
Mala suerte, todo es angustia y está roto,
nuevos aires que no llegan, ni atraen.
La mirada otra vez vacía y sin alma,
cicatrices que no se curan, ni se ven.
Colección de fotos y estampas,
latidos apagados de medianoche,
Te quiero lo suficiente como para no olvidarte.
Hablame de dolor cuando te veas
obligado a dejar de querer a alguien.
Dejemos que el viento hable en este invierno,
que vaya ocupando cada uno de los rincones.
A cara o ceca con el destino,
todo puede lastimar, el espejo ladra y muerde.
Y a esta despedida a mano armada
por ser un Romeo de cartón,
un Cyrano que acumula cartas y rimas,
se pierde, mientras busca tu balcón.
Corazón otra vez nos equivocamos de dirección,
después de dar tantas vueltas, mareados,
llegará el momento de darnos la espalda,
será la marea la que inunde las miradas
y tape los rastros de nuestras pisadas.
Y en andenes vacíos, ya sin esperanza,
nos volveremos fulanos de nadie
mientras perdemos los últimos trenes.
Ojalá nunca tengamos que elegir
entre el olvido y la memoria,
lo cotidiano y existir.
en mis ojos al mirar tu boca.
La madrugada arrastra los pies y
aunque yo no quiera mirar,
te espío de lejos y guardo en mi garganta
el relato de este naufragio cruel.
Veníamos mal y ella invadió todo con su luz.
Mala suerte, todo es angustia y está roto,
nuevos aires que no llegan, ni atraen.
La mirada otra vez vacía y sin alma,
cicatrices que no se curan, ni se ven.
Colección de fotos y estampas,
latidos apagados de medianoche,
Te quiero lo suficiente como para no olvidarte.
obligado a dejar de querer a alguien.
Dejemos que el viento hable en este invierno,
que vaya ocupando cada uno de los rincones.
A cara o ceca con el destino,
todo puede lastimar, el espejo ladra y muerde.
Y a esta despedida a mano armada
por ser un Romeo de cartón,
un Cyrano que acumula cartas y rimas,
se pierde, mientras busca tu balcón.
después de dar tantas vueltas, mareados,
llegará el momento de darnos la espalda,
será la marea la que inunde las miradas
y tape los rastros de nuestras pisadas.
Y en andenes vacíos, ya sin esperanza,
nos volveremos fulanos de nadie
mientras perdemos los últimos trenes.
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