lunes, 8 de septiembre de 2025

Soliloquio con Romina...

No espero que me respondas, sólo te pido que me escuches esta noche. Sé que nunca vas a estar de acuerdo, pero hay muchas cosas que no sabés y que quiero decirte. Es probable que no te gusten las palabras que elija, ni el tema, porque sé que te incomoda, pero ya sabés, nunca me sale mentir.
Nuestras relaciones dejaron de ser románticas para convertirse en un espejo que refleja lo que los demás esperan de nosotros. Si aquello no se cumple, se descarta, por su inutilidad. La entrega se oxida y la sensación de vacío crece de manera descomunal. La seducción, el refuerzo del vínculo, se vuelve algo rutinario, agotador y predecible. Ya hemos visto parejas que terminaron por lo mismo, y aunque buscamos resistir, conocemos como termina aquel tango. Nos volvemos indiferentes por supervivencia.
Con el correr del tiempo aprendimos a aguantar, todo: los dolores, las pérdidas, los sacrificios con vista en el futuro. Las promesas jamás cumplidas se volvieron una rutina y la esperanza perdió el valor que otrora supo tener. Nadie sabe ver el sacrificio que todo ello conlleva, el peso se hace más grande e invisible y al hastío comienza a germinar. Un contrato existencial inexistente que se formaliza de hecho, un grito acallado que se subraya entre líneas.
Durante años se nos crió con el mandato de que debíamos ser fuertes para soportar las adversidades de la vida y con esa premisa, nos fuimos fabricando máscaras, pero nunca alcanzó, siempre se nos pidió que seamos más fuertes. Cuando lo logramos, se nos solicitó un poco más de sensibilidad. A ello se le fue sumando que seamos estables y agradecidos, empero también, que no nos volvamos aburridos con el personaje que nos solicitaban ser. “Tenés que estar al servicio para ser reconocido” … Y así cada vez nos fuimos alejando más de quiénes éramos. Y así, dejamos de ser nosotros, para ser otros.
La herida se ahonda cuando uno se la pasa queriendo merecer al amor. La ilusión se cristaliza, la mirada se pierde y opaca, y entonces, de a poco, uno se va convirtiendo en un fantasma que recorre lugares conocidos en la búsqueda de olores, sabores y sensaciones familiares, pero que ya no están. Por consiguiente, los mensajes se hacen distantes, los gestos como flores desaparecen, como también las ganas de sorprender al otro. El silencio gana territorio.
Nos acusan de ser egoístas, de estar alejados, de no hablar tanto y es que cuando uno busca la paz en un mundo que exige otras cosas, encontrarla es la mayor de las victorias. Aquella victoria no es demostrable, pero se siente cuando mojas los pies en el arroyo mientras contemplas las estrellas en la noche, o manejas kilómetros para llegar a un lugar inexplorado. No es necesario medir las palabras a utilizar, ni gesticular menos. Elegimos que no queremos soportar más lo que antes nos curaba.
Nos volvimos fríos, nos cambió el mundo, la cicatriz muestra lo que fuera una herida que ya no duele, pero está allí con su marca. El renacer es crudo y doloroso. El sobrevivir o salvarse, se convierte en la nueva premisa. El mundo no es el mismo, porque no somos los de antes. La ilusión queda tapada por la realidad, los sueños se vuelven de cabotaje. Ahí es donde nos reencontramos, exploramos nuevos lugares en nosotros, buscando la comodidad.
Todo grito es urgente, pero en nuestro nuevo despertar, el silencio labra el surco con su profundidad. La ausencia se hace presenta ante las exigencias, de los intentos de relacionarse soportando reproches. Una brújula marca el camino donde dejamos de buscar el agrado de los demás, para encontrarnos.

sábado, 30 de agosto de 2025

Deslumbramiento...

Cuando eliminas lo imposible, lo que queda es siempre descorazonador. Tristeza es una palabra pobre para describir lo que nos pasa, pero siempre se torna difícil adjetivar cuando el concepto es enorme y las palabras no alcanzan.
Las respuestas a las preguntas pueden deslumbrarnos; es siempre curioso como a veces, se oculta todo bajo ese brillo. Es difícil ver con ese resplandor, pero es mejor que no ver absolutamente nada por la obscuridad. En aquel deslumbramiento nos solemos hallar desnudos ante lo impensado, y también, fortificados en una nueva convicción, pero lo que verdaderamente importa es permitirnos saborear aquel destello, quitándonos el velo y aceptando que no sabemos nada, ni siquiera quiénes somos.
Hay tantas verdades como visiones, eso suelen decir. No se puede volver al pasado para ser testigos de lo ocurrido, pero siempre se puede buscar la verdad en los vestigios de los testimonios, en las miradas, en la efusividad de sus gestos, en lo que los pensamientos de las personas y en lo que sus interpretaciones derivan y convidan.
Algunos fulanos, sabiendo que van a morir, cuentan su historia. No somos nada más que eso... una historia. Muchas veces, la historia que nos llega está viciada de interpretaciones, matices y sesgos; y convierten aquella original en una nueva versión. Como humanos que somos, nos encanta confundirnos y conformarnos con aquello que mejor se adecúa a nuestros razonamientos, perspectivas, vivencias, creencias o realidad. En esas aguas seguras, nadamos, conformistas, celebrando el paso de los días.
Las historias le dan sentido a la existencia, al mundo. Nos hacen humanos y de cierta forma nos reconforta todo eso. Contarnos historias, aunque no sean ciertas, nos hace lo que somos.
En la vida nunca tenemos toda la información, hacemos lo que podemos con la información que tenemos y esperamos que eso sea lo indicado.
Mientras caminamos esta avenida de una sola mano, algunos nos divertimos jugando con los pequeños, riendo, enseñando, emborrachándonos y enamorándonos de señoritas inalcanzables, sólo para saborear por breves instantes, un poco de la razón y el sinsentido de todo esto que no comprendemos y que evadimos interpretar. Pero a veces, uno llega a distinguir cierto brillo en los ojos de los que entienden un poco más, un brillo opaco qué al ser advertido, nos dice...

miércoles, 2 de julio de 2025

Irán... pronto Pakistán

Ya se sabe, nada bueno viene tras citar al "mundo libre", aquella definición ambigua y atlantista que acuña occidente como un bien adquirido, resguardado en portaaviones y submarinos nucleares, protegidos con escudos misilísticos bajo el nombre de Dios. Sólo basta con no pertenecer en credo, o plantear una diferencia disruptiva para que la alarma suene, para que una sirena se active y con ella, la mirada del "bien y el orden" caiga sobre un nuevo, o no tan nuevo objetivo.
Los mapas, otrora fuente invalorable de información, hoy son un lienzo donde se perfilan las acciones a seguir, desde un país que no tiene frontera reconocida, producto de una promesa en antiguos escritos sagrados y sostenido por potencias vencedoras (y no tanto) en la última gran guerra. Aquellos protocolos de supuestos sabios guían el accionar de gobiernos que se dejan abrigar por aquellas ideas y definen los destinos de quienes están en su mira.
Y lo sabés bien, no existe el ataque preventivo, sólo la diplomacia lo es. Cuando los gritos de guerra suenan, es muy sencillo dejarse llevar por ellos. Es el día de hoy que me pongo a reflexionar, y como resultado de ello, entiendo que los conflictos entre países casi siempre son por cuestiones limítrofes. Desacuerdos fronterizos o conflictos entre naciones son la mecha que incineran todo. Pero me cuesta mucho comprender los conflictos entre países o naciones que están distantes, toda vez que carecen de sentido común.
Mi país tiene un conflicto eterno con una potencia  a más de diez mil km, que sólo se sostiene por aquel antiguo orgullo colonial y en respuesta al gran sacrificio que tuvo que hacer para mantener aquel enclave en las gélidas aguas del Atlántico Sur. Al parecer al sionismo no le alcanza con Palestina. Debía ir a buscar una excusa a dos mil km de su frontera para afianzar su dominio en la región. Según se puede observar el procedimiento es de lo más sencillo: sólo basta con afirmar que un país tiene armas nucleares, armas de destrucción masiva o químicas para que con total impunidad y sin control alguno, se desarrollen acciones militares preventivas... No es conveniente enviar misiones de paz de la ONU, tampoco veedores internacionales para constatar la veracidad de las afirmaciones. Ya lo vimos con Irak hace tiempo.
No deja de dolerme "el mundo libre", con su visión occidental, atlantista, anglosionista que no permite, ni respeta las diversidades culturales, o deseos soberanos de naciones que no se alineen a su visión global. Me duele que se llevan adelante atrocidades como las que vienen ocurriendo desde hace décadas. Me duele que sea en nombre de la libertad. Me duele que el mundo libre no lo sea, ni permite que cada nación busque en el futuro el camino que mejor crea conveniente. Me duele a mi, te tiene que doler a vos, aunque sea un poco, aunque no estén del todo de acuerdo, porque en el interior, si respirás profundo y lo pensás bien, con seguridad vas a cuestionar el método, y si así lo hacés, entonces, estás cuestionando lo mismo, y eso no hace libres.

lunes, 2 de junio de 2025

El reloj de arena…

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. Recuerdo que estaba algo nervioso por volver a verla, pero también sabía que debía enfrentar esa situación. Había algo que me lo pedía en mi inconsciente.
Encendí el motor y el ciclo Diesel respondió como debía hacerlo. Respiré profundo y fijé la vista más allá del capot. La ruta estaba llena de camiones y polvo, el viento hacía gala de su presencia tirando hacia la derecha. Con movimientos calculados trataba de mantener el rumbo, a sabiendas de que no iba a ser sencilla aquella noche…
Una vez allí, bajé de manera instintiva, casi sin pensar y toqué el timbre. Miré al piso mientras la puerta se abría y en un instante el mundo se detuvo al escuchar su voz. Todo era familiar, como si el tiempo no hubiera pasado. Su mirada, su sonrisa, sus ademanes. Puedo jurar que la iluminación fría no me molestó.
Me invitó a sentarme mientras sacó una botella de vino. Sabía como agasajarme. Nos miramos un rato, sin decir una palabra, contemplando lo que el paso del tiempo había hecho para los dos. No sabía que decir… calculo que ella tampoco.
Con su ternura habitual me preguntó cómo estaba; yo intenté disimular mi realidad entre arcaísmos y sinécdoques. Ella me miró, me conocía bien, sin embargo, prefirió creer en mis argucias y subterfugios. Sabía que era vano cualquier intento para ahondar más allá en detalles. Su mirada estaba intacta, llena de esperanza y alegría (aunque en el fondo yo veía más).
Sacó un reloj de arena, como si fuera una maga, lo hizo desde abajo de la mesa. Quedé anonadado al verlo. Su risa dijo todo, sin decir nada.
—Este reloj de arena lo compré pensando en vos —dijo, con tono misterioso—. El tiempo no es eterno, por eso te propongo que mientras dure lo que la arena nos permita, seas totalmente sincero conmigo.
La miré de reojo, sabía que el duelo no era de igual a igual, menos cuando jugaba de visitante. Sostuve mi mirada, serio, pensando en sus palabras.
—¿Cuál es la trampa? —pregunté con una sonrisa.
—La trampa es que sólo vos podés responder o hablar. Yo sólo escucho, pregunto y veo —respondió, con un brillo perspicaz en sus ojos marrones, mientras servía una copa de vino para ambos y le dio un fuerte sorbo a su copa.
Quedé expectante, algo en la propuesta no me gustaba, si me pongo a pensar en aquel momento, hubiera querido un mano a mano, un ida y vuelta. Pero siempre con ella las cosas no me salen como quiero y de algún modo, con el paso del tiempo entendí (comprendí), que el timón siempre era suyo.
—Acepto —dije—, pero con una condición.
—¿Cuál? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Que finalizado el ritual, me des el beso más hermoso.
Ella rió, con la ternura que la caracterizaba.
—Vamos a ver, depende de cómo salga —arremetió.
Sonreí, sin dejar de ver sus labios.
Entonces, dio vuelta al reloj de arena y mirándome fijo dijo:
—El tiempo corre, como corre la vida. Sabés que no es algo infinito, por eso es que voy a ser rápida en algunas cuestiones, y te pido que no me vengas con divagues heroicos o divagantes—exclamó, clavando su mirada en la mía.
—Así será —respondí, sin dejar de sostener mi mirada en la suya.
—¿Cómo pensás tus próximos años? —indagó con astucia.
—No lo sé. No me veo con un horizonte claro en el futuro. Estoy tratando de sacarme el enojo de los últimos meses… mis pérdidas, mi lejanía. Veo todo como si estuviera observando desde un catalejo. Todo es distante, a veces medio borroso, veo niebla —respiré profundo, buscando aclarar mis ideas— creo que perdí el rumbo, otra vez. Ya no me conmuevo con las cosas que antes lo hacían. Intento encontrar belleza en donde la encontraba y no la hallo. Creo que me encerré en mi seguridad… mi casa, mis mascotas… quizás en alguna historia que invento.
Ella me miró, haciendo un leve gesto de asentimiento.
—Vos sabés, tanto como yo, que cuando caiga ese último granito de arena, no nos vamos a llevar nada. Y si te animás a pensar en serio, sabés que, a lo mejor, nada de esto tenga sentido— dije, dando un sorbo profundo a la copa.
—No te ponga metafórico —dijo, sirviendo un poco de vino en mi copa— A este ritmo vamos a necesitar un tubo más.
Sonreí, pensando que era inevitable lo que proponía.
 —¿Qué venís pensando en este tiempo? —propuso, bebiendo vino, sin dejar de mirarme a los ojos.
—Creo que en nada —respondí, dándole un sorbo corto a la copa.
—Dale, te conozco. Veo cuándo te evadís —dijo entre risas.
—¿En serio? —indagué.
—¡Claro!, te veo en los gestos. Tomar vino, evadir la mirada, esa mueca que ponés con los labios de costado —dijo—.
En ese momento, me sentí incómodo, como si estuviera desnudo, a la intemperie.
—¿Estás triste? —preguntó tras un silencio—.
—Creo que si —dije sin pensar— pero siempre estoy triste.
—¿Por qué? —interrogó con argucia.
Sonreí, una forma estúpida de evadirme.
—Creo que es porque no se me da el mundo a mi forma de ser.
—¿Y cómo es ese mundo? —consultó.
—Menos injusto —respondí de modo espontáneo.
—Pero entonces lo que vos querés es una utopía —inquirió.
—No, no soy tan romántico, sólo quiero algo más justo, algo que entiendan todos —respondí mirando al reloj.
—¿Y cómo es eso? —preguntó acercando su mano a las mía.
Pude sentir el frío de sus manos en las mía. Recordaba bien esa sensación.
—Tenés las manos frías —dije.
—Y los pies también —respondió.
—Entonces vayamos a calentarlos —propuse.
Ella sonrió. Me miró fijo y con su pierna, por debajo de la mesa, acarició la mía.
—No te olvides de la propuesta que consensuamos —dictaminó.
La miré con ternura, sin proferir palabra alguna.
—¿Extrañás al pasado?
—Si, claro, siempre —respondí, con seguridad.
—¿Por qué?
—Creo porque es… —miré al reloj de arena— porque no se puede cambiar, no se puede volver, porque es lo que nos hace lo que somos.
Ella me miró, se quedó pensando un instante, luego miró al reloj. Sonrió, finalmente.
—¿Volverías a Buenos Aires? —preguntó, mientras tomaba vino.
—Creo que no —dije de manera rotunda.
—¿Por qué? —preguntó mirando el reloj de arena que se que agotaba y volviendo su mirada a la mía.
—Porque no hay nada allá que me conmueva —respondí.
—¿Y acá? —disparó como un arpón.
—Tampoco —solté sin pensarlo.
Ella me miró sorprendida, mientras acabábamos la botella de vino. Se levantó sin decir palabra alguna buscar otra botella, mientras mi mirada no se apartaba de aquel reloj.
—¿Quién sos? —preguntó mientras descorchaba la otra botella.
—Un tipo que, como muchos, hace lo que puede, con lo que tengo, con mi educación, con mis valores, con mi nivel cultural. A veces hago las cosas equivocándome —hice una pausa para beber— busco que los demás encuentren la felicidad, el placer intelectual y cultural, y creo que lucho y trabajo por eso… quiero morir pensando que trabajé por ello y que lo que hice trascienda mi vida…
Ella asentía mientras hablaba, midiendo mis palabras.
—Pero vos sabés que vivo haciendo cagadas, que me enojo, que hago cosas que están mal, que no me acepta todo el mundo y a veces puedo parecer soberbio; pero sin embargo, pienso que lo que pude haber hecho, pudo haber sido más… siempre voy a ser muy autocrítico… quizás debería haber gritado o tener más carácter, pero siempre hice lo que pude con lo que tengo y creo no estar solo en ello.
—Creo que no —respondió. Se está terminando el tiempo
—Veo —dije, bebiendo un poco.
—¿Hay algo que me quieras decir? —preguntó.
—Muchas cosas, pero no es el momento —dije, viendo cómo caía el último grano de arena.

jueves, 6 de marzo de 2025

En absoluta secrecía...

La impresionante suposición de que un momento en el tiempo puede ser marcado por la infinita complejidad que una tragedia supone, un bucle al que nos sometemos para no ser soltados. La finitud se disfraza de nuestra condición.
Creamos las cosas en nuestros pensamientos y luego lo pasamos a lo físico, buscando eternamente una estrella que quizás nunca alcancemos, pero es peor llegar a viejos sin nunca haberlo intentado. Es la circularidad del tiempo la que nos somete y nos doma en la más absoluta secrecía.
La indescriptible unión basada en cenizas, sólo deriva en la consecuente consecuencia del desagrado. Estamos hechos de la madera de los sueños, somos sueños que sueñan, dos notas que no pueden sonar sin la otra, por eso este pobre quiere vivir, aunque la angustia sea suprema.
Si la muerte es liberadora, es nuestro remedio, pero en medio está la necesidad innata de conocer lo que nos despertó y allí agazapada está la ciencia. Es necesario conocer para vivir y aquella necesidad de vivir, fuerza a la ciencia a que se ponga a su servicio... buscamos en la vida siempre la verdad. 
Cicatrices... aquel recuerdo de lo que se rompió, de lo creado con dolor y que el tiempo disfrazó de otra manera, pero ¿Y si el tiempo es sólo eso y no hay más? ¿Cómo se quita ese dolor? Uno nace, crece y al final las horas se eternizan, con promesas al mar, con sueños, canciones y poesías... Todavía nos queda tanto por vivir entre vos y yo... 

martes, 4 de febrero de 2025

Desatino...

Cuando se está en un mismo lugar te parece que nada cambia, que la sucesión de días no trae nada nuevo consigo. Todo parece indiferente, inalterable, casi sin un sentido… pero después, cuando te vas por un tiempo largo y decidís volver, todo es diferente. Es en ese momento donde se rompe aquel hilo que te ligaba a ese lugar. Recorrés con la mirada todo y no lográs reconocer lo familiar, no encontrás lo que buscas; lo que era tuyo desapareció.
Miraba por la ventana, apoyando el mentón en la palma de mi mano derecha. Observaba con admiración la infinita sucesión de nubes y me dejaba seducir por el sonido de los motores y el paisaje que estaba debajo. La azafata me llamó señor dos veces, hasta que salí del trance. No me gustó que me llamara así.
Lo mejor de los viajes es poder volver, reencontrarse con paisajes, recuerdos y anécdotas. Sin dudas el mejor de los paisajes es el de los amigos que sé que me están esperando con una copa de vino, aquella copa que permite que me abran la puerta de sus corazones y de sus secretos.
Lo cierto es que soy afortunado de tenerlos conmigo, y aunque a muchos los he perdido con el paso del tiempo, a veces me voy a la juventud a renovar aquellas amistades. En la nada está la explicación del todo... Por eso cuando con mis amigos estallamos de risa en las fiestas, bailamos borrachos, hacemos carnes asadas, o cantamos, hay un momento casi imperceptible, donde nos miramos a los ojos, y cierto brillo, en nuestro encuentro fugaz, nos dice que sabemos lo inevitable... Vamos a morir.

jueves, 17 de octubre de 2024

Callar y que hable el viento…

Se hace difícil leer los labios del silencio,
y contener la respiración ante tu mirada.
Tus manos pequeñas no me sostienen
y me caigo agitando banderas blancas.
Mostrando los dientes digo que muero
por vos y enviudo con tu mirada.
Pasos al costado, lluvia en la ventana,
triunfar es llegar al fin de una ilusión
como aquel viejo y gastado refrán.
 
Un verso voy a escribirte cuando esté triste,
dopando las endorfinas que generan este amor.
Siempre con miedo en el corazón,
el espejo me devuelve una mirada de desesperación.
Cada encuentro sabe a despedida
y entre mis te quiero
y tus nos vemos,
mi futuro se baña en melancolía.
 
En esta noche miles cenando y compartiendo,
afuera, soldados rindiéndose
en esta guerra contra el olvido.
Lágrimas se desparraman
y no sé si vale la pena sufrir por vidas ajenas.
 
Y me pierdo día a día por ahí,
coleccionando todo lo que perdí.
Me bato a duelo los domingos,
sin padrinos, ni pistolas,
mirando lo que el tiempo hizo conmigo
solo, frente al espejo que ladra y muerde.
 
¿Qué dirán los vecinos viéndome
deambular como un zombi borracho?
Si me vieras llorando en los rincones
con tu ausencia abrazándome.
Muerdo el polvo del olvido,
gritando que soy un Cyrano de cartón
que se enreda cada vez que hablan de vos.

jueves, 10 de octubre de 2024

Albricias…

La fiesta y las risas se apagaron,
entre lágrimas, dolor y diclofenac.
Muebles por el mar tragados
y un corazón cansado de naufragar.

Ella en la bahía y yo en las sierras
convirtiéndonos en camaradas del olvido,
agitando banderas blancas,
aprendiendo a olvidar lo aprendido.
 
¿Te despertaste a la mañana
diciendo otra vez vos acá?
Merced de las torpezas
propias de un enamorado,
la edad, almohada y espejos
son los peores enemigos.
 
Yendo a buscar un tesoro,
nada vale más que un beso,
ante tanta tristeza en la ciudad.
Pierdo el hígado de un cachetazo
siguiendo un arcoíris
que llega a ningún lugar.
 
En este laberinto fijo rumbo,
el iceberg frente a la proa;
aguantando, nos esforzamos
ante los vientos del azar.
 
Y se va bajando el telón,
como recién llegados
a este nuevo principio del fin,
que vino por vos y por mí.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Buenos Aires...

Refugio de dos caminos que no se cruzan,
algo que cambia y no es lo que esperaba.
Esto pasa siempre que ando pensando
en dejar de pensar, allá dónde
nadie dice nada y todos hablan.
 
Buenos Aires se quedó con
un pedazo de mi corazón,
pero cada vez que toca volver,
no voy a recuperarlo.
 
Guardo en mis pulmones,
cual tesoro un poco de tu aire,
buscando de alguna manera
no pensarte, olvidarte.
 
Con el eterno temor de regresar,
de haber olvidado todo,
pero me encuentro con lo que dejé,
a pesar del correr del tiempo.
 
Bailo este tango con mi pasado,
las esquinas, el invierno cruel.
Tu perfume, bares y empedrado,
me pierdo en vos Buenos Aires.
 
Aquellos vientos, trajeron estas tempestades
y aunque te busque en mil ciudades
siempre escondida estás,
en el fondo de la mirada, Buenos Aires.
 
Allá, donde el progreso llega
demasiado tarde.
Allá donde está todo y no hay nada.
Allá, lejos, donde siempre,
allá estará siempre Buenos Aires.

martes, 24 de septiembre de 2024

Temporada mala…

La memoria está clavada en mi cabeza,
con los sentimientos no hay nada que entender.
¿Por qué sigo teniendo esperanzas?
por fabricar ilusiones prisioneras de realidades.
 
Esta vez te pedí que me dijeras
cuál es el final de esta canción.
Serás una presencia en la soledad,
como si nunca me/te hubiera/s ido.
 
Serás otra vez la razón para escribir
y se despierta un deseo al pensar en vos.
Doscientas cincuenta y seis noches y sigue aquí
y ese adiós atravesado en mis bolsillos.
 
No quiero oírte decir más nada,
andá, sólo quiero oír de vos.
Todo fuego se vuelve cenizas,
mientras me desnudo en silencio.
 
Cuando quieras desaparecer del mundo
y no entiendas porqué suceden las cosas así,
mirá en un rincón de tu alma y
agasapado me hallarás alentándote a seguir.
Y si locas penas te invaden,
confundiendo tu corazón,
sé que siempre serás fuerte
para reponerte y dar lo mejor.
 
Nos mentimos diciendo que
creíamos nuestras mentiras.
Los pensamientos se presentan
y discuten, buscando una señal.
Cuando entra el vino, el secreto sale,
ya me cansé de aquel disfraz.