lunes, 1 de septiembre de 2014

A quien corresponda…

Este es un mensaje que pretende ser como el de un náufrago, escrito en un resto de papel para ser colocado en una botella y recibido por quien el viejo Rey Tritón señale como destinatario. Aprendí con el correr de los años a derrumbar mis rumbos, nunca he podido dejar de sentirme adolescente en lo que vá de mi vida, me resisto cada vez más a la idea de ya no serlo, a pesar que nunca lo fui del todo… mi mambo nunca fue el de los demás y eso me pesa, ya sabe usted (lector habitué), que soy una máquina de quejarme de mi mismo, pero no me quedo ahí, en ese constante quejar pretendo abrazar la idea vanidosa de que algún día, llegue la iluminación que tanto espero y por fin pueda transmutar este mediocre metal. Ya sabe ud. que tengo por costumbre arruinar lo querido. Quémese después de leer.

sábado, 28 de junio de 2014

La caja negra...

Es bien conocido que la caja negra es un dispositivo destinado a guardar y registrar datos de distinta índole para su posterior análisis una vez hallada o recuperada. Tras la gran pérdida de hace un tiempo me dispuse a buscar la caja negra que parecía no poderse abrir por cuestiones más bien técnicas, pero sobre todo, lo más dificultoso es que estaba enterrada en una especie de ciénaga infernal a la cual, para serles sincero, no estaba dispuesto a aventurarme con dicha finalidad. El proceder fue cauteloso y lento, más bien cuidadoso agregaría, el contenido con el que se puede topar uno adentro, rara vez es lo que se espera y ¡claro!, las convicciones sólo son un lujo que tienen aquellos que se dedican a observar, lo que claramente no es mi caso en los últimos tiempos. Generalmente hay que estar preparado para lo que uno pueda llegar a encontrar en elementos de éste tipo, quizás por ello es que me tomé mi tiempo para destapar aquella caja de truenos y tormentas. En mi interior creo que buscaba de alguna manera converger con un instante que defina/redefina la noción infantil del romance o al menos, aquella versión de lo que mis anhelos decían que debía ser... jugando a la rayuela, encontré lo que se destacaba como la primer pista de los acontecimientos sucedidos a modo de eventos, aquello que no está presente y que el tiempo cachetea, entre ellos descubrí tener mañas domésticas, que se terminaron constituyendo en rituales existenciales, silencios, baraúndas de preguntas y dolores que a nada llevaron, ayudas sin eco que terminaron donde uno suponía que iban a terminar, vale decir, en aquel cruce entre la cortada llamada decepción y la calle despedida. Un poco a la más a la derecha de aquello, localicé letras perdidas en un block de hojas olvidado, un par de trenes que vienen con retraso y lágrimas que esperan a ser derrochadas cuando valga la pena, eso sí, sabés que ya nunca serán por vos ni por nada que a vos refiera, pues, verás, al husmear en esta caja negra, la caja negra de nuestro amor, sólo pude descifrar las siguientes variables: vientos, tormentas, truenos, granizo y relámpago, variables nada buenas para un vuelo seguro o con ilusiones de un final feliz. Quizás por ello tanto vos como yo sabemos que los despegues son opcionales, ahora bien, los aterrizajes son obligatorios... Por eso siempre fue peligroso para ambos salir a volar con sólo un paracaídas, siempre supimos o aprendimos a entender que tarde o temprano los dos íbamos a tener que saltar... Y así es la historia, siempre hay que analizar, estudiar, investigar la razón y consecuencias de los accidentes de éste tipo, no sé si lo hago para perdonarme, más bien es como una suerte de exorcismo, para ahuyentar demonios. Pero no olvidemos que los demonios no son más que ángeles caídos... viendo en retrospectiva en tu caso no es así, sos una suerte de demonio disfrazado de ángel viviendo a imagen y semejanza de lo que son los "otros", los demás. Por creerte igual sin serlo, por tus carencias y tu afán de ser como nunca vas a poder ser es que sufrís tanto, pero ¿Qué más dá?, si a fin de cuenta el salario a principio de mes cubre las necesidades básicas de carteras, ropa de marcas prestigiosas, viajes y navegaciones ó salidas para sostener esa imagen que tanto anhelas. Al instante otra representación, la mía, donde veo que estoy viejo, mañoso y gruñón, yo me definiría más bien amargo. Con el correr del tiempo reinventé microespacios masculinos que son bastiones difíciles de ser entregados a futuro con una mujer; encontré sentido a muchas cosas, por ejemplo, se dice "hasta que la muerte nos separe", cuando lo que nos separa es la vida, aquel viejo dicho que profiere: "el amor lo puede todo", cuando estamos hartos ya de probar empíricamente cualquier método para lograrlo y a sabiendas de que con el amor no alcanza en muchos casos, máxime cuando la soberbia, la falta de comprensión y el no saber escuchar al otro nubla cualquier intento de acercamiento o por qué no, de entendimiento. Reconozco que soy muy torpe a la hora de poner el corazón arriba de la mesa, es más difícil aún cuando dentro de uno hay un consorcio de tipos pateándose, gritándose, peleándose, buscando tener la razón y saturando el aire con lo que son, casi todos miserables, a veces un ratito aunque sea. En la cresta de esa función senoidal sólo puede converger el pandemónium. Ambos lo sabemos... los dos conocemos que pagamos muy caro nuestras desprolijidades. También sabrás comprender que estar enojado no es buen consejero para escribir, ahí se juntan todos los sentimientos que andan cerca y no sabés cual es genuino y cual no, por eso es que tardé tanto en abrir la caja negra, sabía que no era el momento cuando quise hacerlo, entiendo que éste tampoco es el mejor, pero es el que me place y por ello lo hago, a mi modo, para variar, como me sale. En el amor de pareja la disponibilidad del objeto atenta contra el deseo. Es probable que el deseo siempre esté en fuga, por eso creo que los celos están basados en nunca haber aprendido a amar, amar de verdad y no por mostrar una imagen o cubrir vacíos con regalos de aparente profundidad, como si la imagen esa que mostrás fuera vagamente lo que el amor verdadero es. Después de cierta edad uno se pone más introvertido y hace escrituras que son como autopsias, lo mismo pasa cada vez que uno se dispone a abrir una caja negra o a revisar viejos libros de bitácoras, es decir, uno tiende a ser fotográfico y hace pequeños retratos de lo que se dá en un barrio, en el amor o en un grupo. Yo, a la larga, sentí ganas o mejor dicho, me fue más fácil referirme a lo que mejor conozco, o si querés, lo que es el mayor de los misterios que quiero descifrar, que es de la piel para adentro. Puede llegar a ser difícil, porque atreverse a ser “hombre rana” de vos mismo te puede llevar a encontrar bastante dolor allá abajo, en el fondo. Ese dolor al que me refiero, en parte es por vos, por tu traición posterior, por lo que resultaste y no te preocupaste en cambiar ni en advertir... la impunidad fue tu escondite, es la obscuridad sonde te albergás y te hacés anónima, es tu claro refugio y lo que te atormenta al mismo tiempo.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La Posada del Ogro (Parte V)...

Las horas volaban en aquel lugar, en un momento me descubrí discutiendo sobre la convertibilidad, realizando un discurso que hasta a mi mismo me llamó la atención, los amigos de mi tío se quedaron callados, sólo uno saltó a discutirme, mientras el tío miraba con una sonrisa típica de él, aquella era una postal de un grato momento, que realmente marcó mi vida. Yo me compré una casa y pude irme de vacaciones, me dijo un tal Cacho; está bien; ¿pero a qué costo lo estás haciendo?, retruqué yo bastante exasperado. Se hizo un silencio de velorio, el tío, muy hábil miró el reloj y vió que eran las 24 hs. Y con un tono bastante alegre dijo: vámonos antes que caigan las brujas a éste lugar. Todo el mundo nos saludó y muchos agradecieron que haya participado tan “fervientemente” en la conversación aquella y me invitaron a volver cuando quiera. Nos levantamos con el tío y fuimos a la barra a que él pagara. En ese instante entró una persona que me llamó la atención, sus ojos estaban todo el tiempo a la expectativa, nerviosos, su tez era obscura, el pelo muy corto y negro, tenía un tatuaje con dos letras “WC”, intuí que eran las iniciales de “Walter” y “Camila”, es típico en algunas personas tatuarse las iniciales de los nombres de sus hijos. El tío se puso a hablar unas cosas con Don “Pepe” que yo lo había conocido en el aniversario de casado del tío, pero sin saber que era el dueño de la posada. El tío se dio media vuelta y enfiló para la entrada, yo lo seguí por detrás, de repente vió a éste sujeto que tenía el tatuaje y le dijo: ¡yo a vos te conozco!, ésta persona se puso nerviosa y le dijo que no, que estaba equivocado; mi tío le dijo que jamás olvida una cara, ¡ahhhhh!, ¡ya sé, a vos te agarramos robando ganado y alambrados en la casa de Martínez!, dijo mientras levantó el tono Norber; el tipo sacó un arma y le disparó dos veces a mi tío en el pecho, se levantó y salió corriendo del lugar. Yo me quedé atónito, enseguida los amigos de Norber me sacaron afuera, mientras Pepe llamaba a una ambulancia y luego a la casa del tío para avisarle a la tía Rosita lo que había pasado. Recuerdo que la ambulancia llegó 45 minutos después del llamado, también me acuerdo que se llevaron a Norber aún con vida, y mi vieja tomándome de la mano y abrazándome bien fuerte, como pocas veces lo hizo. Un policía bonaerense me hizo preguntas sobre el tipo que le disparó a quema ropa a mi tío, le describí todo, cada detalle, casi con odio. Después lo que me imaginé, un psicólogo haciéndome preguntas y tratando de dilucidar cuanto me había afectado el hecho y a decir verdad, fue fuerte, pero no traumático como muchos en la familia llegaron a decir. Al otro día nos volvimos a capital con mis viejos. Mi vieja iba todos los días a ver a mi tío al hospital, la tía Rosita hacía guardias interminables y estuvo siempre acompañada de toda la familia, siempre agradecía cuando llegábamos a hacerle compañía o simplemente convencerla de que duerma un rato y que coma algo. Siempre fue centinela fiel de mi tío y jamás lo dejó solo, aunque se le notaba el dolor y la angustia que llevaba consigo y sus ojos eran reflejo fiel de ello. El tío comenzó a empeorarse, y la tía se estaba poniendo muy mal por ello, todos hicimos lo imposible para mantenerla de pie, para aplacar un poco la angustia que tenía encima, pero a veces parecía un sacrificio inútil, siempre noté una suerte de conexión especial entre ellos, y la tía sabía muy bien como iba a terminar ésta historia.

sábado, 12 de abril de 2014

La Posada del Ogro (Parte IV)...

Al otro día me levanté tardísimo, sonaba una chacarera de fondo y todo ya estaba limpio, me lavé los dientes, la cara, y fui a la cocina a prepararme unos mates, en la mesada había pan de campo, así que le dí un buen mordisco y armado con la pava y el mate, salí al parque trasero, aunque me llamó atención que no había nadie en la casa, me dispuse a arrancar la mateada cuando irrumpió Sofía, la vecina de al lado, que venía a pedir un poco de azúcar por que la madre estaba haciendo una torta o algo así. Le alcancé el azúcar y la invité tomar unos mates, siempre me había llamado la atención Sofi, divertida mientras jugábamos, calladísima si no jugaba, casi siempre había que sacarle las palabras a tirabuzón, ahora si, cuando tomaba confianza era imparable. Aceptó y nos tomamos unos mates, con una hermosa brisa de verano y una tarde que no mataba con su temperatura. Al rato llegó la familia que habían ido de compras y se sumaron a la mateada. No sé por que recordé esa noche que mi tío llevaba a mi viejo a veces a un lugar que se llamaba la “Posada del Ogro”, donde se juntaban con amigos de mi tío y generalmente volvían muy tarde de ese sitio; siempre sentí curiosidad por ese lugar, pero nunca me animé a preguntar al respecto, ni a mi tío ni a mi viejo. Pero esa noche se me escapó la pregunta y Norber con ésa sonrisa pícara que solía hacer cuando sabía que le iban a preguntar algo, me respondió: mañana si querés te llevo a la posada, después de todo ya estás grande, igual preguntale a tu padre si te deja. Bajando la voz me dijo: si no te deja, yo hablo con él, me dijo mientras me guiñó un ojo y esbozó una sonrisa. Enseguida fui corriendo a preguntarle a mi viejo y él me dijo que si, que podía ir, pero que me comporte. A la tarde-noche del otro día, salimos con mi tío rumbo a aquel enigmático lugar, el camino como siempre era difícil, pero Norber lo conocía a la perfección, iba escuchando una radio de tango y la verdad que el viaje fue bastante silencioso. El paseo no fue largo, pero mientras yo miraba por la ventana, pensativo, iba observando el camino, los árboles, las casas, los sapos en la calle, los caballos, hasta que todo paró y vi un descampado enfrente mío. Llegamos, dijo el tío y bajamos. Delante de mí, una esquina con una edificación bastante antigua, un cartel de madera apenas iluminado me decía: Bienvenidos a la Posada del Ogro. Que buen nombre pensé, mientras observaba el “gastado” edificio. Buenas, dijo mi tío al entrar y todos lo saludaron al unísono, enseguida empezó a presentarme a todo el mundo y todos me abrazaban y me saludaban, me daban la mano, y yo atento respondía con cordialidad y con muchísimo respeto. Mi tío buscó una mesa (al parecer es en la que se sentaba siempre), pidió una picada y una cerveza. ¿Querés algo más Robert?, me preguntó, le respondí que no, que estaba bien. En cuestión de segundos estaba la mesa llena con amigos de él, hablaban de política, del fútbol, de la economía, y así se pasaba el tiempo en aquel lugar, corrían las cervezas, el vino y las palabras, había una tenue música de fondo que por lo que pude interpretar (es que había mucho ruido por las acaloradas discusiones), era un tango de Julio Sosa, mi tío me vió que le prestaba atención y me dijo, es un muy lindo tango, prestale atención, te va a gustar mucho, y dicho y hecho es un tango que aún respeto mucho. “Destellos” se llama.

lunes, 17 de marzo de 2014

La Posada del Ogro (Parte III)...

Otros años íbamos y mi tío no estaba de vacaciones, así que se iba muy temprano a la madrugada, creo que salía a las 3hs. y volvía cerca del mediodía, era una fiesta recibirlo cuando entraba el auto. Por lo general nos traía algo a mi hermano y a mí; yo solía correr hacia él, saltar y abrazarlo, él siempre reía y me abrazaba con mucha fuerza y a veces murmuraba algo que jamás pude interpretar. Todos los años decía lo mismo, ya falta menos para jubilarme, ya no quiero trabajar más. El último año que fuimos para allá me enteré por fin de que trabajaba, él era policía, y justo ése año, creo que le faltaban dos meses para jubilarse; siempre profería: No vuelvo más, al menos que el país entre en guerra no vuelvo más. La última vez que fuimos allá yo tenía 13 años, ya la relación con el tío había cambiado bastante, hablábamos de otras cosas, nos contábamos cómo veíamos al país, charlábamos de Cortázar y de Borges y discutíamos sobre Juan M. de Rosas y el FMI, y también le hablaba de la chica que me gustaba. Por alguna razón ese verano él interrumpía mis lecturas nocturnas y se ponía a charlar conmigo, me contó por primera vez de su trabajo, de su jubilación y de sus proyectos a futuro. El tío quería comprar una chacra en Entre Ríos, creo que en Federación, no recuerdo muy bien; y yo le contaba de lo que venía leyendo, de mis planes, la aviación, los sueños y de cosas así, simples; esa noche fue que tomé mi primera cerveza con él antes de que se vaya a trabajar. Por lo que escuché la tía no estaba muy segura de irse, pero decía que las cosas en la zona estaban cambiando mucho, había muchos robos, casas tomadas y cuatrerismo. Cierta vez escuché que le dijo a mi vieja que estaba decidida a irse a Federación con Norber. Ése año ellos cumplieron 25 años de casados y toda la familia cayó en la casa de los tíos, los familiares de Moreno, los de Lomas de Zamora, de San Justo, los de Capital Federal, los tíos de Entre Ríos y Santa Fé también vinieron. Jamás estuvimos tantos primos y tíos juntos en una fiesta, y la verdad que estuvo terriblemente buena, con mi primo Sergio nos tomamos dos cervezas entre los dos y tuvimos que salir al parque a respirar y a parar al mundo, por que todo nos daba vuelta. El tío se dio cuenta y nos trajo un café y algo para comer, mientras se reía. Hacía rato que no veía tanta familia y tanta joda, los tíos estaban re contentos, se les caían las lágrimas de felicidad, el vino corría como agua y el asado era interminable, siempre salía más de esa parrilla, muy buena labor sostuvo mi viejo al realizar tamaño asado y que salga tan rico, pocas veces volví a comer uno de esa calidad. Algunos vecinos también se acercaron a saludar a mis tíos y se quedaron en la fiesta esa noche. En un momento el tío Santiago, empezó a tirar fuegos artificiales, fue un espectáculo hermoso, todos estábamos muy emocionados, pero la atracción mayor fue cuando tiró una bengala que quedó suspendida en el cielo como una hora más o menos, y claro, mi tío Santiago era Capitán de Corbeta o algo así en la Armada y seguro se trajo una de allí. Todos nos quedamos viendo aquella bengala hasta que se apagó. Fue un momento muy lindo, luego siguió la música, el baile, y una zapada increíble entre los tíos. Recuerdo que eran 4 guitarras, un bandoneón, un bombo y todos desentonando al unísono, salvo algunas excepciones. Todo el mundo se fue ya arribada la mañana y yo ayudé bastante a limpiar y ordenar, hasta que el sueño me venció.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La Posada del Ogro (Parte II)...

Nunca faltaba nada en la casa de los tíos, mis viejos la pasaban re bien, me acuerdo que a la mañana era obligado el mate en el quincho, al mediodía, el tío se mandaba siempre algo a la parrilla, creo que cinco de los siete días de la semana, el tío se mandaba un asado, ¡y por favor!, que rico que le salían; me acuerdo que se comentaba algo de una complicidad con el carnicero, pero no puedo precisarlo, a veces la memoria no me juega a favor. A la tardecita por lo general se armaba una picada con cerveza para los adultos y coca para mi hermano y para mí. A veces llegábamos a cenar, otras veces no, ya que quedábamos tan cansados que nos desmayábamos en la cama antes que se ponga la mesa. Recuerdo que me despertaba a la noche para ir al baño y lo veía a mi tío fumando y tomando un vino en la galería que daba al parque de adelante, entonces me sentaba y me ponía a habar con él. Norber era una gran persona y me contaba historias del “Lobizón”, del “Pombero”, ya de más grande me contó del “Pata de lana” y esas cosas me encantaban, aunque a veces hacían que me costase dormir, ya que quedaba con miedo de que se aparezca el “Lobizón”. Aunque debo reconocer que trataba de ver hacia donde miraba mi tío, la verdad es que nunca supe que era lo que miraba o lo que quería ver; ahora que lo pienso era una mirada perdida y sus historias o lo que hablábamos era como si pusiese un cassette y comenzaba un discurso. Yo ya sabía que lo mejor era dejarlo hablar y que me contara las historias, por que en donde lo interrumpía, era como si se despertase; miraba la hora y me mandaba a dormir. Mi tío sabía que me gustaba desvelarme por eso no decía nada a nadie, eso sí, aquellas noches en las que me desvelaba, él me obligaba a dormir la siesta, era una suerte de pacto. El folklore, las chacareras y el chamamé sonaban todo el tiempo en la casa de los tíos, a mi mucho no me gustaba, pero con el tiempo me fui acostumbrando y debo reconocer que lo poco que conozco hoy en día es gracias a ellos. A veces en medio de la picadas de las tardes, el tío desenfundaba su guitarra española y empezaba a tocar canciones folklóricas, con su registro de grave. El tío también cantaba unos tangos hermosos, y la tía a veces se sumaba y ahí si, era un espectáculo increíble, ella con toda esa voz de soprano y él con ese registro de sótano hacían una dupla que era digna de admiración, a veces era tan contagioso que mis viejos se copaban y también cantaban (o al menos eso intentaban), así se podían pasar horas, y la verdad es que no aburrían, la tía sacaba a bailar a mi viejo, mientras mi vieja se reía de la situación, jamás mi viejo bailó nada, y eso lo heredé genéticamente yo, pero ya les contaré al respecto. Norber tenía un auto, era un Ford Falcon “rural”, no puedo recordar el modelo, pero lo tenía muy bien conservado, y también tenía una Ford F100, que la usaba para hacer las compras o cada vez que tenía que irse para los campos que estaban hacia el norte a buscar chanchos, pollos y verduras. El auto lo usaba sólo cuando tenía que ir a trabajar, en algún evento especial o cuando nos llevaba al “centro” de Álvarez... jamás estando allá dejó que mi viejo saque el auto. A mi viejo no le gustaba y a veces se armaba una suerte de escaramuza entre ellos, pero el tío siempre supo como persuadir a mi padre y terminábamos viajando irremediablemente en el auto de él, vale aclarar que a mi me gustaba más, ya que podía viajar en el baúl del Falcón, y podía jugar ahí con mi hermano.

jueves, 2 de enero de 2014

Síndrome de Kessler...

Es muy difícil mantener una órbita de Hohmann cuando la totalidad de las variables son un delirio en el espacio donde uno transita o intenta convivir, máxime teniendo en cuenta que todo es un caos aparente en el cual cada individuo vive o se desempeña en esta vida en la que dicen que uno elije pero se sabe bien que a veces nos toca padecer... La cuestión en apariencia es simple, un día pensás que el universo de cosas y cuestiones en las que estás habituado a desenvolverte es calmo y sereno y de repente te ves envuelto en una baraúnda de motivos pocos claros e indefinibles que jamás quisiste vivir (y espero que nunca vivas); entonces, claro, todo da vueltas como nunca y parece jamás dejará de hacerlo y nada podés elaborar ó entender, porque de ningún modo pensaste en variables, deltas o vectores tan atroces en tan corto período de tiempo... Pero, siempre queda a mano la certeza de descreer de todo lo que uno vive (o viste)... aunque nunca es del todo cierto. Creo yo que el momento más difícil es cuando confirmás que aquello que transitamos es verdad y que no queda más que afrontarlo de la manera que mejor nos salga ó en la cual cada cual esté preparado. Debo reconocer que hace meses que me encuentro bajo el síndrome que da nombre a esta entrada e intento de manera estocástica buscar mejores resultados a los obtenidos, más, vale aclarar que los tiempos existentes para maniobras evasivas o de alabeo redundan en manotazos de ahogados, cuando no en naufragios infructuosos a islas aparentemente opulentas, cuya realidad desemboca en vanos intentos de supervivencia. Desde que decidí seguir la vida sin tripulación por los mares tempestuosos que confronto día a día, reconozco hallarme en la más completa de las paces, sobre todo conmigo mismo, ya que varias veces he tenido que enfrentarme tras muchos encontronazos con las convicciones que siempre me mantuvieron en pie y que (vaya si fueron sesgadas) por intentar convivir con arrebatos que no eran míos sino que se trataban de cuestiones heredadas de dilemas no resueltos por quien fuera en tiempo pasado mi primer oficial, logré hallar un sentido y rumbo, aunque no sé si podrá llevarme a donde quiero, pero estoy seguro que han de alejarme lo suficiente como para poder estar en aguas más calmas a las que me ha tocado en suerte vivir en tiempo pasado. Empero suplico entiendas que no es una proclama de reclamos ni más, sino la descripción del síndrome que me afecta desde hace algún tiempo hasta ahora. De alguna manera intenté que no duela nada, que no duelan las radiaciones, que no duela la gravedad o el hígado, la obscuridad de la noche, las desprolijidades, los deslumbramientos avistados, los puntos y aparte, las espinas ni los gritos que a nada llevan, entiendo que procuré todo para que sea del mejor modo posible, comprendo que muchas veces nada podemos hacer por causas que están perdidas de antemano y que ninguno está dispuesto a salvar de la manera que el otro espera que lo haga. Bajo estas condiciones difícilmente exista unas suerte de salvavidas que pueda rescatarte de tan mal trago o por lo menos no se presenta a la vista, pero si queda esa fuerza oculta que supera en magnitud a otras fuerzas que se encuentran en el universo y es ni más ni menos que la fuerza de voluntad, sin ella o sin la esperanza (otra fuerza inmensa en su magnitud), jamás pudiera haber llegado hasta estos lares, que desconocidos, son amenos y a veces suelen ser agradables. Debo reconocer que esa soledad, típica de cada naufragio, redundan en fortaleza (de espíritu) y en alcohol, aunque suelen desembocar en mares que llevan a ríos calmos, donde la desesperación desaparece como tal y se convierte en esperanza pronta de puertos cercanos en los que difícilmente cada individuo en situación similar logre encontrar algún puerto con taberna donde amarrar. Ambos reconocemos (entiendo yo) nuestros errores e intentamos continuar de la forma que nos place o sale, mi desconocimiento de su persona llevo a mi síndrome, su desconocimiento hacia la mía conllevó al cruel desenlace conocido sólo por ambos y al surgimiento de abismos que nunca podrán remediarse en lo que reste del tiempo que nos toque transitar, si es que se trate de mucho o ninguno. Una cosa sí creo que es clara cuando uno estabiliza su órbita con un punto fijo en el espacio y es que en lo que nos quede de tiempo -sea mucho o no- de ningún modo intentaremos lo mismo, o quizás mejor, en absoluto pondremos en riesgo nuestras vidas de la manera que lo hicimos.