sábado, 20 de junio de 2015

La venganza será terrible...

Esta noche me puse a escribir sin que mediara ningún tipo de decisión y en primera persona, es por ello que elegí hacer hincapié en "uno" de manera reiterativa, dado que prefiero escribir de cuestiones que conozco bien y no en hipótesis o experiencias ajenas, ya que creo y estoy convencido de la veracidad de estas palabras y que la tarea del arte, además, es una labor algebraica en la que uno se encarga de transformar lo que le pasa, siente o vive en símbolos, esos que en estos momentos te toca interpretar, o en trazos, o quizás en música; como algo que pueda o pretenda perdurar en la memoria de los hombres y quizás en nuestros propios deberes cotidianos, una suerte de recuerdo o anécdota volcada en un libro de bitácoras imaginario para luego... para luego... ¿Quién sabe...?
Estas páginas son un espejo de mis evoluciones y si mi escritura ha cambiado es porque yo he cambiado y si es así es porque esto cambió de alguna manera dado que ni por asomo es parecido a lo de antes.
Ayer tuve la dicha de encontrarme con mi primo el segundo, el menor y entre muchas cosas que charlamos, situaciones varias, realidades dispersas y esas cuestiones que conversan las personas que hace un tiempo no se ven, salió el tema de la venganza...
La venganza sin lugar a dudas es un error, ya de por sí es un error buscarla, creo que la venganza tiene su origen en una indignación impotente, es decir, alguien recibe un agravio o un rechazo y no tiene o cuenta con el poder suficiente para vengarse en ese mismo momento, en ese instante, es entonces que siendo esa la línea de partida, uno pasa el tiempo maquinando una construcción de poder que le permita escarmentar a aquella persona que de alguna manera lo haya lastimado. Pero una vez que ese poder es pergeñado y construido, el deseo de venganza desaparece, porque ese deseo es alimentado únicamente por la posibilidad de poder ejercerlo, es decir, por la impotencia, entonces, puede afirmarse de alguna manera que cuando uno puede vengarse ya no lo desea tanto.
En una vida exenta de toda épica, como la de muchos de nosotros, o la mía al menos, la mayoría de los deseos de venganza provienen de rechazos del tipo amorosos o se manifiestan a través de algún modo de desprecio, alguien que no nos quiso o no nos valora de la forma que nosotros mismos queremos...
La venganza, entonces, es una institución terrible y que hace más daño al que quiere vengarse que al objeto de esa venganza, porque entiendo que  eso de ir alimentando odios y rencores es malo para la salud a largo plazo, aún para la economía doméstica si uno considera los gastos en alcohol o medicamentos que ello produce, o también para el cutis... por lo general las manifestaciones físicas son poco visibles para uno pero si para las personas que lo rodean.
En lo que se refiere al amor, en mi propio y modesto ser, he tratado en este último momento y con una nueva desilusión bajo el brazo, de comprender y de aceptar que no todas las mujeres que me gustan y quiero se van a enamorar de mi, en realidad, creo que ninguna... ¿Y por qué digo esto...?; porque es algo que los hombres suelen no aceptar con facilidad. Conozco muchas personas muy inteligentes, inteligentes de verdad, que cuando reciben un rechazo amoroso, o cuando ven que no se le da el juego pretendido en determinados foros, por llamarlo de alguna manera, se ponen odiosos y se ofenden; una especie de ira estrepitosa los embarga y buscan vengarse de algún modo... y eso está mal y eso es canallesco también... uno no debe permitir que cosas así terminen sucediendo...
Tampoco se debe llegar como modus operandi a ser mezquino en el amor, esa cuestión de andar haciendo cuentas del tipo bancarias para ver si uno da algo o no da tanto (como si administrara saldos), es un gran gesto de mezquindad, sin embargo, muchas veces, uno se arrepiente de algunos episodios donde uno mismo se halló dando más, pero no como un mero arrepentimiento de haber sido generoso, sino porque a veces, dando demasiado, uno terminó incomodando al otro, ya que la mala lectura de un amor, de una situación amorosa, es humillante y creo que es lo peor que le puede pasar a un enamorado, es decir, no leer o no saber hacerlo, correctamente la situación.
Si yo me arrepiento de algo, en alguna situación o episodio amoroso es de haber leído mal... de haber creído que me amaban mucho cuando en realidad no era así y de haber generado una respuesta desmesurada que incluso pudo ser incómoda para la otra persona, para la que no me amaba tanto, pero además, esas situaciones terminaron de algún modo siendo menoscabante de mi propia dignidad y debo reconocer, también, que me arrepiento en muchos casos de haber amado más de lo que me amaron, pero ese no es el mayor de los dolores que me acongojan mientras escribo estas líneas, vuelvo al concepto con el que quiero redondear la idea que señala la bandera a cuadros de este texto; no me arrepiento de mi elecciones, ya que no tengo dudas que siempre fueron positivas y que las personas que elegí son las idóneas o adecuadas para cualquier tipo de sueño, anhelo, plan o relación amorosa, sino de no haber leído bien. Estoy persuadido que aquel enamorado, el buen enamorado, sabe exactamente o debe saber precisamente hasta donde debe llegar, saber leer cuánto le están abriendo la puerta y saber, además, cuando sobra o cuando debe marcharse, asique yo en algunos amores, más que el dolor del amor contrariado, siento la humillación de no haber "sabido leer" y hasta pido perdón por eso... 

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