Para serles sincero, este escrito relata sobre un momento extraño, por no decir nefasto. Todo comenzó una mañana bastante temprano; había mucha humedad afuera, la radio alertaba sobre intensas nieblas que afectaban tanto a la capital como al conurbano. La presión debe ser baja, pensé, a la vez que observaba como aquella neblina invadía aquel ambiente de mi hogar.
Instantes luego de aquel pensamiento me encontré con él. Primero me miró de frente, su mirada era intensa, posteriormente inició un movimiento con su cabeza, tres cuartos de perfil hacia la derecha e idéntica acción hacia el lado opuesto. Aparentemente no le bastó con eso, sino que agregó un guiño cómplice con su ojo izquierdo y me propinó un segundo guiño con el ojo derecho.
A esta altura la situación comenzó a incomodarme bastante, empero el sueño que tenía era tal que decidí tolerar tal actitud desdeñosa e incomoda. Un vago pensamiento sobre tandilia, quizás sobre ventania me salvaría de aquel momento poco grato, pero todo intento fue vano…
No obstante mis empeños en imaginarme a las sierras, él empezó a hablar (sin voz), hablaba… hablaba mucho, de repente asomaron una serie de gesticulaciones con su manos y su rostro que me dejaron pasmado, una suerte de elegancia sutil se ocultaba tras ese monólogo extenso por cierto, que no profería contenido alguno pero que a la vista no era más que una obra magistral de cómo debería desenvolverse uno en una clase o un auditorio lleno de gente expectante, por poner un ejemplo gráfico y a fin al relato que les cuento .
Finalizado el (no) discurso, se quedó mirando un punto fijo, de sus labio llegué a leer un nombre el cual no reproduciré por cuestiones obvias, a nadie le va a interesar y sería un dolor de cabeza si se llegara a enterar aquella persona por este medio o por algún comentario mal intencionado de terceros; y es que ¡vamos gente!, las personas no siempre están llenas de buenas intenciones.
Un poco atónito, por no confesar que del todo, y tal vez bastante intrigado, me dispuse a ver que hacía con su dedo índice por debajo de su párpado inferior izquierdo, el mismo describía un semicírculo, como palpando irregularidades, y vaya que las había, las ojeras de él eran bien pronunciadas, como si le faltase horas de sueño o como si hubiese estado muchas horas despierto o de gira realizando labores pesadas para su cuerpo y cabeza. Instantes después repitió idéntica operación pero del lado contrario. Lanzó un suspiro, como si estuviese hastiado, y se tocó el mentón, palpando su barba de más de cuatro días, tal vez tanteando el largo de la misma. Disparó una última mirada, esquiva, más bien nostálgica, posteriormente empezó a acomodarse el pelo, húmedo, dándole forma con sus manos, procedimiento que no duró más de 10 segundos.
Ya bastante nervioso y con muchas ganas de irme a trabajar, a pesar del sueño, me dije a mi mismo:
Nunca voy a entender a ese ser grotesco que está del otro lado del espejo.
Me acomodé la corbata, luego la camisa y salí del baño.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario