Y como toda gran vuelta no fue ni con sonido de cornetas ni con aplausos, vientos del pasado adornaron el retorno de una persona que marcó cierto pedacito de mi vida, que me acompañó durante largas horas hablando por radio y haciéndome el aguante en esas noches donde el sueño no se anima a asomarse por la puerta y decir, vamos che, ya es hora.
Como en la mayoría de mis pérdidas, esta no tuvo anuncio, simplemente se dió, un día ya no nos llamamos, una noche ya no nos hablamos por radio y cada uno siguió la vida como le salió, con los logros obtenidos y con las pérdidas propias de cada paso que uno va haciendo o se arriesga a hacer, con las caídas propias que son parte del camino y con los riesgos a asumir.
La verdad que es loco, y con esto quiero decir que en menos de una semana ya tuve dos reencuentros, uno con aquella dama y el otro con Gaby. En ambos casos es como si el tiempo se hubiese congelado, como si nada hubiera pasado en el medio… la manera de hablar fue la misma de siempre, las palabras (que nos marcaron) volvieron a ser dichas, como si se tratase de algo común, una constante que jamás varió. Y eso me gusta, es la pequeña impronta que fui (voy) dejando en las personas… no está mal que lo diga, creo yo.
Seis fueron los años que pasaron sin noticias de ella y el reencuentro cibernético permitió conocer noticias actuales, inesperadas.
Ya no somos los adolescentes que fuimos, y este reencuentro no hizo más que recordarme el paso del tiempo con el correr de los años.
Ojalá sigamos en contacto…
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