Mientras él miraba anonadado a la bailarina en esa cajita de música haciendo los ya repetidos pasos, una imagen fugaz le atravesó el cerebro, como a veces pasa cuando uno no está pensando en nada y se viene un recuerdo, un olor, antojo o sabor, así nomás, imprevisto, casi imperceptible.
Y en esa imagen estaba ella escondida entre nubes esperándolo a él, y por otro lado se encontraba él haciéndose el desentendido, evitando algunas pleitesías, quizás por desinterés, o tal vez por esa bicharrea que se nos dá a veces a los hombres de hacerse desear, la verdad es que a ciencia cierta no lo sé bien, por otro lado poco me importa. Es por ello que cerró la cajita musical y se dispuso a tomar un café bien cargado y sin azúcar, como siempre tomó y como a nadie le gusta.
Un tic-tac marcaba el incesante paso del tiempo, y ese lápiz delante de la hoja no quería hablar, prendió un cigarrillo, y de nuevo esa imagen de vuelta. Ella con todo ese amor guardado y él con esas ganas de emprender algo de nuevo, como si esa fuese la forma de volver el tiempo atrás, como si el mes de octubre estuviese destinado a ese reencuentro de aquella alma enceguecida de amor y su amor imposible. Imágenes de Cumbres Borrascosas o de un Cinema Paradiso tal vez estén a la altura “descriptiva” de lo que ella espera/siente.
Y agrandando el libro de bitácoras esa noche precisamente invocando recuerdos de un mes de abril y yuxtaponiéndolo con frases que adornaban oraciones inclementes de un pasado pisado, olvidado, oxidados por el traspase de la espada del tiempo, aquella misma espada que le dejó una cicatriz, pero no a él precisamente; se prestó a la inagotable tarea de revolver escombros y allí mismo encontró escritos sin nombres que seguramente servirán a la perfección cuando la misión sea la de conquistar un corazón que no se cansa de latir por él y que enfebrecido espera un dramático desenlace, para así de una vez, terminar con el sabor dulce de la victoria entre sus labios o con el amargo y doloroso veneno de perder en el torrente de su sangre.
Se le vino una decantación de ideas y nombró al universo, escribió como si conociese apenas la milésima parte de lo que no conoce pero intenta describir con palabras que pueden parecer profundas, según quien lo mire, claro está. Se cuestionaba cosas que él ya conocía, se preguntaba con la respuesta en la cabeza. Pero como sucede en esas ocasiones, gracias al paso del tiempo, el café perdió su temperatura. Ni un sorbo pudo darle, pues cansado de habladurías se dejó vencer por el inefable sueño que agazapado y sin que él lo notara fue moviendo pieza a pieza en el ajedrez de su cabeza, capturando al rey y ganando por knock out.
Despertó por el sonido del despertador que le sonó similar al de la caja de musical, pero claro, ahí está el truco, sabiendo lo que ella siente es fácil saber como actuar. Se despabiló, se enjuagó la cara y comparó lo escrito con la belleza de una rosa, como si ese fuese el final que cerraría su idea.
Amargo mi desengaño cuando llegué al final, no estaba a la altura de lo que esperaba, pero seguramente a él le cuadró perfecto, a quien corresponda le cerrará a la perfección y por eso lo finalizó así.
De todas maneras sabe y supo que ella muere por él.
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