Aquel bondi que nunca esperaría fue el subterfugio perfecto para caminar de regreso a casa para aquel boxeador ciego que lo viene madurando el knock out, que lo único que sabe hacer es tirar ganchos derechos e izquierdos y apercap a la nada, siempre contra la cuerda, roto, pero esperándola igual, esa excusa le venía como anillo al dedo; encendió un cigarrillo, y envió un mensaje a su amigo a través del digital invento, el cual anunciaba “se terminó la pesadilla”. Digno comienzo para aquel final.
La infinita sucesión de luces se fue esfumando conforme sus suelas devoraban las cuadras, la inmensa bola dorada comenzó a ganar el cielo y cubriendo con un manto de luz las veredas rotas de aquel barrio. Aquel empedrado impío, rezongaba del andar de autos, camionetas, y aquel bondi que debería haber tomado dijo presente y siguió su rumbo hasta su destino.
El ángel que siempre lo acompaña, lo miró con desdén, y le dijo: “¿qué más podés hacer?”, dicho esto, se refugio en la reticencia y sólo se dignó a acompañar. Un tren pedía a gritos descarrilar, pero no sucedió. El empedrado se volvió asfalto al llegar a la gran avenida.
Andaba sólo movido por su instinto y no por su razón, un colectivo de la línea 46 le hizo recordar que era menester mirar hacia ambos lados en las esquinas antes de cruzar, operación que nunca sucedió, tal vez a la espera de un milagro, que como los milagros mismos, nunca suceden. Las calles vacías, bostezos desde los taxis, finales de una noche amor en algunos bares, la avenida diagonal que lo llevaba a su casa con un tránsito muy por debajo al habitual, una nube gris se apiadó de su presencia y bloqueó tenuemente la gigante bola por algunas cuadras.
¿Cuánta gente lo vió pasar?. ¿Cuánta gente vió esa alma en pena andar, errar y desandar ese camino hacia la nada?. Las cuadras se tornaban infinitas, el sólo hecho de andar era la premisa, caminaba sin pensar, con la mente en blanco, se puede vivir sin pensar, se dijo. Se puso la camiseta de “olvidar” y así debutó en la primera de “Deportivo Abandonado”.
Zigzagueante andar lo llevó hasta la avenida que lo llevaba a su hogar, fueron varios los cigarrillos que ya se habían consumido en su boca, un giro a la izquierda y la calle que lo vió crecer se ensangrentó por culpa de la herida abierta (nuevamente), un último esfuerzo para sacar las llaves y abrir aquella puerta, un dificultoso andar hacia la puerta del living, un sabueso expectante e intuitivo lo miró con ternura.
Una cerveza escogida al azar en la heladera, una pequeña escalada a la escalera lo llevó a su habitación, un cigarrillo más… aquel sabueso que subió a su cama vió como él se sentó en la computadora a escribir sobre el adiós después del adiós una hora después de aquel último adiós.
Bye, Biao, mirupafshim, Tschüss, Чао, Nashledanou, Farvel, Hei, Au Renoir, Dag, Поки, Hej då, Tchau, Пока, Zdravo, Ċaw, Adiós.
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