Todo lo que está ocurriendo
me asusta de algún modo, me acongoja y hasta me duele, pareciera que forma
parte de una novela de ciencia ficción; daría gusto leer y estudiar cada uno de
los sucesos si así fuera. Es muy extraño todo lo que ocurre en la vida social y
política de esta pandemia. Creo que éstos tiempos que vivimos, bien valen el
título que presenta este ensayo. Para empezar esta pandemia es lo más extraño
de todo lo que he vivido, no conozco persona alguna que haya transitado una
crisis sanitaria de éste tipo. A lo mejor habría que recurrir a la gripe
española de 1918 para aproximar a la catástrofe actual epidemiológica, tan
ecuménica.
Uno nunca es ajeno a los
males de la cuarentena a pesar del confinamiento, pero de todos modos, la
soledad, estar incomunicado, lo impenetrable de los muros, no es una
preocupación para determinadas personas, en mi caso me visitaron siempre en
cualquier época del año y en mejores situaciones sanitarias. Uno viene con una costumbre
de sentirse solo, de quedar atónito a la realidad y no comprender el carácter
de los sucesos que lo rodean y de algún modo siempre me sentí encerrado, aún
estando bajo los cielos más despejados y los horizontes más bastos a los que la
vista puede aspirar y aún así me he sentido confinado.
A lo largo de los años he
intentado agrandar mi soledad haciéndola multitudinaria de alguna manera, uno
adquiere la posibilidad de convocar fantasmas, sombras y algunos ruidos y ahí
ya uno no está tan solo. Esas presencias son el amor, la ciencia, el arte, los
sueños, la imaginación y trato todo el tiempo de leer, de escuchar, de inventar
alguna cosas, de buscar o escribir... tratar de construir un sueño, con toda la
dificultad que ello supone, porque la soledad tiene también la crueldad de
desechar todos los borradores que uno le presenta. A lo largo de los años que
me he sentado a escribir, de manera aficionada siempre me resultó difícil
aprobar algún borrador personal; casi siempre ocurre que lo aprueban los
amigos, los familiares, alguna pareja, pero cuando el poeta se encuentra solo,
el rechazo a los borradores es inevitable y ello configura una profundidad en
su soledad y no hay mejor recurso que intentar hacer algo, escribir, resolver
una ecuación, pensar en otras vidas, toda vez que a lo mejor ésta ya no alcanza, y en
las cuales uno esté muy acompañado.
A lo mejor uno se relaciona
con personas que quizás no existen, se relaciona con personas que no son otra
cosa que invenciones nuestras y estas cosas pasan en el amor, en la relaciones
con amigos y lamentablemente también en términos políticos, por eso uno se hace
afín a determinados movimientos.
En mi caso, no suelo dar
consejos, aún cuando me los piden porque no soy un buen decidor, y como cada
vida es individual, y temo que cuando yo diga que uno no puede comunicarse con
nadie, la otra persona entienda otra cosa y en definitiva lo que queda tras
cada diálogo es una suerte de ruido. Se configura ese ruido que hace
dificultoso escuchar la letra o la música del mensaje. Eso desde ya es más
profundo en éstos tiempos donde la dilación de las comunicaciones, por cables,
cámaras, en fin, la vía virtual, confabulan en tales términos. Esto me hace pensar
que es preferible evitar ese tipo de exposición y como pensé siempre, evitar de
todos los modos, resistirse a la tentación de querer ser genial. Por eso elijo
en estos tiempos sentarme a escuchar, para no entender por mis propios medios, lo
que quiera proferir cualquier interlocutor. Más en estos días que hay tantas
visiones como personas que construyen su propia biosfera, donde elaboran toda
clase de teorías y de pensamientos que a veces la razón no alcanza a comprender
del todo.
A lo mejor el resultado de
todo esto es una nueva forma de comunicación donde podamos comunicarnos,
inventar nuevos códigos que nos permitan comunicarnos con mayor riqueza y
fluidez... O tal vez, éste es el momento adecuado para inventar nuevos
lenguajes que nos acerquen más a los demás y quizás, nos haga sentir menos
solos, y que diga más cosas, y lo haga más claramente que el lenguaje actual, en
el cual basta que yo diga que desconfío del idioma para que usted entienda otra
cosa; entonces usted me va a decir que yo tengo razón y yo voy a entender otra
cosa también.
La soledad hace que sea casi
imposible conectarse a otras personas, Sábato decía que somos islas y que es
difícil comunicarse; en mi caso creo que es muy difícil. Algunos lingüistas
sugieren que la comunicación hasta puede ser imposible, toda vez que se
desconfía tanto del idioma que basta que yo diga que desconfío del idioma para
que usted entienda otra cosa; entonces usted me va a decir que yo tengo razón y
yo voy a entender otra cosa también. Esto resulta en una sumatoria de equívocos
que no es otra cosa que el lenguaje de los seres humanos, que a mi parecer
produce una especie de angustia permanente que no es otra cosa que la angustia
de existir (acá es donde me cagaría a pedos mi querida Paula), que se
constituye con los siguientes elementos, a saber: primero: uno sabe que va a
morir; segundo: uno está solo; tercero: es difícil comunicarse... Luigi
Pirandello le decía a su mujer que nadie conoce a nadie... Creo que tenía
razón.
2 comentarios:
Angustia de existir... Me quedé pensando en esa frase...
Si, la he sentido algunas veces... Pero creo que en su mayoría, en la adolescencia, cuando todavía no sabía bien cuál era "mi misión en el mundo"... Ese motivo especial que todos buscamos para justificar nuestra existencia...
Luego, con los años, llega la sabiduría adquirida de las experiencias y esa "angustia" va quedando atrás...
Creo que aprendemos a justificar que merecemos un lugar en este mundo, tanto como cualquier otro.
Soy un desastre para responder, la fecha en que lo hago es evidencia de lo que digo jajaja.
Esa angustia a la que hago referencia es más que nada debida a la condición humana, creo que todos hacemos de algún modo u otro un análisis de dicha condición. En mi caso la encuentro frustrante siempre, desde mi adolescencia.
Yo sigo tratando de aprender para justificar de algún modo la vida en este mundo.
Gracias por tu reflexión.
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